Tutora

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Los créditos de esta historia van así:

Idea original: ⋇⋆💭ᴶᵃⁿ 𖡽*•̩̩͙✩•̩̩͙*˚ (@Hunting_Whor3s): https://x.com/Hunting_Whor3s?t=COcJDQqtqmPNl91tGibPkw&s=08

Escrito a mano: LunaSaori

Escrito a word: LunaSaori

Primera revisión: Jan (@Hunting_Whor3s¨)

Beta: Noe Bell








Al día siguiente se levantó casi dos horas más temprano de lo habitual, y a pesar de que no durmió lo suficiente, se notaba que estaba más fresco y con los ánimos invadiendo su esbelta figura.

Realmente no tenía más opción que levantarse a primera hora; el desastre lleno de cafeína que dejó escurrir en su piso en plena madrugada, no se limpiaría solo.

Nadie podría culpar a Alastor, su felicidad lo mantenía cautivo. No había pasado mucho desde que intercambió aquella entretenida charla con su encantador vecino. No demoró en darse cuenta de que despertarse a esa hora no estaba del todo mal, los resultados que obtuvo sí que valían la pena por completo.

Tan solo necesitaba de unos cuantos pasos más para dominar su objetivo, un par de empujones más, pero, para no errar, estaba consciente de que debía tener lo más importante: y aquello era nada más y nada menos que paciencia. Que como bien decía su adorada madre, "es una virtud de la que muchos carecen hoy en día."

Como suele levantarse más tarde, los vecinos -y en particular cierto rubio- ya se encontraban fuera de sus casas,  cumpliendo con sus obligaciones diarias. Sin embargo, la hora le estaba beneficiando en aquella ocasión.

Al pasar por su ventana, vislumbró en el estacionamiento de a lado, a una pequeña niña acompañada de su figura paterna.

Efectivamente, Lucifer se encontraba abriendo la cajuela para poder guardar una maleta que llevaba consigo, aunque no hubiera motivos para preocuparse, no le hacía daño a nadie si se disponía a averiguar lo que el mas pequeño tenía entre manos y sobre todo, al recordar cómo lo encontró al abrir la puerta de su casa hace un par de horas atrás.

- ¡Lucifer! Que milagro es verte en la mañana, querido.

Agitó la mano, orgulloso de lo bien que sonaba el nombre del padre soltero saliendo de sus propios labios.

Tan pronto el rubio le devolvió la mirada, se dio cuenta de que Lucifer no corrió con la misma suerte de haber retomado un buen sueño reparador después de su percance la noche pasada.

Cuando recién llegaba al vecindario, el más pequeño ya presentaba sutiles rastros de fatiga, como aquellas ojeras que podían pasar desapercibidas con facilidad, a menos que se le mirara detalladamente -y vaya que él lo hacía todo el tiempo-, no obstante, hoy estaban más marcadas que nunca y siendo sinceros, no era de extrañarse, recordando los sucesos que acontecieron aquella madrugada.

No era complicado adivinar que Lucifer tardó, o bien, no consiguió descansar más que él. Siendo que además, estaba el hecho de que se tenía que madrugar para poder alistar a la pequeña Charlie para la escuela.

Azúcar, por favor vecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora