[ 4 ] Los gritos en la sala no lo dejan en paz, sólo lograba oír discusiones y comentarios fuera de lugar; rodó sus ojos y cerró lentamente sus parpados mientras se colocaba los audífonos en cada una de sus orejas.
Soltó un pequeño suspiro, sonriend...
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Soltó un suspiro, dispuesto a resolver las cosas con la venezolana, no quería que su relación acabarse, aunque ella ya le había dicho que lo suyo había terminado hace mucho, aún así, ¿Por qué no seguir intentándolo? realmente la amaba.
Los pasos que dio para llegar al parque donde la citó fueron cortos, dándole el tiempo suficiente de pensar todo lo que haría cuando la tuviese de frente nuevamente, pero unas risas lo obligó a detenerse, pues supo identificar de quien era con facilidad; al momento de levantar la mirada se topó con la de pecas, pero no sola, al lado de ella se encontraba otra mujer, una con cabello azul marino y con una estatura pequeña.
Canadá había escuchado la risa de Venezuela una infinidad de veces, pero no tan genuina como aquella, bajó su cabeza y observó las flores que tenía en su mano, Dios, ¿enserio estaba haciendo eso? repentinamente se dio cuenta que el verdadero problema de su relación fue él, sin darse cuenta estaba apagando la sonrisa de la rubia, volvió a subir la mirada, notando como ambas se tomaban de la mano, sonriendo la una a la otra.
El Canadiense no quería arruinar aquello, si no pudo hacer feliz a Venezuela, entonces no merecía tenerla, debía dejar que ella decidiera con quien estar.
Se dio media vuelta, pues no hacía más que estorbar en aquel lugar.
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