VII: Même les étoiles ont leur mot à dire..

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La llegada del rey al banquete le había salvado de ser la comidilla de los nobles que se encontraban presentes, incluso de que las mujeres dejaran de prestarle atención a las miradas descaradas de sus maridos que no hacían más que incomodar a Angele.

Nadie en el salón se salvó de hacer una reverencia al monarca que solo se dedicaba a buscar con la mirada a cierta pelirroja que había dejado al cuidado de su mejor soldado y mano derecha, incluso ignorando la presencia  de su madre que se encontraba sonriendo con suficiencia al sentirse importante de que los demás nobles estuviesen dando una reverencia en su dirección.

Balduino separó su brazo del agarre de su madre una vez estuvo junto a su asiento, debía  iniciar el banquete de manera rápida  para poder retirarse.

— Agradezco su presencia a este banquete en honor a la llegada a mi hermana Sybilla, después de tanto tiempo de estar lejos. Pido disculpas también por la repentina invitación, seguramente muchos de ustedes debieron cambiar sus agendas para poder estar presentes este día. — La voz de Balduino  se escuchaba clara ante el silencio que se había formado, Angele se deleitaba con ella a pesar de tener que estar alerta ante los nobles. — Por favor, tomen asiento y disfruten de esta noche. 

Aplausos comenzaron a llenar el lugar tras las palabras del rey, mientras el mismo se dedicó a seguir buscando a la pelirroja de su confianza hasta que pudo encontrarla. Una brillante sonrisa en sus labios mientras también aplaudía junto a Tiberias.

Balduino no sabía cómo expresar el revoltijo de emociones que tuvo al verla; Decir que Angele se veía hermosa era algo muy poco, para sus ojos no era menos que un ángel enviado a la tierra.

Sus cabellos rojizos perfectamente trenzados con adornos en el, el vestido resaltando su piel  nívea y su silueta a la perfección mientras su rostro mostraba la sutil capa  de maquillaje que le había sido aplicada.

Y su sonrisa.

Balduino sentía que podía morir en paz en ese momento solo de ver la preciosa sonrisa que se extendía en sus labios mientras  sus ojos se conectaban con los azules de la mujer que sin saberlo era la causante de su acelerado corazón.

 Despabiló solo cuando la misma le hizo una seña discreta para saludarlo, aún manteniendo esa hermosa sonrisa y llamando la atención de Tiberias a su lado.

El hombre sonrío, si bien era cierto que en un comienzo creyó que la existencia de Angele era peligrosa, ahora era consciente de que la chica sonriente que solo veía a su rey solo quería  el bien para las personas de Jerusalén, el bienestar del rey.

Le fue difícil no tomarle cariño a la pelirroja después de ver su manera de ser tan energética pero al mismo tiempo sensata. Incluso llegó a imaginar si de haber tenido hijos hubiesen sido igual a Angele.

— Sígueme, debo estar cerca del rey y no puedo dejarte a ti sola con tantos cuervos al acecho. — Angele no pudo evitar la risa ante las palabras de Tiberias.

Ganó algunas miradas, pero estas pasaron a segundo plano para ella en cuanto comenzaron a caminar hasta llegar al lado del emocionado Balduino.

— Dios lo proteja, mi rey. — Angele fue la primera en saludarlo, haciendo una reverencia que esta vez fue sincera y no por obligación.

𝗦𝗘𝗠𝗣𝗜𝗧𝗘𝗥𝗡𝗢. - Balduino IV.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora