2 - Lisa

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Las personas siempre dicen que caminar por las calles tan solas a estas horas es peligroso... No creo que ellos supieran que quedarte en una casa como la mía conlleva incluso más peligro.

Mis piernas dolían, supongo que fue aquel salto a través de la cerca. De cualquier forma, no me importaba demasiado, puesto que estaba acostumbrada. Y vaya que aquello era terrible de sólo pensarlo, yo ya me había acostumbrado al dolor, a la idea de ser herida.

Mi mirada fue al cielo, ¿estaría viendo el mismo cielo que yo? Sonreí ante la idea, pero pronto la descarté de entre mis vacilantes pensamientos. Tendría que estar en un auto justo ahora, por supuesto.

Las farolas alumbraban mi camino con una profunda luz naranja y hacían brillar de color sol el rocío que quedaba en el pavimento una vez la pequeña cantidad de nieve se derretía. Me habría detenido indudablemente para observar aquello, pero sabía que ya casi era hora, no podía llegar tarde.

A unos metros estaba la tienda. El cartel de taza de café hecho de neón brillaba en mitad de la noche, justo al lado del que marcaba el servicio de 24 horas con el que trabajaba el lugar. Las luces de su interior iluminaban el estacionamiento y parte de la calle.

Recuerdo el día que la descubrí, no era atendida por esa chica, Jennie, y el cartel de taza de café no brillaba a un lado de la puerta.

Caminé hacia la entrada con las manos dentro de la chaqueta, de su chaqueta, y suspiré al sentir el perenne olor a café que vuela en el interior de la tienda.

Allí está ella, detrás de la barra y me sonríe con amabilidad cuando levanta la mirada. Estoy incomoda, por supuesto. Ayer he llorado, ella ha sido mi paño de lágrimas y temo haberla incomodado, lo cual me incomoda a mí. Un interesante dilema.

Pero a pesar de ello, no puedo evitar sentir cierta complicidad en el aire, como si de alguna forma haber compartido mis lamentos con ella cambiase algo.

- ¿Qué deseas? - Preguntó, como siempre.

Después de las primeras tres veces, me causó curiosidad que siguiera preguntando qué quería, pues yo claramente pedía lo mismo.

- Un café con leche y vainilla, tibio - respondí y ella asintió.

Fui a mi mesa, ella fue a la máquina. Quizás sería una noche común, igual a las otras. Me pregunté si lo de ayer lo había alucinado en un momento de desmayo, pero no, pues la bandita seguía cubriendo el corte en mi frente y los puntos adhesivos aún unían la herida de mi ceja. Ella los había curado, así que sí, esa noche era real.

- Aquí tienes - oí.

Alcé la mirada y dejé de pasar mis dedos sobre los puntos blancos, encontrándome con ella, que había dejado el panecillo y el café sobre mi mesa. Agradecí en voz baja, insegura de qué más hacer y tomé un sorbo del café.

Pero hubo un cambio, pues esa noche ella se sentó frente a mí, al otro lado de la mesa con sus brazos recargados sobre ella, viendo con las cejas alzadas como si esperase que dijera algo.

Bueno, claro que lo esperaba. Yo era la damisela estúpida y lenta a la que ella había ayudado. Como en las historias más cliché.

Vi mis propios dedos y abrí la boca, dejando que saliera cualquier idiotez, pero no hubo nada. Ella sonrió y suspiró, parecía decepcionada y la entendía. Durante toda mi vida las personas me lo habían dicho, les incomodaban mis largos periodos de silencio, mis miradas furtivas, mis movimientos lentos por la habitación. No los culpaba, pero ¿qué podría hacer yo?

- Se ve mejor ese corte, creo que está recuperándose bien - soltó aquel comentario de imprevisto y mi mano fue otra vez a mi ceja, tocando los puntos adhesivos blancos.

Asentí y apreté los labios.

- Sí... - pensé por un momento qué otra cosa agregar, pero solo opté por permanecer en silencio.

Mantenía la mirada en la mesa, pero escuché su suspiro, tal vez estaba decepcionada de mi ingratitud, pero yo no tenía ni la menor idea sobre qué decir. Entonces sólo se puso de pie y esta vez la que suspiró fui yo. Bueno, suponía normal que se hubiese ido, ¿para qué permanecer con alguien que ni siquiera habla?

Estaba volviéndome hacia la ventana cuando la sentí llegar a la mesa otra vez y la vi ligeramente sorprendida de que volviese. Ella sonrió, no de forma tímida, ni retraída, tenía una sonrisa agradable, grande y brillante, una sonrisa que me hizo sonreír.

Tomó el envase de café, ahora por la mitad y solo allí vi el marcador en su mano. Le quitó la tapa al plumón con la boca y mantuvo la tapa de plástico entre sus labios mientras sus dedos se movían sobre el cartón del envase.

Mi corazón se sintió cálido, una vez comprendí lo que hacía.

Al terminar colocó la tapa en su lugar y me pasó el envase, cruzando los brazos sobre la mesa, esperando a que yo tomase aquel frasco. Parpadeé y levanté la comisura de mis labios, tomando el vaso de café para ver lo que había escrito.

"Entonces... ¿Cómo estás?" Decía, su letra era desordenada, como si siempre escribiera muy rápido y me pregunté si estaba estudiando para ser doctora.

Le sonreí y alcé la mirada, ella ahora me tendía al plumón, esperando a que lo tomase. Lo hice, claro, y quité la tapa con cuidado, tomando el envase para escribir debajo de sus trazos.

"No lo sé, creo que bien, ¿y tú?"

Y seguimos escribiendo. Le pregunté por qué tomaba el turno nocturno y ella confesó que lo había hecho para que su madre no le riñese por desvelarse todas las noches estudiando. También me dijo que estudiaba Lenguas, pero que no le encontraba mucho interés a aquella carrera. Tenía 20 años y se sorprendió al saber que yo tenía 17, en unas semanas 18. Dijo que le gustaba Taylor Swift y yo dije que amaba a Lana Del Rey.

Y, cuando el envase se quedó sin espacio, ella dejó éste y el plumón a un lado, sonriéndome.

- Se ha acabado el espacio - comenté lo obvio.

Asintió.

- Lo sé... ¿Quieres seguir hablando? - También asentí y ella se puso de pie. Intuí que buscaría otro vaso, así que le detuve tomando su brazo.

- Podemos... Podemos hablar - dije y la mitad de la oración fue dirigida a la mesa de madera.

Vi su sonrisa y volvió a la mesa, me mandó una mirada curiosa y luego suspiró.

- Entonces hablemos.

Tears || JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora