03

2 0 0
                                    

Savannah Miller

—Una ramera nueva.

Fue todo lo que contestó a mi pregunta y agradezco que sea así, si no, terminará diciéndome más cosas.

Me ofendí un poco ya que no recuerdo haberlo insultado y mucho menos decir alguna grosería. Pero al menos dijo tres palabras, ya les gané a los demás que estuvieron aquí.

–Eh… no. Soy la doctora Miller. Me gustaría que cambiaras el ramera por Miller, suena mejor.

Hablé de forma tranquila y pacífica, no quiero guerra ahora. Dejó de verme para rodar los ojos y fijarse en la ventana.

–¿Te gusta el clima de hoy?

Soltó una risa amarga, dejando su vista de nuevo sobre mí. Me sentí tan inquieta que me removí un poco sobre la silla, ejerciendo un poco más de fuerza sobre el bolígrafo.

—Vamos al grano: no te agrado, no me agradas. Lárgate, tienes mejores oportunidades con otros que conmigo. Adiós, adieu, ciao, tchau…

Me quedé callada contando mentalmente todas las palabras que me dijo a la par que sonreía de manera exagerada.

–¡Dijiste veintiún palabras!. Eso quiere decir que sí te agrado un poco.

Abrí mi libreta y anoté lo que me dijo para luego devolver mi vista a él, quien tenía un poco de molestia en su rostro, digo poco porque es más que mucha.

–¿Cuál es tu nombre?

—Eso debe venir en el folder que te dieron. No es mi culpa que no te enseñaran a leer.

Apoyé mis antebrazos sobre la mesa para acercarme un poco más a él.

–Sí me enseñaron, solo quiero escucharlo salir de tu boca.

Si las miradas mataran, yo estaría a cinco mil metros bajo tierra y sin santos olivos. Clara explicación del cómo me ve en este momento.

Le sonrío un poco nerviosa antes de acomodar mi cabello hacia atrás.

—¿Tú me puedes arreglar?

Su pregunta me hizo abrir y cerrar mi boca, mover mis manos nerviosa y mirarlo confundida y un tanto curiosa. ¿Acaso dijo lo que mi mente creyó escuchar?

Busque entre su rostro algún indicio de broma o ironía pero no había nada, sus facciones y ojos son hielo puro e indiferencia.

No sé cuánto tiempo me quedé callada haciendo lo mismo, buscando las palabras correctas para no echar a perder el poco progreso que tengo.

–Sí, intentaremos hasta donde tú me dejes.

Me devolví a mi posición principal para levantarme y bajar un poco mi falda por haberse subido al sentarme. Camine con tranquilidad hacia la parte trasera de la silla, donde están las hebillas que sostienen las mangas de la camisa de fuerza que tiene puesta. Me agaché un poco para tomarlas y dejarlas sueltas.

Noto que su cuerpo se tenso un poco al no sentir tanta fuerza sobre él; con delicadeza estiró un poco sus brazos para quitarla por completo y dejarla a un lado suyo. Camino de regreso a mi silla mirándolo con alegría en mis ojos.

—Gracias… ¿Cómo te llamas?

Su pregunta me sorprendió bastante, logrando que relaje mis hombros para anotar rápido lo que sucedió y cómo reaccionó, dejando mi vista sobre las líneas escritas.

–Savannah, Savannah Miller. Un gusto, pero me puedes decir como quieras, menos ramera.

Le dediqué una sonrisa pequeña sin mirarlo. Otra cosa que note de reojo es su intriga por saber qué tanto estoy anotando, levanté mi vista mirándolo con un poco de gracia.

Ayúdame Miller Donde viven las historias. Descúbrelo ahora