Un mes había pasado desde "esa" noche, Sam que ya podía hacer vida normal, aún con ese dolor palpitante en su cuerpo, se salía de duchar secándose bien para poder aplicarse las cremas curativas que le había dado Mateo, pero siempre sería un problema por ese gran espejo que no podía mirar por miedo al reflejo, a lo que esa imagen le haría recordar así que optó por terminar de ponérsela fuera del baño, en la habitación que ahora compartía con Mateo, no sabría decir como acabaron así pero quería que eso nunca acabará. Al momento de terminar con la curación se vistió, con sus pantalones cortos y una de esas camisas de mangas largas que había empezado a usar hace poco porque le hacían sentir mejor, así nadie vería esas heridas, nadie notaria su debilidad o eso era lo que el pensaba.
Mateo a su vez estaba preparando el desayuno, mientras escuchaba la regadera o la puerta siendo abierta, ruidos que le parecían mejor que cualquier otro sonido.
-Eso huele bien, como siempre.-Decía Sam, haciendo acto de presencia mientras se secaba su largo cabello.
-Ya, es que he tenido mucha práctica.-Contestaba mientras ya se encontraba sirviendo la comida.-¿Ya te echaste las cremas, verdad?
-Sí, no te preocupes, estoy curando bien, solo me molestan esas cicatrices.-Se queja mientras apoya su frente en el hombro del contrario, que gracias a la diferencia de altura se tuvo que inclinar demasiado.
-Estoy trabajando en eso... pero igual sabes que no se borraran por completo y ve a sentarte que ya tienes que comer.
Sam frota su mejilla con la de Mateo durante pocos segundos para luego ir a sentarse.
Mateo solo suspira, ya acostumbrado desde hace una semana a esas muestras de cariño, y lleva la comida a la mesa para que puedan compartir tranquilamente el desayuno.
-Supongo que me tendré que encargar de la cena.-Dice Sam mientras come pensativo.
-Siempre puedes usar un libro de recetas.
-Cierto.-Sam termina en cuestión de segundos y se dirige a la biblioteca.
-Y me deja el plato, siempre igual.-Se rie un poco, se toma su tiempo para terminar de comer y ya recoger la mesa.
En la biblioteca Sam estaba mirando entre los libros, pero hubo uno que le llamó la atención, uno de tapa roja y con flores azules. Lo tomó y abrió para poder curiosear su contenido, que era en un lenguaje extraño por lo que decidió examinar solamente los dibujos los cuales se le hacían familiares, hasta que llego a una página, esa imagen, en la que se podía ver la pose en la que le habían torturado. Y no pudo más, al entender que todo eso que contenía ese libro era todo lo que alguna vez le habían echo.
Cayó al suelo, abrazando el libro, queriendo entender que era lo que este realmente contenía, pero no podría soportarlo, por lo que se quedó un rato en el suelo frío que le premitia mantener algo de conciencia. Pasado el tiempo se decidió a seguir mirando hasta que llego al final, algunas cosas empezaban a tener sentido pero no lograba atar todos los cabos por culpa del desconocimiento del lenguaje, nesecitaba respuestas.
Sam se levantó y llevó el libro consigo hasta el cuarto, en donde estaba Mateo, sentándose en el borde la cama.-Mateo, nesecito que me ayudes con algo.-Solicita mientras le extiende el libro.
El mencionado solo agarra y examina el libro.
-No te puedo ayudar, no es una lengua que conozca, lo compre antes de saber lo que contenía... una vieja costumbre.
-Acaso no ves que las imágenes... fueron las cosas que me hicieron.- Explico Sam con un nudo creciente en la garganta.
-Sam...
Hasta ese momento realmente no se había echo ningún tipo de comentario de lo que pasó aquel día, por lo cual Mateo se quedó en silencio unos segundos ojeando cada uno de las páginas, observando sin expresión alguna las imágenes.
-Sam, esto no te lo hicieron... es posible que solo sea un libro con imágenes de tortura.-Dice, mientras le muestra la imagen de una persona a quien le están mutilando las piernas.
-El texto... es demasiado largo, no debe describir solo el como hacerlo.-Insistía el pelirrojo con su voz ya quebrada.
Y era verdad lo que decía, por cada imagen habían al menos unas trece páginas que parecían dedicadas a solo la descripción de estas.
-Iré a investigar... seguro tengo algo con lo que podría traducir esto, pero no te puedo prometer na-
Y fue interrumpido, al sentir como Sam le rodeaba en un abrazo, como había estado haciendo costumbre desde que vivían juntos, pero esta vez el rostro del pelirrojo se ocultaba en su hombro, sintiendo este humedecido por las lágrimas del contrario.
-Prometo darte las respuestas que nesecitas.-Con la promesa ya echa, Mateo corresponde al abrazo del pelirrojo.
Abrazados, Sam acerca más a si a Mateo, buscando el calor que reconforta el dolor de las heridas que ni tiempo les dio a cerrar, mientas Mateo, solo consuela con caricias suaves en la espalda al contrario sin intenciones de soltar al pelirrojo sin que que él mismo lo decida así.
Y en unos cuantos minutos Sam decide separarse unos centímetros de Mateo, sin soltar el abrazo, pero aflojando lo suficiente como para observar al contrario, haciendo chocar sus ojos verdes, algo rojos y brillantes por las lágrimas antes derramadas, con los ojos azules, esos ojos que le devolvían la esperanza de vivir y eran a lo único que se nesecitaba aferrar ahora que había sido abandonado.