Capitulo cuatro

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Louis regresó a trompicones al salón cogido del brazo de Jay, se apretujaron a través de la puerta al mismo tiempo. Clifford estaba feliz, sentado en medio de la sala, echando pelo sobre la alfom­bra azul y blanca mientras sonreía al vizconde.

—Creo que le cae bien —dijo Jay con un tono en cierto modo acusador.

—Tú también le caes bien, Jay —explicó Louis—. El problema es que él no te cae bien a ti.

—Me caería mejor si no intentara importunarme cada vez que cruzo el vestíbulo.

—Pensaba que había dicho que la señora Tomlinson y el perro no se llevaban bien —comentó lord Styles.

—Así es —respondió Louis—. Bueno, sí se llevan bien. Bueno, no y si...

—Eso aclara las cosas infinitamente —murmuró Styles.

Louis hizo caso omiso de su tranquilo sarcasmo.

—Clifford adora a Jay —explicó—, pero Jay no adora a Clifford.

—Yo le adoraría un poco más —interrumpió Jay— si él me ado­rara un poco menos.

—De modo que —continuó Louis con decisión— el pobre Clifford considera a Jay una especie de rival. Por eso cada vez que la ve...—Se encogió de hombros con gesto de impotencia—. Bien, me temo que simplemente la adora más.

Como si le hubieran dado pie, el perro se quedó mirando a Jay y se fue directo a colocarse a sus pies.

— ¡Louis! —exclamó la omega.

Louis se apresuró a ponerse al lado de su madrastra, justo cuando Clifford se incorporaba sobre las patas traseras y plantaba las delan­teras sobre las rodillas de Jay.

— ¡Clifford, abajo! —le reprendió—. Perro malo. Perro malo.

El perro se sentó otra vez con un pequeño gemido.

—Louis—dijo Jay con voz extremadamente firme—, hay que sacar a este perro a pasear. Ahora.

—Es lo que planeaba hacer cuando llegó el vizconde —replicó Louis al tiempo que hacía una indicación al alfa que se encontra­ba al otro lado de la habitación. La verdad, era extraordinario el número de cosas de las que podía culpar a ese alfa insufrible si se paraba a pensar.

— ¡Oh! — dijo Jay con un grito —. Le ruego me disculpe, milord. Qué descortés por mi parte no haberle saludado.

—No se preocupe —dijo con tranquilidad—. Estaba un poco absorta al llegar.

—Sí —rezongó Jay—, esa bestia de perro... Oh, pero ¿qué modales son estos? ¿Puedo ofrecerle un té? ¿Algo de comer? Qué amable que haya venido a visitarnos.

—No, gracias. He estado disfrutando de la estimulante compañía de su hijo mientras espero la llegada del joven Zayn.

—Ah, sí —respondió Jay—. Zayn ha salido con el señor Berbrooke creo. ¿No es así, Louis?

Louis asintió con gesto impávido, no estaba seguro de si le gustaba que la llamaran «estimulante».

— ¿Conoce al señor Berbrooke, lord Styles? —preguntó Jay.

—Ah, sí —contestó él con lo que a Louis le pareció una reticencia bastante sorprendente—. Sí que le conozco.

—No estaba segura de si debía permitir que Zayn saliera con él a dar un paseo. Esos carrocines son terriblemente difíciles de manejar, ¿no es cierto?

—Creo que el señor Berbrooke tiene mano firme para los caballos—contestó Harry.

—Oh, bien —respondió Jay, y dejó ir un suspiro de gran alivio —. Sin duda me deja más tranquila.

El alfa que me amo (Larry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora