||| Ella comió de la manzana...sin ser consciente de que eso afectaría a lo que ella más ama en este mundo. |||
Eva, la segunda mujer que fue creada y esposa de Adam, pero también es conocida por ser la Madre de la Humanidad. A diferencia de su espo...
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Eva abrió sus ojos lentamente para después sentarse en la cama con cuidado mientras la música de la cajita seguía sonando, eran aproximadamente las 8 de la mañana, usualmente no estaba acostumbrada a despertar a esta hora más que para tomar sus medicinas. Puso su mano en la parte derecha de la cama como si estuviera buscando a algo o más bien a alguien.
—Mhp? ¿Querido Adam?—. Enfocó un poco la vista para ver al lado suyo y darse cuenta que su esposo no estaba.
Miró a su alrededor dando se cuenta que esa no era su habitación y recordó todo lo que sucedió ayer. Se tocó la cabeza con su mano contraria y dió un suspiro para mirar de nuevo el lugar vacío en la cama, su mente comenzó a imaginar a su Querido Adam al lado de ella causando que ella se pusiera sensible.
—...Mi Querido Adam...—. Dijo entre un susurró triste y pasaba su mano en el lugar que estaba vacío, levantó la mirada y la cajita de música seguía prendida, pues solo se apagaba si la cerraban.
Eva lo sabía bien...esa cajita de música era un tranquilizador para sus pesadillas, pues si su querido Adam no estaba para tranquilizarla y calmar sus pesadillas, la cajita de música lo haría por la bella melodía de la canción que ella y él crearon.
Su mirada cambio a una sonrisa gentil para después sentarse en la cama, tomar la cajita de música y cerrarla. Justamente cuando cerró la cajita, Emily entró a la habitación provocando que la rubia alzará su mirada.
—Oh!—. La serafín se sorprendió al ver a la rubia despertada. —Buenos días Nana—. Saludó con una de sus dulces sonrisas acercándose a la mayor.
—Buenos días, mi niña—. Regresó el saludo con una linda sonrisa poniendo la cajita en el mueble pequeño que estaba al lado de ella y la cama.
—¿Amaneció bien?, ¿No tuvo tantas pesadillas?—. Preguntó de forma preocupada mientras sacaba de un cajón las medicinas y los jarabes que le tocaba a la rubia.
—Descuida, mi niña, tu Nana amaneció bien y mis pesadillas fueron tranquilizadas—. Contestó con tranquilidad, sonriendo con los ojos cerrados con una voz dulce y calmante.
Emily sonrió. —Me alegro—. Tenía las pastillas y los jarabes en las manos.
En el momento en que Eva miró los jarabes tragó saliva del miedo. Ella realmente odiaba los jarabes...
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