Capítulo cinco.

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FAITH.

Pestañeé varias veces y observé al chico que tenía frente a mí. Me miraba con cierta prepotencia y seguridad a través de sus ojos verdes. ¿Acaso era una nueva estafa piramidal en la que, tras unas cuantas cervezas, había caído anoche?

Debería aprender a beber.

—¿Pretendes hacerme creer que eres un genio? —pregunté con mis cejas alzadas—. Un genio de los que salen en los cuentos. —añadí señalándole.

Aquel chico moreno, de un metro ochenta, se encontraba apoyado en la pared de mi universidad, sin ninguna prisa ni ninguna sorpresa en su rostro. Parecía que aquella situación era común en su vida o al menos le resultaba lo suficientemente familiar como para haber normalizado aquella conversación.

Me acababa de soltar que era un genio, de los que salen en los libros infantiles, como si me estuviese hablando de la NASA. ¿Habría bebido conmigo anoche y aún seguía borracho? ¿O es que el tumor del cerebro me hace tener alucinaciones?

—No pretendo hacértelo creer, lo soy. —asumió con firmeza. Quizás él también tenía problemas que resolver, ¿en estos casos había que seguirle la corriente o huir?

—¿Cómo el que sale en el libro de Aladdín? —el chico rodó sus ojos—. ¿No se supone que debo frotar alguna lámpara para hacerte salir?

—Tampoco puedes creerte todo lo que lees, hay cosas que son pura fantasía.

—Ni tampoco es recomendarme creerme todo lo que escucho. —declaré comenzando a andar. Me había perdido una de mis clases favoritas para nada; si llego a saber que esto iba a ser una pérdida, hubiese aprovechado mi última hora en la universidad para hacer algo más valioso con mi tiempo.

Ahora no tenía tiempo que perder, literalmente. De hecho, había decidido ignorar las llamadas del médico a pesar de saber que pronto comenzarían los dolores. Sabía que mi vida comenzaría a teñirse de negro y el camino sería un infierno, debía aprovechar los buenos momentos que me quedaban...

—¿Por qué deseáis cosas y luego no os hacéis responsables de que puedan cumplirse? —preguntó el chico posicionándose a mi lado.

—¿En serio piensas perseguirme? —no dudé en escupir lo primero que pasó por mi mente.

—Tú me llamaste, ahora no puedes deshacerte de mí hasta que no agotes tus tres deseos. —fruncí el ceño.

—¿Ahora soy psíquica y no lo sabía? —ironicé.

Lo que menos necesitaba ahora mismo era su compañía. Debía comenzar a plantearme qué iba a ser de mí en el tiempo que me quedaba. Los segundos seguían corriendo y ni si quiera tenía un plan que seguir... Aquella no era una situación temporal, sino que era algo definitivo.

—Solamente acudo a llamados que salen del corazón. —explicó posicionándose frente a mí y cortándome el paso—. Deseaste que el mundo desapareciera. —me encogí de hombros.

—¿Y qué?

—Debes pedir tres deseos más y concederme ese como tu último deseo. —achiqué mis ojos dubitativa.

—¿No tenéis la regla de únicamente conceder tres deseos? ¿Por qué harías una excepción conmigo?

—Porque deseaste algo que puede cambiarlo todo. —explicó seriamente. ¿Por qué comenzaba a convencerme? ¡Aquello era una locura y no podía ser real!

Estaba claro que era un estafador y debo reconocer que uno muy bueno. Estoy seguro de que es capaz de venderle agua a un buceador.

—Puedes intentar echarme de tu vida, pero al final acabaré cumpliendo tus tres deseos. No puedo irme sin cumplirlos.

—¿No te parece una buena idea que vayamos a hacer una visita al psiquiátrico? —pregunté cruzándome de brazos. El desconocido suspiró profundamente.

—Puedo cumplir tus deseos con tu consentimiento, preguntándote si es verdaderamente eso lo que quieres o no, o sin tu consentimiento y creando un caos en tu vida. Cualquier cosa que pienses o digas y que contenga la palabra ''ojalá'' o ''deseo'' se cumplirá, incluso si es algo malo. —fruncí mi ceño.

—La broma ha estado bien, pero ahora sí que empiezas a darme mal rollo... —declaré dando un paso hacia atrás.

Aquello ya no parecía una estafa piramidal, al menos ellos saben cuándo parar, sino que comenzaba a pensar que estaba tratando con el líder de una secta que intentaba reclutarme a toda costa. Me negaba rotundamente a que mis últimas acciones antes de morir fuesen ser secuestrada por una secta.

—Si te muestro que realmente soy lo que digo ser, no podrás echarte para atrás. —declaró firmemente—. Tú me llamaste.

—Lo dices como si fueras un exnovio y te hubiese llamado unas cincuenta veces anoche mientras que me emborrachaba. —le dije de malhumor. ¿Acaso no se dicen tonterías cuando uno está borracho? —Ni si quiera lo pensaba en serio.

—Si no lo hubieras pensado de verdad, yo no estaría aquí. —el desconocido agarró mi mano de repente, sorprendiéndome momentáneamente y haciendo que mis ojos se abriesen levemente.

—¡Suel...—no pude terminar mi queja y exigencia antes de ser interrumpida.

—Tendrás que hacerte responsable. —comentó antes de que un fuerte viento nos abordase a ambos.

TRIS.

Solté un sonoro y largo suspiro, dejando que el vaho saliese de mi boca formando unas figuras circulares. El campo de fútbol, al igual que las gradas, estaba completamente vacío. Los entrenamientos habían sido pospuestos para una hora más tardía y solamente había unas viejas pelotas cerca de la puerta del polideportivo.

Aiden se acercó a mí con paso firme y rápido, escondiendo su cara bajo el cuello de su sudadera y metiendo sus manos en sus bolsillos. Bufé molesta. ¿Quién se cree? ¿Acaso cree que es Ryan Gosglin para esconderse así?

Me erguí más en mi sitio y coloqué mi pelo hacia atrás cuando el chico estaba a algunos metros de mí. Sabía que nuestros encuentros nunca resultaban amistosos, así qué venía más que preparada para sacar las armas.

—Me dijiste que no tardase y resulta que tú eres el que llegas tarde. —comenté una vez que lo tenía frente a mí mientras que el chico se descolocaba el pelo.

—Es la primera vez que esperas por mí, yo he esperado incontables veces. —rodé los ojos.

—¿Qué es lo que necesitabas hablar tan urgentemente? Podrías habérmelo dicho a través de un mensaje.

—¿Crees que podemos hablar sobre nuestro futuro a través de un mensaje? —preguntó mirándome fijamente a través de sus ojos color miel.

—No hay futuro del cuál preocuparnos, no deberíamos darle tanta importancia. —respondí encogiéndome de hombros.

—Si no hacemos nada al respecto, nuestros padres acabarán acompañándonos al altar.

Ambos nos miramos en silencio por algunos segundos. Aunque nadie lo supiera, Aiden y yo habíamos compartido demasiados momentos juntos, incluso momentos que nuestros padres desconocían, lo que, inevitablemente, nos había llevado a conocernos lo suficientemente bien como para hablar sin necesidad de las palabras.

Estábamos dispuestos a hacer todo lo que fuera posible para que esta relación no fuese más allá. Estábamos dispuestos a traspasar cualquier línea para seguir siendo enemigos. Estábamos dispuestos a todo por hacer cambiar a nuestros padres de opinión.

—Supongo que tienes un plan. —declaré. El pelimoreno sonrió con malicia.

—Como siempre.

Aunque ambos sabíamos que, cuando ese plan cayese en mis manos, iba a dar una vuelta de ciento ochenta grados. 



Mis queridos lectores, siento muchísimo la tardanza :(. Estoy con mil cosas y no he tenido tiempo de subir capítulo antes, pero ya estoy de vuelta. Espero que lo disfrutéis mucho y mañana volveré con más. :)

Un beso enorme. :)

El genio inglés.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora