Capítulo dos.

5 0 0
                                    


FAITH.

Me había ido acostumbrando poco a poco a la rutina de esta nueva familia, aunque mi corazón seguía igual de vacío que siempre y sabía que, pasase el tiempo que pasase, eso nunca cambiaría. Echaba de menos los desayunos sencillos junto a mis padres, mientras que organizábamos nuestro día y bromeábamos sobre lo que podía llegar a salir mal o lo que podíamos llegar a conseguir si seguíamos por ese camino. Echaba de menos, incluso, alguna que otra discusión mañanera entre mis padres o que, alguna que otra mañana, culpa de las prisas, mi café se vertiese en la camisa de mi padre por accidente y tuviese que huir antes de escuchar sus interminables maldiciones y castigos.

Echaba de menos el caos. Echaba de menos el confort. Echaba de menos el cariño.

Los echaba de menos a ellos.

Sabía que mi madre me había dejado en buenas manos, pero seguían sin ser las suyas.

No podía decir que no estaba agradecida porque me hubiesen acogido, pero una parte de mí no podía evitar no sentirme del todo mal por estar aquí. Tenía ese sentimiento de ser la pieza del puzle que no encaja.

Un vaso de zumo apareció frente a mí sobre la mesa de la cocina, sacándome de mis sentimientos de soledad y mis turbulentos pensamientos. Llevé mi vista hacia arriba y vi como Aiden me sonreía amablemente.

—Si sigues alimentándote únicamente a base de cereales seguramente mueras. —no era el mejor momento para bromear con la muerte.

—Gracias. —contesté dándole un sorbo al zumo de naranja recién exprimido. Olivia y Robert, los padres de Aiden y Alyn estaban distraídos hablando entre susurros en la otra punta de la cocina—. Aunque deberías estar planeando cómo evitar tu futuro noviazgo. —murmuré. Aiden achicó sus ojos.

—Dile a tu amiga Tris que piense en algo, se supone que es inteligente. —¿no se suponía que ambos estaban en contra de esto? Pues que hiciesen equipo y lo pensasen ambos.

—No tengo derecho a saber por qué os lleváis tan mal, pero dejad esa rivalidad de lado por un bien común. —me masajeé la sien intentando que mi dolor de cabeza se evaporase por arte de magia—. Todo este tema lleva causándome dolor de cabeza toda la semana.

—Eso es porque se te están muriendo neuronas, no tiene nada que ver con la vida amorosa de mi hermano. —intervino Alyn haciendo su aparición mañanera en la cocina y robándome el zumo que Aiden me había preparado.

Bueno, como se puede ver, Aiden no es el hermano simpático.

—Seguramente quién me cause dolores de cabeza seas tú. —respondí mirándole mal.

—Aiden hemos pensado, tanto tu padre como yo, que el mejor momento para que tengas una cita con Tris es este fin de semana. —comentó Olivia interrumpiendo nuestra conversación repentinamente—. No tienes ningún plan y, después de hablar con los padres de Tris, ella tampoco. —seguramente, de repente, a ambos les surja algo a lo largo de la semana...

—¿Por qué no podéis dejar de intentar emparejarme con cualquier persona? ¿No se supone que esos pensamientos tan anticuados dejaron de ser viables hace muchos años? —se quejó Aiden dejándose caer en la silla frente a mí.

—Lo hacemos porque queremos que nuestra herencia familiar prosiga. —explicó Robert. Aiden señaló a su hermano aún con la vista puesta en sus padres.

—¿No es él el primogénito? Concertarle citas a él. —Alyn le lanzó una mirada asesina a su hermano que no notó.

—Alyn ha tenido muchas más parejas que tú, estamos seguros que al final encontrará a alguien. —alcé ambas cejas. No estaba muy segura de ello...

Sin hacer mucho ruido, viendo que sobraba en aquella escena, cogí mi mochila del suelo y salí a hurtadillas de la cocina. Debía comentarle todo aquello a Tris, aunque seguramente sus padres ya le habrían puesto al corriente de la cita programada para este fin de semana.

Salí de la casa lo más silenciosa que pude y le mandé un mensaje a Xena advirtiéndole de todo lo que había escuchado, sabía que tendríamos que escuchar a Tris por horas y aconsejarla como era debido y, conociendo a Xena, la paciencia brillaba por su ausencia.

Xena: Tris no es la única que está sufriendo este emparejamiento.

Sonreí levemente al leer aquel mensaje aunque, algunos segundos más tarde, aquellas letras comenzaron a verse algo borrosas. Pestañeé varias veces intentando que el leve mareo que estaba sufriendo desapareciese y todo a mi alrededor se aclarase.

Comenzaba a pensar que no estaba pillando un constipado sino que realmente me estaba afectando aquella relación programada y me estaba causando demasiado estrés.


ASHER.

FLASHBACK...

—¡Debes hacer algo bueno! —ordenó aquel señor mayor con una expresión llena de cansancio y enfado—. Estoy cansado de este comportamiento egoísta.

Sentado en aquella gran sala me hacía darme cuenta de que la había visitado más veces de las que creía. Me sabía cada detalle a la perfección.

—Debes conceder tres deseos sin engañar a la persona que lo hagas. —rodé los ojos.

—Yo no engaño, son ellos los que no leen la letra pequeña del contrato.

—Tú tampoco has leído la letra pequeña del nuestro. —contraatacó cruzándose de brazos y tomando asiento frente a mí—. ¿Cómo te atreves a juzgar a los demás si eres igual que ellos?

—¿Acaso soy lo que soy por voluntad propia? Tú decidiste convertirme en lo que soy, yo ni si quiera lo quería.

—Pero aceptaste una vez que te lo ofrecí. —dijo mirándome desafiante—. No olvides tus vidas pasadas simplemente porque ahora vives una nueva.

FIN DEL FLASHBACK...

Agarré fuertemente aquel papel viejo y arrugado, desgastado por el tiempo pero aún bien conservado. Con la mirada perdida, puesta en aquel papel, únicamente sabía recordar las palabras de aquel hombre.

—¡Aish! Solamente sabe enfadarme y sacarme de mis casillas. —me quejé dejando el papel sobre mi escritorio—. ¿Qué más da cuál sea la letra pequeña? No tengo nada que perder. —comenté alejándome de él y echándole una última mirada fugaz a aquellos folios.

Hacía demasiado tiempo que me convertí en lo que soy; había vivido demasiadas vidas; todo lo que me importaba, había acabado desapareciendo. ¿Qué importa como me comporte? ¿Qué importa lo que ponga? La letra pequeña de aquel documento no puede afectarme porque hace tiempo que lo perdí todo; hace tiempo que perdí todo lo que verdaderamente vale la pena.

—Cumplo con lo que estoy destinado a hacer: concedo tres deseos a las personas que desean con todas sus fuerzas que lo haga. Si terminan engañados, no es mi culpa; ellos deberían leer la letra pequeña antes de aceptar mi ayuda.

Me acerqué de nuevo al escritorio y guardé de malas maneras aquel viejo contrato en el mismo lugar dónde estaba. Nada podía hacerme cambiar de opinión. 


HE VUELTO :). Preparos para el capítulo tres porque se vienen cositas interesantes... ;). Seguramente lo suba esta tarde, sino sin falta mañana lo tendréis. ¡Espero que estéis disfrutando de la historia y que lo hagáis más según vaya avanzando! Un besazo enorme y gracias a todos los que os animéis a leerla :)

El genio inglés.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora