Capítulo 6

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Ya es casi mediodía cuando vuelves a casa.

Te mueres de sueño, así que tiras tus llaves de cualquier forma en el cuenco, y no te molestas en dejar tus zapatos ordenados. Te arrastras como puedes hacia el interior de la casa, y el aroma de algo delicioso se cuela por tus fosas nasales.

- Por fin has llegado.

Cuando te asomas a la cocina, te recibe la imagen de Suguru frente a los fogones. Se ha puesto tu delantal, uno que es rosa con volantes, y el contraste entre la prenda tan femenina y su figura, tan ancha y sólida, te arranca una sonrisa.

Suguru da unos golpes con una cuchara de madera contra el canto de la olla, y se gira hacia ti. Una fina arruga se forma entre sus cejas.

- ¿Todo bien?

- No he encontrado a Miguel. - Suspiras, con los hombros hacia adelante. Eres la viva imagen de la derrota. - Estoy cansada, voy a darme una ducha.

- Espera, ven.

Suguru da unos pasos hacia ti, y recibe tu cuerpo con los brazos abiertos. Apoyas todo tu peso contra su torso, y cierras los ojos. Escuchas su respiración contra tu cabello, y tú también inhalas su aroma. Mmm. Suguru. Huele a hogar.

Su mano trepa hasta tu mejilla, y te obliga a separarte de su cuerpo, así que obedeces con un gemido de protesta. Sus ojos oscuros y cálidos escrutan tu rostro, como si pudieran encontrar todas las respuestas a las preguntas del universo detrás de tus ojos.

Parpadeas un par de veces, y sientes como si tuvieras arenilla detrás de los ojos. Estás tan cansada.

- ¿Sucede algo? - Preguntas.

- Me ha parecido... - Se corta, y te muestra una sonrisa que sabes que no augura nada bueno. - Nada. Me temo que tendrás que volver esta noche.

Sus palabras caen como un peso en tu estómago.

- Necesito que encuentres a Miguel, lo lamento.

- Vale. - Suspiras. - Qué remedio.

El pulgar de Suguru pasa de tu mejilla hasta tu labio inferior, y lo recorre de lado a lado con calma, hasta dejarlo reposar en tu barbilla. Atrae tu rostro hacia el suyo con su mano firme, y te deja un beso casto en los labios.

- Eres la mejor. - Te sonríe. - Ponte cómoda. La comida está casi lista.


La ducha con agua hirviendo te relaja tanto que casi te quedas dormida contra los azulejos.

Gojo.

Te desenredas el cabello frente al espejo de tu tocador. Sí, pareces cansada.

Gojo.

Te pones el pijama y te dejas caer en el sillón de la terraza. Hace un día precioso fuera. El sol te arropa como una manta. Enciendes un cigarrillo y dejas que una calada de humo enorme te queme la garganta.

Gojo.

- Tía _____.

Dejas caer la cabeza hacia un lado y ves a Nanako asomarse desde la puerta corredera de cristal que da a la terraza.

- ¿Cuántas veces tengo que decirte que no me llames así? - sueltas el humo por la nariz poco a poco.

Nanako tiene un brillo maligno en los ojos, uno muy especial que has aprendido a relacionar con la crueldad de la adolescencia.

- Deberías darte una siesta - te dice, sin perder la sonrisa.

Tiene razón, pero no es menos sospechoso.

Where did I go wrong | Gojo x Lectora | Old Beats AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora