Son casi las 10 dela noche y el cielo está despejado y lleno de estrellas. Aun traigo puesta sucazadora y me pregunto si él sabrá donde vivo. Quiero decir, usualmente elchico acompaña a la chica hasta la puerta de su casa, pero no me ha preguntadodónde está la mía. Unos meses después de que se fuera el edificio fue vendidopor lo que los poco inquilinos tuvimos que buscar otro lugar, para mi suerteencontré rápidamente un nuevo departamento para rentar.
Llegamos por fin adonde su auto estaba estacionado. Me abre la puerta del copiloto y me subo. Élrodea el auto y se sube del lado del conductor. Hasta este momento y desde quela trabajadora nos había interrumpido no hemos cruzado ni una palabra. Buscalas llaves en su bolsillo, enciende el auto y toma algo de un compartimientodel coche que se mete a la boca. Parece un dulce color amarillo. Me ofrece unopero niego con la cabeza. A pesar de conocerlo desde hace años no puedo estarsegura de que no se ha convertido en un asesino serial, y ya bastante riesgosoes subirme con al a un carro como para darme el lujo de dejar que me drogue conquién sabe qué cosa.
Bien, quizáexagero, pero mi exageración me ha mantenido sana y salva por veinte años.
- ¿Dónde vives? –por fin dice algo. Y me reconforta saber que me llevará hasta casa aun despuésde que esta noche fue un asco, y digo un asco porque, sí, no pude besarlo. ¡Gracias mesera incompetente!. Le doy midirección y arranca hacia allá.
Mientras maneja memira y sonríe, entonces su mano se extiende hacia el estéreo de su auto ypresiona un botón que emite una luz verde, acto seguido se enciende una pequeñapantalla y puedo escuchar la voz de un cantante masculino... Boyce Avenue,cantando un cover de Fun... We are Young, a decir me gustaba más esa versión. Lacanción, sumada a la fresca temperatura del auto crean un ambiente agradable.
- ¿Qué tal estaba tu café? – Me animo apreguntar con todo el nerviosismo recorriéndome
- Caliente – Comola mesera pienso – ¿y el tuyo?
- Rico – Trago saliva y reuniendo valor dije –¿Puedo preguntarte algo?
- Todo lo que quieras – Responde dedicándome unasonrisa.
- La mesera que... – que trató desesperadamente de ligar contigo– Te dio su número...
- Si eso es lo que te preocupa – soltó unapequeña risa – no la llamaré, ni quiera tomé el papel con su número.
Escuchar quepronuncia esas palabras me alivia pero aun estaba enojada por la interrupcióncuando estábamos... ocupados. Quizá,pienso, estopueda servir de excusa para salir de nuevo. Sonríoante la posibilidad y miro a la ventanilla.
Mimente es invadida por los recuerdos de cuando aún no se mudaba. Él estudiabaconmigo, platicábamos seguido y me agradaba pasar algo de tiempo con él, teníaun gran sentido del humor y sabía cómo hacer reír a los demás. Lo conocí un parde años después que a Alex, por lo que Evan y yo nos conocíamos casi tanto comoAlex y yo.
Recuerdoque durante un tiempo, no sé exactamente cuánto ni cuándo fue, o porqué se dio,me sentía atraída por él, pero no se lo confesé nunca puesto que le temía a surespuesta. Además nunca consideré la posibilidad de que pudiéramos sr algo. Sincontar el hecho de que era mayor que yo (no por mucho), nunca fui del tipo depersonas que hablaban con sus amigas o amigos cuando alguien les gustaba, deesas que piden consejos para acercarse a alguien, no. Prefería arreglármelassola y que pasara lo que tuviera que pasar.
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Daniela y Evan
Novela JuvenilDespués de la partida de él, su amistad y lo que alguna vez sintieron debe quedar en el pasado. Pero cuando Evan decide volver para visitarla con un fin poco común tendrán que tomar decisiones que ponen en juego sus sentimientos y el rumbo estable q...