Ep12: Cobarde

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Vegas POV

La primera victoria de la temporada se había convertido en el inicio de una racha, muchos atribuían mi buen humor al avance que estaba teniendo y que seguro me llevaría el campeonato sin esfuerzo, ninguno de ellos sabía que tras cada pelea iba a casa con Pete y nos perdíamos las siguientes horas en un desenfreno de besos hambrientos, caricias desquiciantes y cuerpos sudados rogando por más.

― ¿Buscas posturas en internet antes de cada pelea? ―musitó con sus brazos alrededor de mi cuello y mis labios dejando castos besos en la comisura de los suyos.

―No necesito ayuda para imaginarte en cualquier postura, Pete. ―susurré con una sonrisa ladina, levantó una ceja sonriéndome de vuelta y lleve mis manos hasta su trasero para empujarlo a rodearme con sus piernas. ―Soy perfectamente capaz de fantasear contigo sin buscar inspiración en otra parte.

―Ensuciaremos el sofá. ―advirtió mientras caminaba con él hasta la sala, me encogí de hombros bajando por su cuello, olisqueándolo descaradamente, quizás tenía un pequeño fetiche con el aroma de su perfume. ―No querías ni que tocara tu alfombra y ahora estás dispuesto a manchar permanentemente el sofá, temo haber despertado tu adicción al sexo.

―No la despertaste, cariño, en todo caso es de tu propia creación. ―musité sin el menor reparo dejando un beso en el centro de su garganta, sintiendo sus dedos perderse lentamente en mi cabello mientras caía sentado sobre el sillón.

―No puedes dejar más marcas, las personas en mis vídeos empiezan a desconfiar de mis historias. ―advirtió cuando profundice la suave caricia, sonreí levantando la mirada hasta su rostro sonrojado, tan jodidamente atractivo que dolía. Quería marcarlo en todas partes, algo que gritara que me pertenecía sin tener que decirlo en voz alta, sabía que era contradictorio, pero no podía evitarlo. ―Debemos ser más cuidadosos si quieres mantenerlo en secreto.

―Soy cuidadoso, quería hacerlo en el sofá del vestidor, pero esperé hasta llegar a casa. ―una carcajada salió de su interior y mi pecho se hinchó de puro orgullo solo por hacerlo reír, últimamente el sentimiento se repetía casi con cualquier acción que lograra provocar en él. ― ¿Aún tienes la playera con mi nombre en ella?

―Debe estar en alguna parte de tu armario, desde que moviste todas mis cosas ahí, no tengo mucha idea de dónde está la mayoría de mi ropa. ―musitó aun jugando con mi cabello, debía hacerme un corte pronto, pero me gustaba la sensación de sus dedos perdiéndose entre las hebras, no estaba listo para que dejara de hacerlo.

―La siguiente pelea será en la que se decida quien ira por el campeonato. ―murmuré recorriendo su rostro con la punta de mi nariz, él asintió con ligereza y sonreí dejando un casto beso en la comisura de sus labios que apenas alcanzó a responder. ―Me gustaría que la llevaras esa noche. ―apartó mi rostro del suyo para poder mirarme con la sorpresa marcada en sus gestos.

Hacía unas semanas Macao había cumplido su promesa de llevar a Chay con él usando su camiseta, esa noche estábamos libres y después de tenerlo rogando durante horas en nuestro apartamento para que fuéramos a verlo, terminamos por acceder. Estuvimos sentados a unas filas de distancia de su cita, pero incluso con la separación y el montón de gente gritando su nombre, Porchay se distinguía entre el resto del público.

No creía llegar al punto en mi vida en que tuviera la confianza y seguridad de la que Macao gozaba respecto a su sexualidad, en el pasado no le daba mucha importancia, incluso podía llegar a juzgarlo por ser tan público, pero en ese momento cuando el chico se levantando a animarlo y el nombre de Macao resaltó en su camiseta, tuve un sentimiento nuevo y diferente, algo parecido a la envidia.

Pete ni siquiera notó cuando lo miré en mitad de la pelea, había querido ser discreto porque no quería fotos nuestras rondando por todo internet, pero en esos breves segundos lo imagine con mi camiseta, gritando mi nombre. Y aun con todos mis miedos agolpándose en lo alto de mis pensamientos, me di cuenta que era algo que de verdad deseaba ver, no tenía que explicárselo a nadie, sería nuestro secreto, igual que todo lo que hacíamos.

NamelessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora