Capitulo 2: felicidad entre colmenas PT1

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Qué bello es el sentimiento de amar, aunque a veces la reciprocidad no esté presente, ¿No te parece, Bea?

La joven se hallaba frente a Edgar, quien parecía lucir una sonrisa tierna en su rostro. Avanzaban juntos, pero Bea sentía una especie de desconexión, como si estuviera caminando en solitario. Repentinamente, un grito de la chica volvió a alertar al joven:

- ¡No me abandones de nuevo! - exclamó la jovencita, con un aliento tan frío como el hielo.

Edgar la observó detenidamente y se acercó a ella, agachándose un poco para quitarse la bufanda y envolverla alrededor de su cuello para mantenerla caliente.

- Devuélveme la bufanda cuando nos volvamos a encontrar, Bea.

El joven se alejó sin su bufanda, dejando perpleja a la chica. ¿Por qué le había entregado aquella bufanda? ¿Por qué no le había dado su número de teléfono u alguna forma de encontrarse en el futuro? Bea tomó la bufanda suavemente y se la enrolló más alrededor del cuello para protegerse del frío.

- Me siento tan feliz como una abeja.

Con el paso del tiempo, al regresar a su hogar, Bea tomó la bufanda y la enrolló cuidadosamente para guardarla en un lugar seguro. Sin embargo, inesperadamente, la bufanda golpeó su cabeza, sorprendiéndola y dejándola pálida.

- ¿Acaso estás viva? - murmuró la joven al tocar suavemente la bufanda que parecía cobrar vida.

La bufanda se aproximó a Bea y se enroscó alrededor de su cuello, como si fuera una mascota cariñosa, buscando descansar allí.

- ¿Acaso Edgar me la entregó para que no me sintiera sola? - se preguntaba Bea, sin obtener respuesta alguna.

Bea se quedó mirando fijamente la bufanda que ahora parecía tener vida propia. Con un ligero titubeo, decidió recitar una serie de poemas absurdos para ver si aquella prenda mágica le respondía de alguna manera.

– Bufanda de lana, en mi cuello te enredas, ¿acaso eres un ser con emociones sinceras?

La bufanda no emitió ningún sonido ni movimiento, pero Bea decidió continuar con su extraña conversación con el accesorio.

– Bufanda misteriosa, ¿acaso en tus hebras guardas secretos de una historia amorosa?

Nuevamente, la bufanda permaneció en silencio, desafiando a Bea a seguir con sus tonterías. La joven no se rindió y prosiguió con su monólogo absurdo.

– Bufanda encantada, ¿me proteges del frío o es que en realidad eres un ser travieso?

Finalmente, la bufanda inesperadamente se desenrolló de su cuello y comenzó a danzar por la habitación, dejando a Bea boquiabierta y confundida.

– ¡Qué demonios...! ¿Qué está pasando aquí? - exclamó Bea, asombrada por la repentino baile de la bufanda.

La prenda continuó su danza alegre, como si disfrutara de la diversión que provocaba en la joven. Bea decidió unirse a la fiesta y comenzó a bailar junto a la bufanda, olvidando por completo su preocupación previa por la extraña situación.

Y así, en medio de la absurda danza con una bufanda encantada, Bea encontró un momento de alegría y diversión inesperada en aquella noche surrealista.

El sueño se apoderaba de Bea de una forma tan profunda que incluso la bufanda, a su lado, parecía descansar junto a ella. En su ensoñación, Bea se encontraba tomando té con una abeja de tamaño descomunal, una escena completamente surrealista.

– Quiero otra taza de té, Bea - comentó la abeja reina con elegancia y buenos modales.

– Por supuesto, lo serviré de inmediato - respondió Bea con una amplia sonrisa.

Sin embargo, la abeja emitió sonidos similar a un despertador, interrumpiendo aquel extraño sueño. La realidad golpeó a Bea al despertarse, dándose cuenta de que la bufanda no estaba a su lado. Las imágenes del día anterior se disiparon, tal vez solo habían sido parte de una pesadilla sin sentido.

Al bajar las escaleras, Bea se encontró con la bufanda sirviendo el desayuno. La sorpresa la llevó a gritar de terror al ver a la bufanda comportarse como si estuviese viva. Aterrada, Bea cuestionaba si lo sucedido tenía alguna lógica.

– ¿Acaso esto tiene algún sentido? - murmuró Bea mientras la bufanda, con un gesto gentil, le entregaba el desayuno y se retiraba del lugar. Bea se quedó perpleja, tratando de encontrar una explicación lógica a aquella situación incomprensible.

Bea x Edgar la historia de una abeja solitaria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora