.Capítulo 1.

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Un viento helado sopla en el atardecer costero, desplazando la arena por donde caminaba un pequeño demonio.
Mientras camina recto hacia su banco, siempre vacío,mas se da cuenta al acercarse que no siempre lo está al ver una larga melena pelirroja adornada por una bella flor echa de piedras peciosas de colores azules, amarrada en una cola de caballo, fue lo único que alcanzó a divisar a esa distancia -No debería acercarme.- Salió de los labios del demonio, pero igual sus pies siguieron hasta quedar al lado del misterioso pelirrojo.
Mas no le da tiempo a soltar palabra, porque el desconocido le mira al instante y por fin puede deslumbrar sus rasgo, cara redonda, ojos verde esmeralda, pequeñas marcas rojizas al rededor de su rostro.

-¿Quién eres?¿Y qué es eso en tu cabeza?- Pregunta con la curiosidad de un niño animado, mientras se levanta y acerca la mano a los cuernos del demonio.
No obtiene respuesta por parte de quien para él solo era una "extraña criatura", mientras que por parte del demonio sólo se concentra en examinar cuidadosamente el cuerpo del pelirrojo, un cuerpo fornido, ancho, grande, bien definido y lleno de golpes y cicatrices, por lo que dejaban ver sus pobres ropas de piel que solamente le tapaban la parte de inferior, parecidos a unos shorts algo largos.

-Soy Mateo...- Por fin se digna a hablar el demonio, mientras retira la mano que no para de examinar su cuerno.

-Oooh yo soy Sam, un placer Mateo.

-No sabía que por aquí cerca vivía gente.

-La verdad llegamos hace una semana, a mi pueblo nunca le gusta estar quieto.

-¡¿Pueblo?!

-Si, señor. La pasamos de aquí para allá, pero no le molestaremos, vivimos en todo el centro... Si quiere puede venir a ver.-Señala a lo lejos una columna de humo que sale del corazón del bosque.

-Para vivir así, hablas bien, tal vez vaya.-En ese mismo momento procesa lo que acaba de decir- ¡Lo siento! Sone extremadamente grosero.

-Jajajajaj no se preocupe, la verdad es que razón no le falta, el chaman y yo, somos los únicos que tenemos realmente conocimientos de este tipo.

-Igual lo lamento mucho Sam, déjeme compensarle, por favor.
Sam solo le mira unos instantes, es más alto que él, pero muy delgado, no hay destacable, lo único serían esos extraños cuernos y alas que no había logrado identificar bien, pero no podía negar que esa tez morena, ojos azules, cabello negro bien ordenado y pecas que parecen cubir su cuerpo bien cubierto, era una extraña combinación que le gustaba, bueno, si había cosas que destacar.

-Inveteme a cenar, entonces.-dijo cuando identificó a Mateo como alguien inofensivo.

-¿Ahora?

-Si.

-Sigame entonces.-Dice en lo que emprende un camino silencio de 15 minutos hasta su cabaña, seguido de cerca por el curioso Sam, que le clavaba la mirada. "Dios" sólo pensó Mateo, mas comprendía la curiosidad de este.

-Hemos llegado.-Dice desbloqueando la entrada, dejando pasar primero al gran pelirrojo.-Tendras que esperar en el sofá hasta que la comida este, ya que realmente no esperaba tener compañía.-Cierra la puerta, y se apresura a la cocina bien implementada que le da visión a toda la sala de estar.

-Oh, supongo que me pase un poco, lo siento, Mateo. Solo tenia curiosidad, por un momento pensé que viviría en una cueva, por murciélago.-Dice mientras se tira en el sofá.

-Tranquilo, es agradable tener a alguien y más en un lugar como este.-Va preparando la comida, mientras ríe internamente por ser confundido con un murciélago, eso sí que nunca le había pasado.

-Entiendo, es una casa muy grande, me encantaría que mi choza fuera así.-Dice mientras se estira en el sofá.

-¿Choza? Debe ser incómodo.

-Lo es, pero es para hacernos fuertes, la verdad no sé porque vivimos así, me gustaría conocer algo más aparte de ese mmm ¿lugar?.-Dice algo inseguro al intentar definir su comunidad.

-Pues, mira, ahora estas conociendo "algo" nuevo.

-¡Nueva y deliciosa comida!-Se levanta de un salto y se dirige a la cocina para ver la comida que emanaba ese aroma delicioso aún sin terminar.

-Jajajaja eres como un niño, no sé ni cómo llegue a estarle preparando una comida.

-Y lo tendrá que seguir haciendo.

-¿Perdón?-Se remueve incómodo ante ese comentario.

-Ahora somos amigos, vendré muchas veces más, es mejor que estar allá.

Mateo deja su incomodad gracias al nuevo comentario, que resulta reconfortar para esa soledad que siente en su aislada vida y cocina con un mejor humor.

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