CAPÍTULO 4

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                         ⚕️CAPÍTULO 4⚕️
|Depravada atención|

Regina Amanti:

Al entrar a palacio, vi como todo el servicio estaba ocupado yendo de un lado hacia el otro con rapidez.

Izaro nos mostró el camino hacia la zona donde se alojaba el personal. Caminó decidido y sin encorvar la espalda.

—Brenda, le presento a las tres nuevas incorporaciones de esta mañana. —la mujer de ojos azules asintió con exquisitos modales.

Nos repasó de arriba a abajo. No parecía demasiado contenta de nuestra llegada.

—Se alojarán en las habitaciones ocho, diez y veinte. —añadió el príncipe. —Espero que las reciban como es debido y les mostréis todo lo necesario para poder empezar.

La señora formuló una reverencia, afirmando el compromiso real hacia la familia Crudele.

Izaro se despidió de mí con una de sus más comunes e intimidantes miradas. Desafió toda regla impuesta por la naturaleza al heredar tanto atractivo en su persona. Fue la divinidad de una gracia embrujada por todos los placeres carnales existentes y aún por crearse.

—¡Vamos! Os llevaré a vuestros aposentos para que dejéis lo que sea que llevéis en esas patéticas maletas. —sus zapatos resonaban contra el suelo.

No tuvimos más remedio que apresurarnos y seguirla.

—Esta noche se celebrará el gran baile que organiza el duque de Venecia; Federico Vitale. Su majestad no dudó en ofrecer palacio junto a nuestros servicios para que fuese completamente perfecto. —la voz de Brenda sonaba demasiado exigente. Explicó con pelos y detalles cada acontecimiento que se iba a dar a lugar.

Nos paramos justo en frente de la puerta donde había incrustado el número 8 forjado con acero.

—Esta será la mía. —anunció mi madre con una media sonrisa tras la maléfica mirada que le echó Brenda. Ella parecía que la conocía muy bien.

¿Ya habrá estado por aquí antes?

Intenté apartar apresuradamente dichos pensamientos que me hacían revolver el estómago.

Me abalancé sobre sus brazos para despedirme. No sabía cuántas horas pasarían hasta volver a verla. Así que, le di una pequeña parte de mi cariño hasta nuevo aviso.

Cruzamos un par de pasillos más hasta llegar a la habitación número diez. Allí abajo todo era un poco más oscuro, pero mil veces mejor que mi antiguo hogar—si se le podía llamar así— ya que era mucho más espacioso que todas las habitaciones de la granja, incluso del establo.

—Es mi número predilecto, así que yo, me quedo con esta. —Deira enseñó sus dentadura. Parecía estar ansiosa por esta nueva aventura.

—¡En quince minutos la quiero en la cocina, señorita Talini! —levantó parte de sus faldas con cara de vómito —. Y quítese esos trapos, por el amor de Dios.

No comprendo la fascinación de madre y mi amiga hacía adentrarse en este horrible lugar. Bueno, la de madre ya la conocía. Resultó ser demasiado impredecible para mi gusto.

Me guié por la diminuta estatura de Brenda y el moño color naranja que colgaba entre varias horquillas desde su sien.

Cuando atravesé la puerta número veinte, comprendí demasiadas cosas. Aún con más lujo de lo que estaba acostumbrada, no comprendía bien el porqué nos habían permitido ser parte de esto.

El que desde ahora sería mi nuevo espacio, obtenía una cama normal y corriente con sábanas de terciopelo. Las ventanas daban al jardín, pude palpar enseguida, el aire que interrumpió en ellas. La brisa era tremenda y espectacularmente ligera, hacia agrandar la sonrisa de mis fríos labios. Las paredes tenían un color carne porcelana.

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⏰ Última actualización: Apr 08 ⏰

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