Un bate cubierto de sangre es la única imagen que conservo de mi más reciente pesadilla, también la primera señal de que no me espera un buen día.
Así ha sido desde hace poco más de un año, los recuerdos acribillan mi consciencia vulnerable durante mis noches de sueño y la angustia resultante se aloja en mi abdomen al despertar para acompañarme a lo largo del día.
Seco algunas lágrimas que parecen haber escapado de mis ojos mientras dormía y hago los ejercicios de respiración recomendados por la psicóloga.
Acabo concluyendo con melancolía que este es el precio que debo pagar por mis errores al mismo tiempo en que la culpa acumulada a lo largo de estos últimos doce meses se asienta sobre mis hombros con pesadez.
Desayuno sola y en silencio. Papá ha vuelto a salir antes del alba para no tener que verme la cara.
La caminata hacia la escuela es tranquila y casi terapéutica. Treinta minutos imprescindibles para poner en orden mi cabeza.
-Phoenix, ¡por aquí!
Un escandaloso grito me recibe a las puertas de la escuela y lo siguiente que percibo son dos pares de brazos apretujándome hasta la asfixia y una seguidilla de reclamos sincronizados.
-¡Traidora! ¡No nos escribiste! ¡Seguramente pasaste todo el verano junto a tu otra mejor amiga y olvidaste que existíamos!
Me parto de la risa como no lo hacía en meses; no solo por sus celos injustificados, también porque adoro cuando mis gemelas favoritas hablan a coro. Sin embargo, me compadezco de sus sensibilidades e intento compensar el vacío de mi ausencia con una enorme dotación de besos en sus mejillas.
-Lo siento, chicas. Pero saben que Mandy es prácticamente mi hermana y desde la mudanza no habíamos tenido tiempo para ponernos al día -Un nudo toma posesión de mi garganta al recordarla y procuro deshacerme de él rápidamente-. No obstante, ustedes son mis compis artísticas, ¿qué más podrían desear?
De cualquier modo, atrayendo las miradas de nuestros compañeros, mi dúo favorito termina llevando a cabo su venganza en una injusta guerra de cosquillas.
¿Lo más increíble? Ni siquiera me importa. La chica tímida de Horizon Hills que estaba obsesionada con pasar inadvertida parece haberse evaporado desde que puse un pie en Memphis.
Y me agrada. «Lástima que siga atada a sus peores memorias.»
El timbre resuena y cada una se traslada a su clase. Me dirijo con prontitud hasta el final del salón: mi refugio y mayor fuente de inspiración. Disfruto de ser la única sin un compañero porque me permite perderme en mis pensamientos sin interrupciones.
El señor Hendricks alza la voz y una horrible sensación se instala en mi estómago al ojear con rapidez el rostro del chico a su lado.
«No puede ser.»
-Les presento a Andrew Ackerman, nos acompañará durante el próximo curso -Escuchar su nombre confirma mi sospecha-. Tome asiento en la última mesa.
Me oculto tras el libro de Álgebra mientras mi estómago se retuerce dentro de mi abdomen. Una mano tendida en gesto amistoso invade mi campo visual.
-Soy Andrew. Es un placer.
«No, no lo es.» Y mi bilis parece estar consciente de ello pues escala por mi esófago como una orgullosa alpinista. Me apresuro a alzar la mano con la que debería haber contestado el saludo para captar la atención del profesor:
-Necesito ir al baño.
Debo estar de color verde para que el maestro más puntilloso del colegio me deje salir sin inconvenientes, pero no me quejo; estoy demasiado ocupada huyendo al baño de chicas en una carrera contra el vómito.
Arrodillada frente al váter y con el omelet de mi desayuno evacuándose por las tuberías, sé que mi primer pensamiento al despertar estaba en lo cierto.
«Este no va a ser un buen día.»
Y probablemente, tampoco un buen año.
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Reinventados
Roman d'amourA pesar de las pesadillas ocasionales a las que ya se ha acostumbrado, Halley Bishop cree tenerlo todo perfectamente bajo control. Ha guardado en un cofre con cerradura de titanio el peor episodio de su vida, y lanzado la llave en lo más profundo d...