Capítulo siete.

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FAITH.

A veces nos tenemos más opciones que creer. Quizás lo que tenemos delante de nuestros ojos es algo creado por pura esperanza; es algo irreal, producto de nuestra imaginación. Quizás solamente queremos vivir una mentira porque la realidad es demasiado dura como para afrontarla. Quizás, y solo quizás, necesitamos aferrarnos a las primeras palabras esperanzadoras que salen de la boca de alguien para seguir respirando; para seguir adelante. A veces lo único que tenemos es la fe de que todo saldrá bien, aunque, en el fondo de nuestro corazón, sepamos que es mentira; es cuestión de tiempo que la verdad se imponga. Es cuestión de tiempo que todo salga a la luz y nuestras esperanzas acaben hechas añicos. Es cuestión de tiempo que nuestro corazón acabe roto.

¿Es mejor vivir una mentira a pesar de las consecuencias o afrontar la realidad por más dura que parezca? ¿Cómo podemos afrontar algo que no tiene remedio? ¿Cómo podemos hacer frente a algo tan doloroso que nos acaba robando el aliento? Quizás solo necesitamos tiempo para sumir la verdad que tenemos justo delante; para recorrer el camino que el destino ha decidido. Quizás solo necesitamos una mentira para poder hacer frente a una verdad.

Mi vida era una cuenta atrás; el reloj de arena caía lentamente y notaba como cada segundo que pasaba pesaba sobre mis hombros. El tiempo se escapaba de mis manos y no podía hacer nada más que esperar a mi final.

Creer en aquel desconocido era el único clavo al que podía aferrarme; era la única opción que tenía para no dejar morir la flor de la esperanza que tanto me había costado mantener. Sabía que casi parecía delirante, ¿pero qué más opciones tenía? Literalmente no tenía nada que perder.

Mientras que el frío clima de Londres conseguía que me acurrucase más entre las capas de mi ropa y caminase un poco más lento, mis pensamientos seguían rondando en mi cabeza como si fuesen la solución a todos mis problemas. Daba igual cuánto pensase: aquello era algo irremediable. La decisión que había tomado era la mejor; quizás algo surrealista, pero la única que tenía que parecía tener sentido o, al menos, algo de fe.

—¿Has pensado cuáles son tus deseos? —me llevé la mano al corazón debido al susto y di un leve respingo. Miré al desconocido con recelo.

—Tienes que dejar de aparecer de la nada como si fueras un fantasma.

—¿La culpa es mía? —preguntó señalándose a sí mismo—. Tú eres quién no te has dado cuenta de que estaba a tu lado. —achiqué mis ojos en su dirección y decidí ignorarle.

Hoy no era un buen día como para comenzar una discusión con la única persona que podía llegar a ser mi salvación. Había dejado el trabajo, los dolores de cabeza habían aumentado y sabía que en casa me esperaba una cena complicada debido a las malas decisiones de Aiden.

—¿Uno de tus deseos es recuperar tu trabajo? —lo miré con sorpresa mientras que metía sus manos en los bolsillos de su chaqueta—. Los humanos a veces actuáis de manera impulsiva.

—¿En el contrato que has redactado hay una cláusula de vigilancia? —pregunté con cierto miedo. No quería a una persona siguiéndome a todos lados.

—Hoy has estado casi todo el día pensando en mí. —alcé mis cejas—. Siempre que pienses en mí, apareceré.

—¿No puedo usar una lámpara para llamarte? O un teléfono móvil. —el semáforo que teníamos frente a nosotros nos indicó que podíamos cruzar—. De hecho, estaría bien saber cómo te llamas.

—Asher. La verdad es que no me agradaba mucho que me insultaras o te refirieses a mí como ''el desconocido''. —comentó entrecomillando su apelativo.

El genio inglés.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora