Traidora- Final Malo (Price)

532 60 12
                                    


—John, nos equivocamos— cuando Price escucho esas palabras viniendo de Laswell, sintió como su corazón había dejado de latir. De inmediato giro su rostro hacia el pasillo, fijando su mirada en la puerta del fondo, aquella daba acceso a esa habitación, que en teoría era para interrogatorios, y ellos la habían usado como sala de tortura. 

Habían estado sospechando que había un traidor dentro de la base, uno que durante mucho tiempo fue difícil atrapar, hasta que dieron contigo. Desde el primer momento juraste que eras inocente, que todas las pruebas en tu contra eran meras casualidades y que serias incapaz de trabajar para el enemigo. Pero no te escucharon. 

Estaban tan convencidos que eras la culpable, todo apuntaba a ti, que no dudaron en someterte a tortura para hacerte decir la verdad. En un principio solo habían participado otros soldados, después fue cada miembro de la Fuerza Operativa 141, en un intento de cada uno por hacerte hablar de una buena vez, el fue el ultimo en participar. 

Pero nunca importo que tanto insistieran o que tanto dolor te infligieran, nunca dejaste de repetir, de luchar por tu inocencia hasta que finalmente llego el punto en que no volviste a pronunciar ninguna palabra. 

Ahora estaba corriendo como nunca antes a esa puerta que había cruzado tantas veces en los últimos meses, tan pronto cruzo el umbral les ordeno a los soldados que estaba ahí dentro de que se detuvieran de inmediato y que largaran de ahí. Ninguno de ellos lo entendió pero simplemente se limitaron a obedecer y lo dejaron ahí dentro contigo. 

Los ojos de Price se llenaron de lagrimas apenas escucho la puerta cerrarse detrás de el, dio unos cuantos pasos hacia ti y se dejo caer de rodillas delante tuyo. Le destrozaba ver el resultado de sus acciones, el daño irreparable que habían causado a uno de los suyos, a alguien quien siempre fue inocente pero que tuvo que soportar el sufrir a manos de quienes creyó sus compañeros. 

Seguías viva, de cierto modo. 

Tu corazón seguia latiendo, tu pecho subía y bajaba en cada respiración llenando de aire tus pulmones, aun podías ver con ambos ojos pero ya no había reacciones. El dolor fue lo suficientemente grande para hacer que tu mente, en un acto desesperado por auto protegerse, bloqueara tu conciencia y la encerrara en algún lugar dentro de ti misma. Uno al que nadie mas podría alcanzarte, en donde estabas segura. 

No fue consciente de cuanto tiempo estuvo llorando abrazado a tu regazo, suplicando entre sollozos por un perdón que sabia que nunca llegaría y que tampoco merecía. Tiempo durante el cual permaneciste impasible con tu mirada fija en algún punto del vacío, ignorando por completo su presencia. 

Price movió todo a su alcance para darte tu libertad nuevamente, limpio tu nombre, y se aseguro de pagar con sus propios fondos un lugar en donde pudieras pasar el resto de tus días con total tranquilidad, donde nadie pudiera molestarte.

Las enfermeras del lugar se encargaron de tu cuidad personal, limpiaron todo tu cuerpo, arreglaron tu cabello, atendieron todas las heridas y te suministraron el medicamente necesario para contrarrestar las infecciones que se habían producido durante tu tortura. 

Cada vez que Price estaba fuera de una misión, se presentaba sin falta a visitarte. Llevaba consigo un bonito ramo de flores de todos los colores y te lo ofrecía, aun a sabiendas que ni siquiera lo mirabas. El podía ver como te había rebajado a ser solo una especie de muñeca, carente de cualquier personalidad o chispa de vida. Podrías permanecer sentada frente a una ventana todo el día y no emitirías ni una sola queja.

Tu mente no fue la única afectada, aunque hubiera pasado tiempo, tu cuerpo aun presentaba los estragos físicos. Tu caminar se había vuelto mas lento, una de tus piernas había sido lo bastante lastimada que ahora simplemente te seria imposible correr. Tu mano derecha aun era funcional pero a veces era acompañada por un temblor que te hacia soltar cualquier objeto que tuvieses en tus manos, un muy probable daño en tus tendones. Y las cicatrices, muchas de ellas nunca iban a borrarse de tu piel, algunas habiendo sanado de manera descuidada y dando un aspecto poco estético. Muchas de ellas estaban concentradas en tus brazos, piernas, cuello y abdomen, siendo echas intencionalmente de manera que no pudieras ocultarlas en un futuro. Para que las portaras con vergüenza. 

Cuanto daría por poder borrarlas todas...por transferirlas a su propia piel. 

Aun así el no dejaba de hablarte, te contaba sobre todo lo que hacia durante las misiones, sobre las bromas que tenia Soap con Ghost, incluso llevaba postales de las ciudades que visitaba o fotografías que el mismo tomaba solo para ti. Durante esas mismas visitas, el se encargaba de llevarte de paseo por el jardín del lugar, tomaba tu brazo y lo envolvía con el suyo para guiarte, tu por supuesto no oponías ninguna resistencia. 

A veces solo se sentaban debajo de un árbol y pasaban la tarde ahí, Price cepillando tu cabello con sus dedos mientras seguia contándote cualquier cosa, tratando inútilmente de llegar a ti, pero cada vez que veía como tu mirada seguia apagada e indiferente, comprendía que era otra batalla perdida.

—Quizás la próxima vez— se repetía a si mismo. 

Al final del día se despedía de ti con un beso en tu frente, prometiendo que volvería. Y cuando salía por esa puerta, sus ojos se llenaban de lagrimas acompañadas de un fuerte dolor en su pecho. No queria llorar delante de ti, no otra vez. 

Price pensaba que debía ser fuerte para ti, por ambos. El no iba a descansar hasta poder devolverte la vida que te quito, así le tomara el resto de la suya.

El Capitán John Price solo vivía por dos propósitos, seguir al mando de la Fuerza Operativa 141 para luchar contra el terrorismo y para dedicar su vida privada a sanarte. Le rogaba a Dios cada día y noche porque se te diera una segunda oportunidad, por volver a escuchar tu voz y esa risa tuya. El error fue suyo...no tenias porque seguir sufriendo así.

Peleo tantas veces con los psicólogos y psiquiatras del lugar, incluso llego al punto de acusarlos de inútiles por si incapacidad de hacer cualquier minino progreso con tu estado. Hacia oídos sordos cada vez que estos trataban de explicarle que tu caso estaba mas allá de cualquier profesional de la salud mental, que simplemente podían ofrecer una estadía en dicha institución para que pasara sus días con calma pero que nunca habría una mejoría. 

Le dolía ver como los demás se rendían contigo, como le pedían que se conformara con tu estado actual.

El no lo haría. 

Por eso, mientras el tuviera vida, gastaría cada centavo, tiempo y esfuerzo en ti y en tu recuperación. Incluso si el moría en alguna misión, cosa que ni el mismo se permitía en realidad, todos los gastos para tus cuidados estaban completamente asegurados, siendo Laswell la encargada de administrarlos. 

Pero mientras el pudiera, siempre volvería de cada misión. Morir era demasiado fácil, y sabia que no merecía escapar así de sencillo de su culpa ni de sus obligaciones. Tenia una inmensa deuda contigo y si tu no eras capaz de disfrutar de tu propia vida siendo tan joven, el tampoco iba a disfrutar de la suya. No era justo. 

Había ocasiones, una vez al mes al menos, que podía sacarte de las instalaciones y te daba un pequeño tour por la ciudad. Eran sus pequeñas citas, las que le hubiera encantado tener contigo en otras circunstancias. Aun así, no importa que cosa te enseñara, no mostrabas interés por nada. 

O al menos así fue hasta un día, en una de sus salidas. 

Ese día, Price casi sufre de un infarto cuando te perdió de vista. Para su fortuna no estabas lejos, simplemente habías avanzado un poco y entrado a un nuevo local que había en la ciudad, uno donde vendían discos de música. Y lo que le sorprendió fue el como un empleado te facilito unos audífonos de diadema que estaban conectados a una pared, misma en la cual se estaba un dispositivo reproduciendo música. Por primera vez en mucho tiempo Price pudo observar un tenue brillo de lucidez en tu mirada, un simple acto que le hizo llorar en silencio desde su lugar, parado en la entrada del local. 

Ahora sin falta te llevaba a ese lugar cuando salían, y los demás días, se encargaba de llevar en sus visitas un reproductor de música y unos audífonos para ti. Escuchar música parecía ser algo que por fin estabas disfrutando después de tanto tiempo sumida en tu letargo mental, no le importaba si lo reconocías a el o no, solo queria traerte de vuelta.

Tomo mucho tiempo poder llegar hasta este punto y quizás tomaría aun mas tiempo obtener algún otro progreso significativo, pero el seria paciente, tanto como tu lo necesitaras.

Porque John Price nunca olvida...el recordaría todo por ambos y lucharía hasta su ultimo día solo por ti. 

Esta era su manera de buscar redención. 

Momentos CODDonde viven las historias. Descúbrelo ahora