02

5 1 0
                                    

Savannah Miller

—¿Savannah me está escuchando?.

Dirijo mi vista a la doctora Britther, mi psicóloga, quien no se desde que momento deje de prestarle atención, solo deje que mi mente volará y hasta deje de verla. La mirada que le doy es de disculpa mientras juego con mis manos.

–Lo lamento, me distraje. ¿Me decía?...

La escucho suspirar cansada y hasta un poco molesta, no me incómoda eso, ya tenemos la suficiente confianza como para que haga eso. Es mi psicóloga desde hace un año, es normal.

Baja la libreta junto con el bolígrafo, apoyando sus antebrazos sobre sus piernas. Aquí vamos de nuevo con el sermón sobre prestar atención.

—Savannah necesito que me prestes atención, no puedo regañarte o hasta lanzarte una bolita de papel para obtener lo que quiero.

Asiento leve acomodándome bien sobre la silla y prestando la mayor atención que pueda.

—Sav… hace un mes me dijiste que volverías a tu rutina, ayudar a quienes necesitan y ejercer de nuevo tu profesión pero nada, cada sesión es lo mismo y solo lo retrasas por una o dos semanas. Esto no te está ayudando, solo te afecta y mucho.

<<Se que no es fácil el procesar y seguir con tu vida después de tal atrocidad, además aún no te recuperas al cien por ciento sobre lo de tu madre y esto, solo fue el declive para quebrarte aún más. Necesito que me ayudes a ayudarte, vuelve a tu rutina, haz cosas que te gusten, deporte extremo, te gusta mucho ir a escalar, te gusta el salto en paracaídas y por supuesto me contaste sobre ir al columpio gigante para balancearte sobre el, sentir el aire en tu rostro y como tus sentidos se relajan por unos minutos.

Bajo la mirada apretando mis manos, se que tiene razón, pero tengo mucho miedo, aunque estemos divorciados él siempre me tiene vigilada y eso lo sé, a todo lugar que voy siempre me acompaña una camioneta negra y está ahí, esperando mi siguiente movimiento.

–Es que aún no me siento completamente bien, no quiero tratar de ayudar a alguien cuando yo aún no superó ni el número uno ni el dos. En lugar de ayudarlo solo haré que recaiga más y ahí si perderé mi profesión.

Chasquea la lengua extendiendo un bowl de dulces de todo tipo, siempre que vengo me da por lo menos unos diez.

—¿No has pensado que quizás así también puedas ayudarte tú?. Así podrás verte reflejada en otros y entenderás que no es tan malo como piensas.

Su mano se apoya sobre la mía logrando que la vea a sus ojos, siempre me ha recordado a mi madre en todo aspecto, sus ojos café claro con esa tranquilidad que sólo ellas poseen y yo estoy peleando.

—Sería buena idea dejar unas hojas de currículum para que tengan en cuenta a una gran psiquiatra.

Me dió un último apretón para levantarse a su escritorio y sacar varias hojas, llegó a paso lento estirando dichas hojas y su bolígrafo, además de una libreta para poder apoyarme y no escribir del nabo.

Suspiré bajo antes de asentir en acuerdo y llenar como 5 hojas. Mi nombre, mi número de teléfono y otros datos personales iban escritos de la manera más presentable posible, unos minutos después ambas revisamos que todo estuviera en orden hasta que escuche mi teléfono, una llamada, pedí perdón a ella para contestar sin siquiera ver quién era.

—Savy, buenas tardes… ¿Estás ahí?.

Esa voz… mire con bastante nerviosismo a Viola quien rápidamente se acercó a mi.

Me sostuvo mi mano para respirar junto con ella mientras por la bocina del teléfono seguía escuchándolo. Creo que comprendió lo que sucedía ya que dejó de hablar y junto con Viola me ayudó a respirar.

Ayúdame Miller Donde viven las historias. Descúbrelo ahora