[ 4 ] Los gritos en la sala no lo dejan en paz, sólo lograba oír discusiones y comentarios fuera de lugar; rodó sus ojos y cerró lentamente sus parpados mientras se colocaba los audífonos en cada una de sus orejas.
Soltó un pequeño suspiro, sonriend...
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El peruano suspiró en un tono nervioso, y su comportamiento no era para menos, pues aquella hermosa mujer lo miraba de arriba hacia abajo, como una cazadora examinando a su presa. Perú no estaba enamorado de esa dama, pero, aún así, era normal que tuviese aquellos sentimientos hacia ella, cayendo en la misma trampa como muchos de los amantes que Venezuela había tenido a lo largo de su vida.
Perú salió de sus pensamientos al momento de ver como la rubia se levantaba de su lugar y se dirigía lentamente hacia él, moviendo de forma seductora sus caderas, de lado a lado, dejando resaltar su figura, su sedoso cabello, e incluso la forma coqueta de caminar con esos tacones que le entregaban un aire de elegancia.
Aún nervioso se intentó acomodar en su puesto, queriendo verse confiado y seguro de si mismo, pero vaya sorpresa se llevó cuando la rubia pasó a su lado y ni se dignó a mirarle. Volteó su cuerpo para ver mejor la figura de la mujer, iba a llamarla, pero cerró sus labios al instante, pues, antes de siquiera nombrarla, observó como esta le sacaba el dedo del medio mientras seguía con su camino.
Una extraña y leve mueca con sonrisa apareció en el rostro del hombre, una expresión que sería inesperada para cualquiera, ni él sabía el porque de su sonrisa, lo único que tenía en cuenta era que le fascinaba la actitud tan extraña y sin vergüenza de aquella mujer.
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