CAPÍTULO I

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Para muchos los Omega son seres inferiores que sólo sirven para seguir las órdenes de los alfas y ser incubadora de cachorros. Que sólo podían estar en casa haciendo quehaceres sin el derecho a la educación.

Pero para los piratas era todo lo contrario.

Los Omegas para ellos eran como el oro. Eran unos seres maravillosos y excéntricos. Una creación maravillosa que merecía los mejores tratos, respeto y lujos del mundo.

Eran escasos, ya que morían en el parto por la falta de experiencia de los médicos, o muchos eran asesinados por aquellos rufianes que los interceptaban

Para una familia tener un hijo Omega era tanto una bendición, como una maldición, ya que no todos tenían la tradición de tratarlos bien.

Los piratas solían saquear pueblos para llevarlos o muchas familias se los vendían. Les daban una habitación con todas las comodidades que quisieran, los trataban como reyes y vivían por y para ellos.

Todo con el fin de que un día, estos se enamoren y acepten su mordida para enlazarlos y formar una familia.

Pero Peat, ni con todas las joyas, ni con la casa grande y ni con la mejor comodidad se sentía a gusto. Tenía un vacío en su interior, miedo. Todas las noches lloraba temblando, deseando y rogando que lo rescaten.

Porque ellos no eran como todos los piratas. Y menos, él.

Su nombre era Fort Thitipong, era el capitán de una de las tripulaciones más crueles de todo el país y del océano. Tenía treinta y ocho años de edad. Era uno de los piratas más fuertes y temidos, pero también era venerado por muchos pueblos al llevarles comida, oro y medicinas para el sustento. Podía no ser el hombre más alto, pero tenía un aura de dominio e impotencia que hacía que todos siguieran sus órdenes sin refutar.

Desde que había sido reclamado por el capitán Thitipong, el alfa se había encargado de darle todo. Dijo que sería su futuro marido, y que esperaba que un día este pudiera enamorarse de él.

Pero él no lo quería ¿Cómo iba amar un delincuente y asesino? Jamás en la vida. Prefiere ser lanzado al mar antes que darle descendencia.

No le gustaban los barcos, tenía vértigo, y el vaivén lento por el agua le daban ganas de vomitar. Pero cada vez que el capitán tenía que salir, lamentablemente Peat tenía que acompañarlo. Así el alfa se aseguraba de vigilarlo para que no se escape.

Más de una vez lo intentó, no mentía. Aunque era algo estúpido considerando que estaban en un pueblo en medio de una isla. Así que, la tripulación que trabaja para él, terminaban encontrándolo.

Esperaba un golpe, un insulto o algo. Pero no recibía absolutamente nada. El capitán se enojaba, eso sí, pero nunca le agredía. Sólo lo encerraba en la habitación bajo llave.

Era un hombre de pocas palabras. Casi nunca se interesaba en preguntarle sobre su día. El alfa vivía la mayoría del tiempo entrenando detrás de las montañas o saliendo a misiones. Misiones que eran saquear pueblos. Peat no entendía. Le quitaban sus pertenencias a personas para dárselas a otras. Aún así, no preguntaba, ya que no podía replicar absolutamente nada del trabajo de Fort.

Lo bueno era que el capitán no se ha sobrepasado con él a pesar de dormir en la misma cama por obligación. Fort jamás lo obligaría ni haría nada que le guste en el ámbito sexual. Él está esperando el tiempo en que Peat venga por su voluntad a ronronear por su nudo.

Besos sí había. Incluso caricias y masturbación de vez en cuando. Peat trataba de no ceder, pero su Omega terminaba cayendo por su naturaleza sumisa. Así que disfrutaba de esos candentes momentos dónde un alfa lo hacía correrse hasta perder la conciencia.

Captain Thitipong - FortPeat (omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora