1: Sorpresa no tan inesperada

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En este punto de la vida ya todos conocen la hazaña del príncipe de XianLe.

Ascendió a los diecisiete.

Fue expulsado a los veinte.

Volvió a ascender a los veinticuatro.

Poco después fue desterrado nuevamente.

Realmente no era sorpresa y a la vez sí el hecho de verlo nuevamente ascendiendo a los cielos. Pero, por más que los dioses quisieran verlo para burlarse, o alejarse con repulsión al notar que se trataba de él. Nadie pudo moverse un centímetro, pues poco después de que Xie Lian notara en dónde estaba, se retiró una de sus túnicas para cubrir algo que llevaba en brazos.
Alguien que no tomaba en serio lo ocurrido, se acercó fingiendo darle la bienvenida. Este dios era uno civil, rezado en dos o menos ciudades y realmente no muy conocido.

-Su Alteza XianLe -dijo con una sonrisa falsa -, bienvenido a los cielos una vez más. ¿Cuánto planea quedarse esta vez? -se burló.

Apoyó su mano sobre el hombro de Xie Lian, esperando esa incomoda sonrisa, pero aún amable que todos conocían del príncipe. Pero recibió una mirada de desprecio en lugar de eso, una imagen que jamás esperó presenciar, una imagen que le congeló la sangre y los huesos.

-Suéltame -dijo Xie Lian.

Se alejó instantáneamente. Todos miraron con confusión como este joven de ochocientos años recién ascendido miraba con desconfianza a todos y cada uno de los dioses que rodeaban el sitio.
Xie Lian dirigió su atención al palacio central, al del emperador. Miró, con una expresión indescifrable en su rostro, hacia ese sitio. Volvió a acunar en sus brazos lo que sea que había cubierto y comenzó a avanzar para salir de ahí.

-Su Alteza -dijo Ling Wen -, ¿A dónde va?

-Rechazo la divinidad -dijo sin detenerse.

-No puede irse. Tiene una deuda demasiado grande.

Eso finalmente detuvo sus pasos. Con la misma indiferencia, él volteo para verla directamente a los ojos.

-No importa cuánto sea. Quién la pagará por mí será el mismo hombre que me trajo acá -eso era una clara referencia al Emperador. Y sin decir más retomó el paso.

Muchos de los oficiales empezaron a gritar blasfemias. Era insoportable ver a alguien rechazar el mayor logro, y tratar a su emperador divino como si fuese un banco de dónde obtener dinero cuando se te antoje. Una falta de respeto demasiado alta, que no pensaban dejar pasar.
Xie Lian frunció los labios, y tras detenerse debido a que uno de estos oficiales inútiles le tomó del hombro, volteó.
Aquel ignorante que lo sujetó, creyó haber ganado, hasta que Xie Lian, con una sola mano, pues su otro brazo aún sujetaba lo que sea que había cubierto con su túnica, lo agarró del cuello de los ropajes y soltando de su brazo unas vendas ordenó a las mismas rodearse en el cuello del oficial celestial para ahorcarlo.

-¿Qué...de..mo...?

-Escucha -dijo Xie Lian, su tono de voz era amenazador y resonante -. Vuelve a tocarme y olvídate de tu existencia.

Nadie creía lo que veía.

Más insultos hacia él salieron. El dios bastardo que se le acercó perdía aire poco a poco. Y entonces, lo que había debajo de las túnicas blancas de Xie Lian, en su brazo, se movió.
Fue gracias a eso que el recién ascendido dejó de extrangular al otro y acumuló toda su atención a lo que llevaba escondiendo desde que llegó.

-¿Mami? -se escuchó la voz de un pequeño niño, tan aguda, de unos cinco años o menos, mientras sacaba su pequeña mano de las túnicas y sacaba la cabeza.

Una historia muy aparteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora