La noche era oscura y tormentosa cuando Albus Dumbledore, Minerva McGonagall y Rubeus Hagrid llegaron a la pequeña cabaña en las afueras de Godric's Hollow. La lluvia golpeaba los cristales y el viento aullaba como un lobo solitario. En sus brazos, Albus sostenía a una pequeña niña envuelta en una manta, su cabello negro empapado y sus ojos cerrados.
Euphemia Liliane Potter, nacida en de un padre mago y una madre hija de Muggles , había perdido a sus padres esa misma noche. La guerra contra Lord Voldemort estaba en su apogeo, y la protección de la niña era crucial. Albus sabía que no podía criarla él mismo; tenía demasiadas responsabilidades como director de Hogwarts. Pero había encontrado una solución.
Minerva tocó la puerta de la cabaña con su varita, y esta se abrió lentamente. Una mujer mayor, con el cabello plateado y una mirada sabia, los recibió. Era Kendra Rosa una burja de trecientos años , una vieja amiga de la abuelo paterna de Euphemia. Kendra había perdido a su esposo y a su hijo mayor en aquella guerra, y su corazón estaba lleno de compasión.
-¿Qué es esto?- preguntó Kendra, mirando a la pequeña Euphemia en los brazos de Albus.
-Es la pequeña Euphemia -respondió Albus -Sus padres murieron esta noche. No puedo cuidar de ella, pero sé que estará a salvo contigo.
Kendra asintió solemnemente y tomó a Euphemia en sus brazos. La niña se aferró a ella, como si supiera que había encontrado un nuevo hogar. Albus, Minerva y Hagrid se marcharon, dejando atrás a la pequeña en la cabaña.
Kendra sentía como las lágrimas querían bajar por sus mejillas, la Abuela de la pequeña, de nombre también Euphemia, fue una gran amiga, ella vio crecer a su hijo James, estuvo ahí cuando el se caso y saber que el estaba muerto junto a su esposa le dolía.
Y más al saber que una pequeña bebé inocente estaba sola, Kendra no podría cuidarla, ella ya había decido reunirse con su esposo e hijo en el más allá.
Pero mientras tenía tiempo haría de todo para ella este bien.
La historia de Euphemia Liliane Potter estaba destinada a tomar un giro inesperado. La pequeña Euphemia, envuelta en su manta, parecía frágil y vulnerable en los brazos de Kendra Ross.
La anciana bruja la sostuvo con ternura, sintiendo el peso de la responsabilidad que ahora recaía sobre ella.
La cabaña estaba llena de recuerdos: fotografías en las paredes, libros antiguos y una chimenea que crepitaba con un fuego cálido. Kendra llevó a Euphemia hasta la mecedora junto a la ventana y la arrulló suavemente.
La lluvia seguía golpeando los cristales, como si el cielo también llorara por la tragedia que había ocurrido esa noche.
Kendra miró a la pequeña y suspiró.
-Euphemia-, murmuró - Tu destino es incierto, pero no estarás sola. Te cuidaré como si fueras mi propia nieta.
Euphemia abrió sus ojos verdes y miró a Kendra con una expresión que parecía comprenderlo todo. Como si supiera que había encontrado un refugio seguro en medio de la tormenta. Kendra notó algo especial en esos ojos, una chispa de magia que trascendía lo común.
Mientras la lluvia seguía cayendo afuera, Kendra tomó una decisión. No podía quedarse en esta cabaña para siempre. Había algo más que debía hacer. Algo que involucraba a un vampiro de mil años que vagaba por las calles de Londres.
Kol Mikaelson, con su cabello castaño y ojos cafés, había escuchado todo desde las sombras. Había seguido a Albus, Minerva y Hagrid hasta la cabaña, sintiendo una extraña conexión con la pequeña Euphemia. No era común que un vampiro se preocupara por los asuntos de los mortales, pero algo en ella lo intrigaba.
Kendra se levantó de la mecedora, sosteniendo a Euphemia contra su pecho. "Debo encontrar a Kol", pensó. "Él también tiene un papel que desempeñar en esta historia".
Y así, mientras la lluvia seguía cayendo y la noche se volvía más oscura, Kendra salió de la cabaña en busca del vampiro ancestral. Su corazón latía con una mezcla de esperanza y temor. ¿Qué secretos ocultaba Kol? ¿Y cómo cambiaría la vida de Euphemia su encuentro con él?
El destino estaba en movimiento, y Euphemia Liliane Potter estaba en el centro de todo.
