pláticas con la directora

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Remus Lupin

Despierto con la muñeca adormecida, intento ignorar el cosquilleo mientras me ducho, la necesidad de usar de nuevo mi mano para aliviar mi dolor es insana. No debería estar duro de nuevo si anoche tuve tres orgasmos.

—Basta... —susurro dirigiéndome a mi miembro erecto, parece necesitado, como si no me masturbara hace meses. La verdad es que hace mucho no lo hacía, hasta anoche que la necesidad me rompió. Quizás algo tuvo que ver la plática que tuve con Hollow, como ella fue tan susceptible a mis palabras. Luego de que se fuera me sentí tan mareado por su aroma que decidí tomar el riesgo de masturbarme en esa misma aula, acercándome hasta la silla y sentándome donde estaba ella, me la imaginé encima de mí y fue suficiente para acabar. Quisiera decir que me sentí culpable cuando bajé de tremenda adrenalina y observé el desastre que había hecho, pero ese sentimiento no llegó. Me sentí más ansioso por tenerla.

Quisiera sentir algo de culpa, solo para detener esto que me pasa. Se siente como una obsesión pensar en ella, cuando me visto para ir a comer creo que una parte de mi está en un lugar paralelo tratando de concentrarse en abotonarse la camisa. Mi cabeza gira ante la desgarradora cuestión de ¿por qué Grace está teniendo este efecto en mí?

Me dirijo al comedor con un libro bajo el brazo, solo para pasar desapercibido con los profesores, para fingir que leo. Me siento a la derecha de McGonagall. — Oh, profesor Lupin, ¿Cómo se encuentra? —inquiere dándome una sonrisa.

—Aún falta para la luna llena asique estoy bien. ¿Usted cómo está, profesora McGonagall? —le devuelvo la sonrisa respetuoso.

—Bien, querido. Es difícil ser la directora de Hogwarts, pero doy todo de mí. —ella pasa la mano por su cabello recogido en un rodete intentando aplanarlo donde ya se encuentra así. — Quería hablar contigo antes de tu clase a ser posible.

—Estoy disponible, profesora ¿Pero no tiene una reunión pendiente con la estudiante de Gryffindor, Hollow?

—No se interponen. Pero había olvidado decirte que es algo que también te incumbe... Nada malo por supuesto.

Había olvidado averiguar cual era la razón de McGonagall de hablar con Grace, pero ahora que lo tengo servido solo asiento aceptando lo que me pide.

Mis pensamientos constantes dejan de fluir cuando la veo entrar en el comedor, junto con ese chico con el que estaba ayer. Algunas estudiantes lo miran con interés, supongo que les debe resultar atractivo. Se me remueve el estómago de verlo sentarse junto a ella. Grace es increíble, es bella, graciosa, sabe empezar una charla rápida, inteligente y amistosa.

¿Cuántas otras cualidades tiene esta chica que aún no conozco? Me gustaría saberlas de memoria, aunque creo que no debería hacer el mínimo esfuerzo por recordarlas, si se trata de ella simplemente lo sabría.

Anoche, aparte de masturbarme, le escribí un poema en mi libreta marrón. Ahí es donde explayo mis sentimientos, lo inundo de dolor para sacarlo de mi cuerpo, pero el último es diferente. Nunca había tenido la necesidad de escribir algo así.


Cuando la agitación de mi cuerpo concluye, sé que todo lo hizo igual,

porque ya no eres esa ilusión ante mis ojos.

Estas por aquí, pero no frente a mí.

No vas a dibujar corazones en mi pecho, enredando tu dedo en mi pelo.

Aunque tengo la certeza de confiar en mí, que en algún momento vamos a estar así.

Y quizás nunca sea tarde.

profesor; remus lupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora