.Capítulo 7.

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En la habitación, en mitad de la noche solo se divisaba una tenue luz proveniente de la lámpara del escritorio donde se encontraba Mateo, intentando traducir el libro, con la esperanza que eso pudiera ayudar un poco al pelirrojo, y también de forma egoísta ayudarse a sí mismo a averiguar que era lo que tanto le aterraba a Sam, más allá de lo vivido... sino la razón primera que le hizo querer huir de lo único que llego a conocer.

El sol salía, y solo había logrado averiguar de donde provenía tal lengua mas no sabía si debería informarle a Sam, porque eso le obligaría ir a donde nunca más se le llegaría a permitir la entrada, pero al mismo tiempo el pelirrojo merecia algún tipo de respuesta, se lo habia prometido.

--¿No dormiste?-- La voz de un Sam adormilado le sacó de sus pensamientos.

--No.-- Una respuesta seca, realmente no tenía ganas de hablar, tal vez solo dormir y que sus sueños le dieran una respuesta.

Sam se levantó de la cama, en silencio se acercó a su contrario y con delicadeza lo levantó como si de una princesa se tratase y lo llevó a la cama, arropandolo.

Cualquier pensaría que Mateo se quejaria, pero sus pocas fuerzas se vieron desvanecidas al contacto con las sábanas tibias y suaves almohadas, nunca fue bueno para mantenerse despierto.

El pelirrojo ya viendo como su amigo caía dormido se dirigió al escritorio, curioso de saber que era lo habría descubierto en esa noche, mas se vio con más dudas que respuestas, había otra pila de libros de idiomas extraños, por lo que con un suspiro solo se resignó a tener que esperar para saber que era lo que le habían echo.

--Lo que me hicieron...-- Salió de los labios de Sam cual susurro, inaudible hasta para el mismo por culpa de los recuerdos que le atacaban.

Creyó que podría con ello, realmente lo creyó, pero ahora sus heridas ardían, su pecho palpitaba con fuerza como si bombeara sangre listo para huir, pero en cambio no pudo evitar caer al suelo.
Sus ojos divagaban por la habitación en un vano intento de saber que hacer, pudo centrar su vista en la cama y con gran esfuerzo se acercó y subió en esta, viendo a Mateo, abrazo a su amigo y se forzó a cerrar los ojos.

Lo que realmente a los minutos sí logro calmarle un poco, lo suficiente como para que pensamientos lógicos pudieran asomar por su mente, bueno, ni tan lógicos, aún en la incertidumbre, esa que no aguantaba por la cual se pensaba que era capaz de lastimar y ser lastimado, sin siquiera su corazón haber vuelto a un estado normal se levantó, con un objetivo claro.

La puerta se cerró, y el silencio inundó la cabaña.

Conocía bien el camino, mas sus pasos eran temblorosos, dudaba, pero algo más que su conciencia era lo que impulsaba sus pasos, y no sabría decir que era.

Divisó a la distancia, una X en el suelo donde alguna vez estuvo su choza, si que habían decido convertirle en un ejemplo de lo que pasaría si mostraban cualquier apise de "rebeldía" y por eso se quedó al lado de la X observándola, sin saber bien si debía proseguir con su idea.

Sus pasos siguieron, directos al objetivo, esperando esas respuestas por las que no se vio capaz de esperar ni un día.

Con duda toma la tela de lo que seria la puerta de esa choza y la abrió, encontrándose frente a frente con quien sabe que tendría sus respuestas, por un momento dudo pero al ver que la persona allí solo le devolvió la mirada, sin emociones claras en su rostro, entró y cerró detrás de él.

--Sobreviviste, sabía que lo harías.-- El sacerdote fue el primero en hablar, despojado de sus ceremoniales ropas, se permitía sonreír.

--Encontré un libro, en el estaba todo lo que me hiciste.-- Dijo Sam, queriendo las respuestas rápido.

--No pensé que un libro así se pudiera encontrar en otra parte, pero imagino que por ese pequeño amigo que te condenó no habrá sido tan difícil.-- Dijo, mientras de manera lenta, se levantaba y dirigía a un pequeño baúl de paja, dándole la espalda a Sam mientras buscaba entre sus pertenencias.

--No hables de él-- Dijo Sam sin pensarlo mucho, intentado calmar los nervios que habrían resurgido.

--Entonces yo tenía razón... da igual, al menos estaré en paz al saber que no fui culpable de tú descenso al infierno.

--Eres el culpable del descenso de todos aqui.-- Solo el pelirrojo a penas el sacerdote por fin terminando de buscar entre sus cosas, volteaba y le extendía cuatro libros.

--¿Acaso no quieres esas respuestas?

Sam arrebato los libros de las manos del sacerdote, dos de ellos eran los que le habían quitado ese día, "Lo pilares de la tierra" y el diccionario.

--Pensé que los quemarias junto conmigo.

--Nunca podría hacerte tal cosa.

--Las cicatrices dicen lo contrario.

--Que tus piernas sigan en su sitio, es algo que tienes que agradecerme.--Dijo sin sentido, con la idea en mente de aterrar un poco a Sam.

El pelirrojo retrocedió un paso por inercia y apretando los libros en sus manos, salió.

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⏰ Última actualización: Nov 17 ⏰

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