{Narrador omnisciente}
Ya era 14 de octubre y todo marchaba aparentemente bien para el joven Felix, sus vacaciones ya casi llegaban a su fin, solo quedaban 2 días más de ellas para comenzar un nuevo año escolar, ésto lo mantenía ansioso y ocupado.
Sus últimos días de vacaciones se basaron en arreglar todo para el regreso a clases, repasar todo lo visto del año pasado, ir a las clases de repostería y ayudar a su madre en casa.
Hoy era un día muy alegre, el sol brillaba, los pájaros cantaban y Lee Félix se dirigía a sus ya mencionadas clases de repostería, era viernes así que iba a ser día de "creación libre".
Éste era para el pecoso su día favorito de la semana, ya que podían hacer lo que quisieran libremente, cualquier postre que sus mentes puedan crear y perfeccionar.
El pecoso caminaba a pasos tranquilos pero seguros, tenía en su bolso todo lo que necesitaba para la preparación de sus famosos brownies, quería hacerle una ración especial a su profesor por el cariño que le tenía así que apenas llegó se puso manos a la obra.
El reto consistía en hacer algo en secreto de su libre elección y dárselo al final de la clase al profesor Minho para que se lo califique.
– Buenas tardes, Félix – saludó su profesor con una voz amable y dulce
– ¡Muy buenas tardes, profesor! – devolvió el saludo alegremente
– Vaya, puedo ver qué tienes mucha energía, ¿Con qué dulce receta nos piensas deleitar esta tarde? – interrogó mirándolo fijamente con una sonrisa coqueta
– Je... no sé lo pienso decir – le sonrió y siguió mezclando los huevos con el azúcar
– ¿Eh? Humm, ¿Y por qué no? – reprochó con un puchero en sus labios y una mirada suplicante
– Usted sabe que es un secreto así que no me insista – recordó viendolo seriamente
– Ya te he dicho que no me digas usted, tampoco soy tan mayor – se quejó dándose la vuelta para ver a sus demás alumnos
– Jejeje, eso estuvo cerca – murmuró para si mismo
Al cabo de unos 30 minutos más tarde, Félix ya tenía su dulce secreto listo, lo único que lo delataba era el olor a brownies recién hechos, pero del resto nadie sospechaba nada.
Caminó con la bandeja de plata tapada hacia el puesto de cocina de su profesor. Posó su postre en la mesa haciendo que Minho, quién casi se dormía por el aburrimiento que le ocasionaba la espera, levantará la mirada con intriga.
– Tenga – habló seguro de si mismo con una sonrisa triunfadora y aires de superioridad
– Veamos, ¿qué tenemos aquí? – preguntó sin despegar la vista de la bandeja aún tapada
– Es un secreto~ solo podrá averiguarlo si lo prueba – mencionó levantando la tapa mostrando ante sus ojos oscuros el postre de chocolate
– ¡Ohh! ¡Se ven increíbles! ¿Puedo tomar uno? – preguntó ansioso como un niño pequeño
– Claro, adelante, ¡Pruebelos! – exclamó emocionado
El pelinegro tomó uno y le dió una mordida, lo mastico cuidadosamente degustando todo su sabor y al tragar guardo silencio por un par de segundos.
El pecoso no podía con su corazón acelerado, estaba ansioso *¿Y si no le gustó? ¿Qué tal si quedo tan asqueado que no me vuelve a hablar? ¿¿O si es alérgico a algún ingrediente que agregué a mi mezcla??* esas y mil interrogantes más se paseaban por la mente del rubio.
– Esto es...¡¡Delicioso!! ¡Oh Dios, mi paladar está extasiado! ¡Es tan exquisito que podría morir! – gritó contento y dándole otra mordida al brownie
El más joven estaba en shoock, nunca pensó que podría gustarle tanto una simple receta de brownies al más alto, esto ya que al ser un gran repostero existe la posibilidad que haya probado miles de recetas mejores y más sofisticadas, se rumoreaba que tenía un paladar exigente.
Mientras el estudiante de secundaria estaba sumergido en sus pensamientos el mayor de los dos se levantó de su silla sin decir una sola palabra para acercarse peligrosamente al pequeño rubio y envolver su cuerpo en un fuerte abrazo que duró un buen tiempo.
Esto sobresalto al rubio quien seguía algo ido pero al notar es la posición en la que se encontraba no hizo más que sonrojarse, ya que estaba con su cara pegada al pecho de su profesor de repostería.
– ¡¿Eh?! Y-yo..– tartamudeo, pero aún así las palabras no salían de su boca
– Hum, no esperaba menos de ti, mi brownie boy~ – susurró cerca de su rostro para volver a apretar el cuerpo contra de suyo
Ésto hizo muy feliz al menor, estaba contento de que su receta causara esa reacción en el Lee mayor, deseaba crear cosas de ese tipo siempre para él.
Después de esa conmovedora escena se separaron y siguieron con sus tareas, Lix de hacer más brownies para compartir con su clase y Min de seguir evaluando los demás postres de sus otros alumnos.
Ya eran las 7:30 de la noche y todos debían irse lo más pronto a su casa antes de que se haga más tarde, Lix estaba guardando sus cosas cuando sintió una presencia tras de él.
– ¡Boo! – gritó para después reírse al ver la expresión de trauma del pecoso
– ¡Ahh!... ah, eres tú, Minho – dijo para poner su mano en su pecho – No hagas eso, casi me da un infarto – le reprendió con la cara roja
– Jajaja, oh vamos, es solo una pequeña broma...Oye, ¿Enserio te devolveras caminado solo para tu hogar? – preguntó con interés viendo como no había nadie esperando al menor afuera
– Si, debo volver para terminar de organizar todo para el regreso a clases – comentó terminando de guardar sus cosas
– Oh, que bueno, entonces no te interrumpire más, solo cuídate por favor, ¿si? – no recibió respuesta, solo un leve asentimiento de cabeza – Bien, entonces que tengas un bonito regreso a clases, Brownie boy – le dió un abrazo y se marchó camino a su auto
Félix solo sonrió y se despidió con una de sus manos para comenzar a caminar a su casa.
Al llegar dejó sus cosas en el sofá y subió a su habitación, se dió una ducha rápida para acomodar todo lo que le faltaba e irse a dormir temprano, debía de acostumbrarse devuelta a no desvelarse o le saldrían ojeras como a un mapache.
Se acostó pero no se durmió ya que algo en él estaba pensante e inquieto, no sabia que era hasta que le dió sed y bajó a la cocina para buscar un vaso con agua.
Al estar frente la nevera y abrirla para tomar la jarra de agua, pudo ver un topper lleno de brownies, sonrió al instante que recordó que así era como le había apodado su maestro. Se le hizo un gesto dulce y tierno.
Eso significaba que también le tenía cariño y aprecio. Su relación era muy cercana, más como amigos que como alumno y maestro, pero eso no importa, o por lo menos para él no, desde el día uno, Minho siempre lo trató con bastante atención y cariño.
Al parecer le había agradado bastante en su primera impresión, se sentía afortunado de tener un maestro tan bueno como lo era Minho con él. Aunque seguía sin entender porque cuando lo veía su corazón latía fuertemente.