𝚖𝚒 𝚖𝚎𝚗𝚝𝚎

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Está bien que me pregunte si solo acepto porque no quería lastimarme? No... no está bien. Entonces, ¿por qué ese "sí" resonó de manera extraña en las profundidades de mi mente? No percibí tanta emoción al escucharlo. ¿Lo expresé correctamente? ¿Por qué decidí pedirle que fuera mi novio esta vez? Quizás él solo anhelaba una amistad sin complicaciones, sin pretensiones románticas. Y si ese fuera el caso, ¿por qué no me lo comunicó de manera clara y directa? ¡¿QUÉ ME ESTÁ SUCEDIENDO?!

Transcurrieron las semanas y aún no nos atrevemos a pronunciar esas palabras mágicas, "te amo" o "mi amor". Preferí que fueras tú quien diera el primer paso para que todas las interrogantes en mi mente encontraran sosiego, pero no lo hiciste. Pasó un mes y finalmente me armé de valor para decirte: "Amor, ¿nos vemos hoy?". Parece que eso también te inspiró a expresarme lo mismo. Cuando estábamos cara a cara, tu actitud se volvió soñadora, como si ocultaras un secreto profundo en el brillo de tus ojos. Me tratabas como una princesa, como si fuera la única mujer en tu vida, pero había algo en tus gestos, en tus palabras, que dejaba entrever un misterio oculto en lo más recóndito de tu ser.

Como en todas las relaciones al principio todo es hermoso, mi padre solía repetirme: "escobita nueva barre bien", pero ¿qué hay detrás de esa aparente perfección? Ahora, en una escala mayor, comprendo lo que siempre quiso decirme. Sin embargo, mi relación con mi padre fue lo más hermoso que he experimentado en este mundo. Aunque como en toda relación entre padre e hija, también tuvimos nuestras diferencias. Discutimos acaloradamente y me refugié en mi santuario, un lugar único y especial al que llamaremos "casita" por el momento. Allí encontré calma y serenidad, pero también un halo de misterio que envolvía mis pensamientos y susurros en la oscuridad de la noche.

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