✯ ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ɪx - sᴇxᴏ ᴀɴᴀʟ ᴇɴ ʟᴀ ᴍᴀᴅʀɪɢᴜᴇʀᴀ

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Tras una semana plagada de festividades religiosas en toda Inglaterra, el Domingo de Resurrección apareció para amargar las vidas de Harry Potter y Ron Weasley; ¿Por qué? Pues porque significaba que, a la mañana del día siguiente, ambos debían personarse en la estación de King's Cross para coger el tren de vuelta a Hogwarts y retomar el curso escolar.


Como era tradición en la familia, la noche del domingo más sagrado del año solía celebrarse una cena para la ocasión; los Weasley eran muy religiosos. Además, también era una forma de despedir a sus hijos antes de que volvieran a Hogwarts. Pero, en lugar de ayudar con los preparativos, Ron y Harry estaban poniéndose al día después de haber pasado una semana entera en castidad; sus hormonas adolescentes les hacían desear estar follando como conejos a cada rato, y al convivir con una familia tan numerosa, conseguir un momento de intimidad era una tarea casi imposible.


Por la mañana, aprovechando que todos estaban trabajando en tener todo listo para la ansiada cena, Ron llevó al pelinegro a una alejada zona, por detrás de La Madriguera. Tras apoyarse en el gran árbol donde sus hermanos y él solían columpiarse cuando eran pequeños, Ron miró de reojo el lugar por si se daba la casualidad de que les hubieran seguido.


-Despejado Harry, arrodíllate.


Harry obedeció y se arrodilló en el pasto. Se remojó los labios al ver la flácida polla de Ron a su entera disposición, incluso estando dormida se veía apetecible. No perdió el tiempo y agarró en sus manos el rabazo de su pelirrojo amante, el cual masturbó durante unos segundos antes de engullirlo hambrientamente. Harry notaba como la sangre iba endureciendo aquel mástil y como a cada segundo se le hacía más difícil seguir.


Cuando la polla de Ron estuvo en su máximo esplendor, Harry, con una lujuriosa actitud, comenzó a repartir húmedos besos por el gran tronco venoso del pelirrojo, para finalmente terminar en su rojizo glande, el cual succionó estratégicamente, sacándole bajitos gemidos a Ron. Luego, Harry decidió darle protagonismo a los lampiños huevos de Ron, los cuales se metió a la boca para jugar con ellos; los chupaba y saboreaba mientras que con su mano pajeaba el mástil de su amante. Ron echaba la cabeza hacia atrás del placer mientras gemía en monólogo:


-¡A-ahh! ¡Ay ay a-ahhh!


-¡O-ohh! H-harry m-más despacio...


-M-me vas a dejar los huevos r-rojos...


Ron pensaba que Harry había nacido para ser mujer, pues su mejor amigo sabía muy bien como complacer a un hombre correctamente; aquella boquita era capaz de hacer absolutas maravillas. Al cansarse, Harry se sacó las pelotas de Ron de la boca y, efectivamente, se los había dejado bien rojos. Poseído por el placer, Ron le jaló del pelo para que lo mirase a los ojos, tal y como hacía normalmente; el Weasley era un hombre muy dominante.


Pero cuando Ron iba a ensartarle su polla para comenzar a follarle la boca, las insoportables voces de los gemelos llegaron a los oídos del inseparable dúo de magos. Harry se levantó a toda prisa del pasto y Ron se subió los pantalones y calzoncillos, intentando guardarse su erecto miembro antes de la llegada de Fred y George, "consiguiéndolo" in extremis.


-Mamá os está llamando para que ayudéis, cabrones. -Informó Fred.


Lujuria en HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora