2: Huir y esconderse

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Agarrando la mano de su pequeño y sujetándolo en brazos se dispuso a salir al pueblo, revisó el dinero y supo que sería suficiente para poder ir a otro lugar alejado, asegurándose de pasar desapercibido y no volver a ser encontrado.
En las calles del pueblo, podía escuchar los murmullos de vergüenza hacia él. Había llegado ahí hace unos cuatro años, los habitantes fueron tan amigables y lo ayudaron a reconstruir lo que era ahora su hogar, que dejaría de serlo, nadie sabía la situación en la que él vivía, y cuando Xie Lian comenzó con aquel negocio no muy práctico nocturno, los rumores y las malas lenguas se fueron difundiendo. Apenas unas pocas personas aún le mantenían un aprecio o respeto, y de ellas iba a despedirse el día de hoy.

Cruzó el mercado hasta llegar a una casa en dónde una mujer anciana esperaba junto a su marido, ambos se alegraron al verlo.
Ellos eran los señores Fang, una amable pareja que había ayudado con dinero, materiales e incluso cuidando de A-Ying cuando más lo necesitaba. El hecho de tener que despedirse de ambos le dolía demasiado. Si bien, ninguno de los dos estaba de acuerdo con que Xie Lian vendiera su cuerpo para darle de comer a su hijo, siempre estuvieron para él, incluso cuando todos los demás lo despreciaban.

Tras despedirse de ellos y dejar que su retoño jugara por última vez con ellos y comiera unos bocadillos de la señora Fang, tomó al pequeño en brazos y caminó, llegó a otros hogares, hombres y mujeres lo recibían y con lágrimas exclamaban cuánto lo iban a extrañar. Su última parada fue al final una gran construcción con decoraciones rosas, rojas y oro. Era la zona roja del pueblo, y se encontraba en frente al burdel más concurrido.

Era habitual que llegara, así que ingresó sin problemas, saludó a la encargada y consiguió entrar al dormitorio de las mujeres del burdel, era por suerte la hora de descanso y comida para todas. Ellas con alegría lo recibieron, apretaron y jalaron de los cachetes gorditos de A-Ying y le hicieron paso para que se les uniera a la hora de peinado con ellas. Xie Lian permitió que su hijo jugara con los niños que vivían ahí también, eran sus amigos, y sería la última vez que les vería.

-Mami -dijo el pequeño, con sus grandes ojos grises abiertos -, ¿Porqué nos estamos despidiendo de nuestra familia?

El joven pelicastaño sonrió, su hijo era muy inteligente, lo hacía sentir orgulloso.

-Verás, baobei. ¿Recuerdas cuando me preguntaste porqué no tenías papá?

A-Ying asintió.
-Es porqué papá es un señor malo que lastimó a mami, y por eso mami escapó para proteger a A-Ying -alzó los brazos para abrazar a Xie Lian.

-Así es -recibió el abrazo con una risa-. Pero ahora, mami se encontró con unas personas malas que pueden ayudar al señor malo a encontrarnos. Es por eso que debemos escapar.

El pequeño se sorprendió, miró con lágrimas en sus grandes ojos a su madre y sujetó las túnicas blancas mientras hundía el rostro en ellas. Sabía que era lo mejor, pero aún así dolía.

-Ve. Juega con tus amigos.

A-Ying fue junto con los otros pequeños. Mirando de reojo como su madre sonreía, aunque no lo parecía, había tristeza en sus ojos, era una suerte que el niño aún no pudiera leerla.

-¿A qué se debe tu visita inesperada A-Lian? -dijo una muchacha de ojos azules y cabello castaño, Ying Jie. Realmente no era su verdadero nombre, pero apreciaba ser llamada de esa forma.
Ella también quería mucho a Xie Lian, por lo que fue la primera en lanzarse hacia él para hacerle una trenza.

-Me temo que tendré que irme del pueblo -dijo triste, las demás mujeres se sorprendieron y empezaron a consolarlo.

Xie Lian había encontrado un hogar confortable junto con las mujeres del burdel, ellas comprendían su situación, le proporcionaban apoyo y consejos, muchos de sus productos de limpieza, así como diferentes consejos para su trabajo de prostitución, fueron obtenidos gracias a ellas.
Incluso les había contado todo sobre su vida, que tiene ochocientos años, que alguna vez fue un dios y un príncipe, porqué cuando llegó a ese pueblo estaba escapando, y como es que obtuvo a su hijo.

Una historia muy aparteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora