Capitulo 3: la cita

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  ¡Qué jornada tan magnífica! Como era de anticipar, nos adentramos de inmediato en la fecha específica de aquel encuentro que marcaría el principio de una nueva amistad después de un prolongado lapso de tiempo.

Las horas transcurrieron y me hallaba en el sitio que Edgar mencionó.

– Saludos, Bea - expresó el joven con una radiante sonrisa que se extendía de una mejilla a otra.

Yo, vistiendo mi habitual camiseta.

Saliendo de paseo con mi nuevo amigo, entablamos una conversación fluida

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Saliendo de paseo con mi nuevo amigo, entablamos una conversación fluida. Yo, como siempre, introduje el tema de las abejas y él escuchaba atentamente, formulando varias preguntas con las que no dudé en entusiasmarme al responder.

– Bea, ¿por qué te fascinan tanto las abejas? - preguntó Edgar, buscando iniciar una conversación interesante.

La chica compartió la historia de su "casi muerte", que admitió era un tanto ridícula, pero que a Edgar le pareció tierna. Este, incluso, acarició suavemente su cabello mientras le decía que siempre es bueno expresar gratitud.

Bea insistía en que su historia era tonta, pero Edgar decidió llevarla a un modesto restaurante para seguir conociéndose, ya que consideraba que era suficiente para su encuentro.

Después de comer, charlaron sobre sus respectivos días y pasados. Al caer la noche, Bea tomó la mano de Edgar de manera espontánea, lo que lo sorprendió un poco, pero optó por no darle importancia, ya que ambos eran personas con pocas amistades.

Cuando llegó el momento de despedirse, Bea agradeció a Edgar por el día y le ofreció pasar la noche en su casa cuando quisiera. Él aceptó la invitación para conocer más sobre la vida de Bea. Al entrar en su hogar y observar la habitación amarilla iluminada por la luna, comentó sobre el gusto de Bea por ese color.

Mientras descansaban bajo el cielo nocturno, Bea despertó y admiró la luna con una sonrisa, lo que llevó a una conversación sobre la belleza del astro entre ella y Edgar. Bea compartió un poco de su pasado y confesó sentirse feliz de tener compañía, pues había perdido a su madre años atrás y se había quedado sola sin respuestas de otros familiares.

– Me alegra que estés aquí conmigo, Edgar. Aunque suene tonto, poder compartir este momento contigo me hace sonreír - expresó Bea sinceramente.

Edgar, tras suspirar profundamente y acariciar suavemente la frente de Bea, le revela ese pasado que tanto le preocupaba a la joven.

– Los meses que pasé en la clínica fueron como un oasis en medio del desierto. Pude conectar contigo en una amistad profunda. Pero lo que nunca te dije es que estuve allí por la salud de mi abuela. Ella pasaba mucho tiempo en ese lugar y yo la esperaba pacientemente cada día. Cuando finalmente se fue, me quedé con su bufanda, que todavía tengo. Siento como si su bendita alma aún estuviera presente en ella, aunque sé que puede ser solo una ilusión.

Bea escuchó atentamente, preocupada por Edgar. Tomó su mano y la sostuvo con fuerza, lo que provocó que el chico se ruborizara levemente. Cuando lo miró a los ojos, le confesó sus sentimientos.

– Deseo ser tu amiga, estar a tu lado y conocer más de ti. ¿Podemos seguir hablando de esto?

Edgar se sintió sorprendido por la preocupación de Bea por su bienestar. Aunque se preguntaba por qué le importaba tanto si solo era un joven con tendencias emo, en ese momento su corazón latía con fuerza, como si fuera un tambor en su máximo esplendor.

La abeja ya no está sola, tal como creía anteriormente. Parece que ha encontrado compañía inesperada. Al día siguiente, ambos se despidieron y partieron hacia sus respectivos destinos. Mientras Bea se despedía del chico, le dio un suave golpe en la espalda y le deseó suerte, utilizando un tono sarcástico y algo despectivo al llamarlo "emo estúpido".

Es evidente que la abeja está mostrando un exceso de confianza tras haber compartido una noche en la que ambos compartieron sus problemas pasados. A pesar de que este encuentro haya sido breve, el chico agradece a Bea con una leve sonrisa antes de decidir separarse y seguir caminos diferentes.

Bea x Edgar la historia de una abeja solitaria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora