✯ ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ x - ᴅᴏs sʟʏᴛʜᴇʀɪɴ ᴅᴇ sᴀɴɢʀᴇ ᴘᴜʀᴀ

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La Mansión Malfoy está situada en Wiltshire, en el sureste de Inglaterra, la cual es una hermosa mansión solariega que posee unos extensos terrenos. En ella han vivido durante generaciones los Malfoy, una antigua familia de magos orgullosa de su sangre pura. Entre ellos están Lucius, su mujer, Narcissa y su hijo, Draco, quienes la habitan en la actualidad gozando de infinitos privilegios, como un servicio exclusivo de elfos domésticos, algo que no todas las familias del mundo mágico se pueden permitir en los tiempos que corren.


Draco Malfoy era despreciado por la mayoría de alumnos de la escuela, pero también halagado por muchos otros que querían ganarse una porción de su fortuna o tener ofertas de trabajo para cuando acabaran su formación académica, aunque no tenía pinta de que ninguno consiguiera algo así.


Era de pocos amigos, conservando solamente a Crabbe, Goyle, Pansy, Blaise y Theodore, pero, como Slytherin que era, sabía que la amistad de todos estos sería pasajera, ya que no tenían beneficios que ofrecerle a largo plazo. Sí, muy frío y calculador, tal y como su padre le enseñó a ser desde pequeño, igual que su progenitor también le había enseñado a utilizar cualquier medio para cumplir sus objetivos, de ahí que acabara estrechando esos prohibidos lazos con Severus Snape en aquella nublada tarde de febrero de su tercer curso, con la finalidad de que le diese la máxima ayuda posible durante su estancia en Hogwarts. Y, bueno, también lo hizo para poder sentirse como en casa; como cuando estaba a solas con su padre, Lucius Malfoy, pues la mesa del despacho era muy parecida a la que tenía en la cocina de su mansión, una de las zonas en las que su padre lo tenía acostumbrado a follarlo pasionalmente.


Se dice que en la Antigua Grecia, los maestros eran los encargados de inducir a sus alumnos en el sexo, o al menos eso fue lo que Draco le dijo a Snape en su día para convencerlo de cometer una locura de tal calibre, quien creyó al principio que fue él mismo quien inició a Draco, pero, aproximadamente dos años más tarde descubrió que su alumno ya había sido desvirgado antes de comenzar su segundo curso en Hogwarts, por nada más y nada menos que Lucius Malfoy, su propio padre. Esto, en lugar de molestarle, le sirvió para tener a Draco aún más sumiso de lo habitual, aunque, pese a tener él el poder de la situación, nunca dejó de favorecerlo académicamente.


La noche del Jueves Santo, aprovechando la ausencia de su esposa, el distinguido Lucius Malfoy se dirigió a la habitación de su hijo Draco, en la que se encontraba escribiendo una extensa carta, con sus rubios cabellos revoltosos y alocados. Parecía agobiado, y el mayor, por muy cachondo que estuviera, primero debería atender a la aparente grave situación de su primogénito.


-Ey, ¿Qué tal estás hijo?


-Mal. -Respondió cortante.


Draco no era muy educado que digamos, ni siquiera con su propio padre, al que le debía mucho. Tampoco tenía filtro a la hora de decir lo que deseaba. Nunca se cortaba ni un pelo.


-V-vaya...


-...


-¿A quién le escribes? -Quiso saber Lucius.


-Al profesor Snape.


-¿Ah sí? ¿Para qué?

Lujuria en HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora