9: CASA DE CAMPO I

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AÑO: 2033


ALMA


Estábamos todas en el cuarto festejando que Rose había entrado en el grupo de baile. Aunque en la audición se puso un poco nerviosa lo hizo increíble.

— Ronda de amigas, por favor. — dijo Martina.

En ese momento todas no dudamos ni dos segundos y todas nos tiramos al suelo hasta que todas nuestras cabezas se vieron bien conectadas.

— ¿Qué pasa Marti? — le dijo Alai.

— Ayer me chapé a Gabriel.

— ¡CÓMO! — exclamo Rose.

— Perdón gorda, pero es que está hecho un fuego y a mí no es que muchos chicos me den bola.

— No pasa nada, mi hermano es un buen chico. No le hagas daño. — respondió Rose.

— Si no me lo hace él a mí antes. — espetó Martina.

— Bueno, bueno, bueno. — dije. — Marti me alegro mucho por ti, pero necesito vuestra ayuda. Necesito no ir a la casa de campo.

— Otra vez con lo mismo Alma. Enfrenta las cosas. — me replicó Alai.

— No puedo Alai es que no puedo. Prefiero no ir.

— Pues suerte con eso. — me dijo Sofía. — Sabes que es imposible que no te dejen ir, la casa de campo es tradición.

Todas pensábamos que la ronda de amigas se había acabado porque ninguna de nosotras dijo nada más, pero de repente Rose quiso contarnos algo importante.

— Chicas, he conocido a un chico. Creo que me gusta bastante.

— Comooo, cuenta. — le dijo Sofía.

— Creo que lo conocéis, él me dijo que os conocía. Se llama Matías.

En cuanto su nombre salió de su boca se me erizó toda la piel. No podía creer que de todos los chicos tuviera que ser Matías. Él no me importaba, pero lo conocía y era un niño egoísta y manipulador. En seguida me levanté de golpe con la intención de irme de allí.

— Rose, no es por nada, pero es mejor que te alejes de él. — le recomendó Alai.

— Si gorda, seguro que hay más chicos. — dijo Sofía.

— Pero, ¿qué pasa con él? Es muy lindo conmigo.

— ¡NO ES LINDO! — le grité. — Alejate de él Rose, sé porque te lo digo.

Rose asintió con la cabeza mientras se iba de la habitación. No sé si se lo había tomado mal pero lo hacía por su bien.

— ¿Cómo estás? — me pregunto Martina.

— Rara, ha sido como removerlo todo.

— ¿Crees que se alejara de él? — me dijo Sofía.

— No lo se sinceramente, Matías es una persona muy manipuladora. Espero que Rose no cometa el error que yo cometí.

Posteriormente, las tres se acercaron a mí para darme un abrazo. Estar con ellas era muy reconfortate me entendían y no me juzgaban, pero cuando no estaban de acuerdo me decían lo que pensaban. Son fundamentales para mí.


***


— ¿Pero qué te pasa mi niña? — me pregunto mamá.

— No se ma, como que no me encuentro bien. No sé si podre ir a la casa de campo.

— ¡Cómo! No puedes faltar ya lo sabes, es tradición.

Cuando pensaba que todo estaba perdido vi como Paz pasaba por nuestro lado. Nosotras estábamos en la cafetería, había llamado a mi madre con la excusa de verla, pero quería convencerla de que me encontraba muy mal y no podía ir a la casa de campo.

— Paz. — le dije llamándola.

— Que pasa Alma.

— Le puedes decir a mi madre que me encuentro muy mal y que no puedo ir a la casa de campo. —le dije mientras la miraba con cara de por favor.

— Mmm, a ver que te toque la frente — dijo mientras me ponía la mano en la frente. — Pues no parece que tengas fiebre. Ven conmigo a la enfermería que te chequeen.

— Me parece bien. — dijo mi mamá.— Te amo. — me dijo después de darme un beso en la frente.

— Chao ma. Yo también te amo. — espere que saliera de la cafetería para agradecerle a Paz. — Paz, gracias, gracias, gracias.

— ¿Gracias porque? — me respondió.— Sé que no estás enferma. Ahora quiero saber la verdadera razón por la que no quieres ir. Ven vamos.

Estuvimos un rato caminando hasta llegar a un prado. Cuando era chiquita Paz me llevaba a pasear por ese prado cuando notaba que estaba triste. Nos sentamos en el pasto mientras mirábamos el paisaje.

— A ver Alma, cuéntame que te pasa. — me dijo.

Le conté todo lo sucedido con Dylan y que la verdadera razón por la que no quería ir es para no verle.

— Ay Alma, tienes que afrontar tus sentimientos y tus acciones. Si fuiste tan valiente para decirle y dejarle las cosas claras, también tienes que serlo para afrontar lo que viene después. Sé que el último año no fue el mejor para ti, pero no creo que lo mejor sea cerrarte en banda. Mira tu mamá, ella siempre luchó por tu papá aunque sufrió mucho, pero ella siempre apostó por el amor. Tu mamá ama al amor y aunque le hagan daño cree en él y gracias a ello estas tu aquí. Si tu mamá se hubiera rendido o se hubiera cerrado no sería lo feliz que es ahora. [...]

[...] Y con esto no te estoy diciendo que aceptes lo primero que venga. Tienes que saber que te mereces y no conformarte con poco. Pero siento que no estás dejando que te lo demuestren Alma. Te conozco y sé que eres una niña con mucho amor para dar no dejes que una mala experiencia te prive y prive a los demás de ser feliz.

Mire al frente y asimile todo lo que me acababa de decir Paz. Tenía razón, tengo mucho miedo, pero es algo que no puedo controlar.

— Tienes razón, Paz. Iré a la casa de campo. — posteriormente, me abalancé sobre ella para darle un abrazo. — ¿Tú vas a la casa, no?

— Sí, creo que voy a ir con Camilo.

— Como, ¿y qué opina Nico de todo esto? — le pregunté.

— Ni lo menciones, de momento está en la fase de aceptarlo aunque no creo que le cueste mucho Camilo es un buen hombre.

— Lo es.— le respondí.

Se estaba haciendo tarde, así que decidimos volver a la residencia y hacer las maletas. Me encanta pasar tiempo con Paz a veces siento que es la única que me entiende. Llegue a mi habitación y vi como estaban todas menos Rose.

— ¿Y Rose? — pregunté.

— Ni idea gorda, desde que paso lo de la ronda de amiga no se ha aparecido por aquí. — me respondió Sofía.

— ¿Creéis que me pasé?

— No lo creo Alma, todas sabemos como es Matías tú fuiste una buena amiga y le advertiste. — me comentó Alai mientras se acercaba a darme un abrazo.

— Concuerdo. — espetó Martina mientras intentaba cerrar la maltea.

— ¿Marti, sabes que nos vamos solo tres días no? — le dije.

— Si lo sé, pero tranquila que esta es solo la primera maleta. La otra la hago ahora.

Mire a Alai y nos empezamos a reír. Martina y Sofía eran tan, pero que tan presumidas y chetas que a veces se pasaban. Yo estuve una media hora haciendo mi maleta, metí solo lo imprescindible, antes de cerrarla me di cuenta de que había olvidado mi ropa de equitación. Una de las cosas que más me gustaba hacer en la casa de campo era montar a caballo, me sentía libre y completa.

— ¿Sabéis como vamos a la casa de campo? — preguntó Sofía.

— Creo que cada uno va con su familia. — respondió Alai.

— Es en serio, no puedo aguantar un camino de casi una hora con mi hermano Amado, es muy pesado. — respondió Sofía.

— Anda que yo, no te haces una idea de lo que es aguantar a mi padre. Amo a los Man, pero siempre que vamos en coche me pone todo el disco entero. — dijo Martina.

— Bueno, chicas, creo que hay que ir bajando a la entrada allí nos esperan.

Todas agarramos nuestras maletas y bajamos hasta la entrada. Mientras bajaba las escaleras con mi maleta mi papá se apresuró y la agarró para que no la bajara yo. Detrás estaba mi mamá que me estaba esperando.

— Mi niñaa, al final has venido. — me dijo mama.

— Si ma, al final no era nada.

— Me alegro tanto. — me respondió mientras me daba un abrazo que por poco se me salian los sesos por la boca.

— Ma, no puedo respirar.

— Mar, por favor vas a matar a la niña. — dijo papa.

— Ay pela, déjame abrazarla.

Vuelta a empezar [Casi Angeles]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora