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Un feto.

Sergio analizó el rostro del neerlandés y se dio cuenta de que Daniel tenía razón, aún era un adolescente al que le faltaban muchas cosas por vivir.

— ¿Por qué lloras? — a Max le preocupó verlo tan apagado. El mexicano se caracterizaba por tener siempre una sonrisa para todos en todo momento.

— Por nada — limpió sus lágrimas con el dorso de su mano.

Volvieron a quedar en silencio, pero Sergio decidió hablar.

— Extraño a mi familia — tapó su rostro con ambas manos tratando de ocultar sus ganas de llorar, extrañaba mucho los abrazos de su madre y las estupideces de sus hermanos, sobre todo las de Toño, quién además de ser su hermano también era su mejor amigo.

— Es difícil estar apartado de tu familia durante un tiempo relativamente largo, pero ellos siempre te acompañarán a dondequiera que vayas — Max, el peor dando apoyo emocional, puso una mano sobre la espalda del contrario en señal de que podía seguir desahogándose con él — Estoy seguro de que también te extrañan en casa.

— ¿Tú no extrañas a tu familia?

— Bueno... — la vida familiar del neerlandés era un caos, de hecho, no sabía cómo se sentía tener una familia — Los extraño, sí, pero nunca pasamos tiempo juntos — suspiró.

Y así pasaron la noche, hablando sobre la vida, nada de autos ni motores.

Mientras Sergio hablaba, Max se dedicaba a escucharlo atentamente analizando cada facción de su rostro. Su corazón se apachurraba cada que al mexicano se le entrecortaba la voz e intentaba ocultarlo con inútiles carraspeos.

La comodidad que sintieron ambos fue especial. Max esa noche se dio cuenta de lo interesante que era el mexicano, éste tenía tantos temas de conversación y anécdotas graciosas por contar. Ahí entendió el por qué todos adoraban su compañía.

Esteban y Sergio dormían en cuartos separados como los demás pilotos, pero cuando todo se encontraba bien entre los dos el francés se escabullía a medianoche con el objetivo de interrumpir el sueño del mexicano.

Esta vez Sergio supuso que dormiría solo.

Esto no lo ponía triste, lo que lo ponía triste era saber que había hecho enfadar al hombre que le ha curado todas sus heridas con besos y caricias dulces.

Al llegar a su habitación entró con cuidado de no tropezar con el desmadre que había dejado en el suelo y que no se molestó en recoger antes de salir.

— Buenas noches — una voz que parecía estar molesta lo asustó.

— ¿Esteban? ¿Eres tú?

— Por supuesto ¿quien más podría ser? — el francés lo había estado esperando todo el día — ¿Por qué tan tarde?

— ¿Aún sigues molesto? — caminó hasta la cama en donde una gran sombra tenebrosa lo esperaba — De verdad lo siento, solo quise ser amable y ya sabes...

— Calma cariño, no hables — tomó su mano y lo atrajo hacia él dejándolo de rodillas.

— Lo lamento tanto — el mexicano comenzó a llorar sobre las piernas del contrario, se sentía culpable por haber arruinado algo que se suponía era una celebración — Tienes todo el derecho a molestarte, no debí de haber llevado nada, no había razones para hacerlo

— Sí, eso estuvo mal — acarició su cabello intentando tranquilizarlo — Después de todo lo que me has hecho creo que deberíamos darnos un tiempo

— No, no me pidas eso por favor — tomó con fuerza las manos del contrario y entre la oscuridad posó su mirada ahogada en lágrimas sobre el que era el amor de su vida.

— Es lo mejor para ambos, solo quiero que pienses en si de verdad me amas tanto como dices

— Claro que te amo tanto como lo pienso y digo, yo haría todo por hacerte feliz y...

— No mientas Sergio

— No estoy mintiendo, créeme por favor

— ¿Cómo podría creerte después de ese día?

— No fue mi culpa

— Claro que lo fue — Esteban se puso de pie haciéndolo a un lado — Sabías lo feliz que estaba por eso

— ¡Yo también estaba feliz! — Sergio se rompió por completo en un grito desgarrador — ¡Si tan solo no te hubieras enfadado esa noche nada de esto...

El mexicano se desvaneció después de recibir un fuerte golpe.

Y ahí en la oscuridad quedó sumergido en una pesadilla ante la sonrisa macabra del que consideraba su príncipe azul.

Max estuvo toda la cena mirando con detenimiento la bolsa de regalo intentando adivinar qué era.

Cuando llegó a su habitación encendió las luces y lo primero que hizo fue aventarse en la cama tal cual niño pequeño para abrir su regalo.

Con la emoción de un niño de 5 años en Navidad cerró los ojos y metió una mano dentro de la bolsa.

¿Una lata de chiles? ¿Una botella de tequila? ¿Una taza? ¿Unos calcetines?

Un cuadro.

Con desánimo hizo a un lado el papel en el que estaba envuelto y lo miró.

Tenía una nota pegada al frente.


"Cuando obtengas tu primera victoria con Red Bull guarda ese momento especial en este cuadro y también en tu corazón.

Te deseo lo mejor del mundo Max

Con cariño, Checo "


Max apenado se disculpó con la nada por haberle hecho el feo al lindo presente que el mexicano le había dado.

Colocó el cuadro provisionalmente en el buró de la habitación, esperaría llegar a casa para buscarle un lugar especial.

Con cariño... Checo

Un suspiro relajado salió de sus labios al recordar una y otra vez esa última frase escrita es esa nota. Se acomodó en la cama mirando al techo preguntándose por qué no se había atrevido a hablarle antes.

— Con cariño... ¿por qué con cariño si aún somos desconocidos?

— Es solo una expresión Max, no le busques el lado subliminal

El neerlandés pasaba tanto tiempo solo que se preguntaba y respondía sólo, llámenlo loco, pero para él era terapéutico.

We Are on the Race Track | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora