5 - Lisa

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TW: ¡EL SIGUIENTE CAPÍTULO CONTIENE VIOLENCIA FÍSICA Y VERBAL EXPLICITA!

A esa hora comenzaron los golpes en la puerta de mi habitación, desde el momento en el que abrí los ojos supe que no podría seguir durmiendo. Así que me puse de pie sintiendo el frío penetrante de la noche cuando estuve fuera del calor que me proporcionaban las mantas, pues en mi habitación no había calefacción -en ninguna parte de la casa- y me coloqué rápidamente un par de pantalones, una camiseta desteñida y mis únicas Converse, viejas y un poco maltratadas.

Escuchaba los improperios del hombre que se encontraba afuera amenazando con derribar la puerta. Negué, hoy no me tomaría por sorpresa.

Levanté la ventana y estaba a punto de salir cuando lo recordé. La chaqueta. Descansaba a un lado de mi cama y no podía salir sin ella, no era cuestión de frío, es porque la chaqueta era parte de mí tanto como podía serlo mi corazón.

La tomé y al volverme hacia la ventana la solté en el mismo lugar.

Había entrado.

Estaba de pie, los brazos a cada lado de su cuerpo, rígidos, tiesos. Las venas se le marcaban profundas, incluso las tres que le sobresalían en la frente.

Tragué grueso. Allí estaba la puerta, pero él la bloqueaba. Bajé la mirada, aceptando lo que venía a continuación.

Primero lo sentí en mi rostro, toda la parte izquierda. Me dejó aturdida, desviada, confundida. Había golpeado mi oído y caí al suelo casi de inmediato, colocando mis manos delante de mi cuerpo para evitar caer justo sobre mi rostro, pero raspándome las palmas, al fin y al cabo. Cerré los ojos y solté el aire de mis pulmones, ¿qué había hecho ahora?

Tomó mi cabello, el tirón fue fuerte y sentí cómo varias hebras se despegaban. Tuve que ponerme de pie, o me arrancaría todo el cuero cabelludo. Me llevó hacia la pared, chocó mi cabeza contra ella, el dolor se unió con el pitido constante que tenía en el oído.

Acercó su rostro al mío, mientras que mis manos su subían a la de él para que dejase de tirar de mi cabello. Hoy no olía a alcohol cuando bufó en mi cara, hizo una mueca de asco y escupió al suelo con desprecio.

Evité hacer una mueca yo también, eso empeoraba todo.

- Maldita - me dijo. Soltó mi cabello, solo para tomarlo desde la raíz y poder estamparme contra el yeso, más fuerte que antes.

Y luego su mano fue directa a mi cuello. Escocia, mi lengua se sentía entumecida y comencé a arañar sus brazos para detenerle. Frente a mí comenzaban a parecer puntos negros y mis dedos se sentían calientes y fríos al mismo tiempo. No podía respirar, no podía hablar, no podía moverme. Él se estaba llevando mi vida.

Caí sobre mis rodillas. Abrí los ojos, pero veía todo negro. Creí que había muerto, por un segundo en serio lo creí, pero luego mi vista comenzó a aclararse y las punzadas en mi cabeza se hicieron a un lado, ahora sentía un taladro justo en la sien.

Alcé la mirada, él ahora estaba caminando por mi habitación. Sus botas llenas de barro ensuciaron el suelo y sus dedos recorrieron el escritorio hasta llegar a eso que buscaba.

Mi chaqueta.

Mi corazón bombeó de prisa. ¿Qué hacía? ¿Por qué la tomaba? ¿Por qué la revisaba?

Negué, pero ningún sonido salió de entre mis labios. Él volvió hacia mí, me sonrió. No.

Su mano se posó en la manga, apretó los dedos hasta que la tela quedó completamente arrugada y tiró, tiró con fuerzas, separando los hilos hasta que casi la despegó por completo. Lo hizo al mismo tiempo que yo me puse de pie, corriendo hacia él, empujándolo a pesar de pi poca fuerza, quitando la chaqueta de sus manos y llevándola hacia mi pecho.

Él me vio desde el suelo, no estaba ebrio, no le costaría ponerse de pie. Él siempre estaba lucido, sin ninguna excusa para sus arrebatos de ira más que el hecho de que me odiaba, me odiaba por ser una chica, por caminar, por hablar, por ver, me odiaba por haber nacido.

Corrí fuera del lugar, tanto como mis piernas lo permitieron.

Tears || JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora