3 - Lisa

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Entré y suspiré el olor a café recién hecho que inundó mis pulmones. Volví hacia la barra, Jennie me sonrió y me saludó. Yo también la saludé a ella.

- Un café con leche y vainilla, tibio - pedí.

Lo ocurrido ayer nos había abierto, o al menos a mí. Ahora le veía más cercana, no como una amiga, por alguna razón mi cerebro se negaba a aceptar ser su amiga, pero no negaba el hecho de que Jennie era de lo mejor.

- Saliendo.

Sonrió. Sus dientes atraparon su lengua.

Recuerdo que ella hacía algo parecido, pero no igual a lo que hace Jennie... Incluso en Jennie luce mejor.

Fui a sentarme, mis dedos tamborilearon sobre la madera de la mesa y se entretuvieron pasando entre las grietas que comenzaba a presentar ésta, hasta que ella llegó a mi lado con el café.

Sonreí y agradecí. Ella se sentó frente a mí dejando un panecillo sobre una servilleta.

- ¿Tú nunca tomas nada? - Le pregunté. Y aunque nuestra confianza había aumentado, seguía bajando la mirada cuando la suya subía.

- No... No me gusta el café - se encogió de hombros.

Yo abrí los ojos, sorprendida.

- ¿Por qué? - Le cuestioné, el café era una maravilla.

- No lo sé - rió. Su risa era dulce como la miel-. Es solo que no me agrada demasiado... Me deja un mal sabor en la boca.

Yo negué y llevé el café a mis labios, tomando un largo sorbo.

- Te pierdes de mucho - murmuré.

Sonrió.

- Ya, a ti no te gustan las pasas y yo no digo nada - contraatacó.

- Es diferente - intervine-. Yo soy alérgica.

Ella rodó los ojos, viéndose vencida ante mi estupenda lógica.

- Bueno, dejemos de hablar sobre mi gusto o no por el café. Mejor cuéntame sobre tu día - pidió.

- Mis días son aburridos - negué viendo las hebras de barniz en la madera.

- ¿Eso qué importa?

Subí la mirada, no había comprendido su respuesta.

- Me refiero a que... No quiero saber si ha sido interesante, aburrido o una total locura. Yo puedo conformarme con solo saber sobre... Bueno, sobre ti.

Por supuesto, yo no dije nada los próximos cuarenta y cinco segundos. Esperando por sus risas, pues estaba segura de que era una broma. Al ver que no reiría, sentí las mejillas calientes, suspiré y jugué con mis dedos, una mala costumbre que había recomenzado luego de que ella se fue.

- Primero fui a la escuela...

Y la próxima media hora nos concentramos en mí, por primera vez era solo yo. Hablé sobre la clase de arte, sobre la profesora Hugh de la clase de música y sobre el señor Rylie de Francés. Ella intervino un par de veces, para recordar algo que solía hacer cuando iba en preparatoria y yo la escuché atenta, hasta que ella por fin volvía a mí.

Y su risa siguió siendo dulce, tal como la miel.

Tears || JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora