𝟬𝟬𝟭

661 57 6
                                    


— Hola, bebé — la grave y melodiosa, incluso tierna, voz de la Alfa menor se hace presente cuando Sana estaba tranquilamente pasando por la zona.

— Deja de llamarme así, Chou — la molestia en su voz es conocida. Tzuyu hace un pequeño puchero.

— Aw, pero ¿por qué, bebé? — la pelinegra siempre le ha molestado llamando de diferentes formas cariñosas coqueteandole de una manera tan tierna. Sana se maldice porque en el fondo le gusta.

— Porque no quiero y ya — tiene que admitir que le gustan los apodos cariñosos de la contraria pero no en voz alta obviamente.

— Como diga, mi Alfa — con lo último dicho en el oído, con voz gruesa y demandante, se va caminando tranquilamente dejando a una Alfa hormonal congelada encantada con el nombre dado. A Sana le encantó ese llamado.

Ella lo sabe, desde el principio, cuando se vieron a los ojos, cuando el aroma de la otra las atrajo y cuando sus corazones latieron rápidamente al tener sus miradas justas en la otra.

Son predestinadas.

Sana no lo quiere aceptar, pero no hay nada que hacer. Siempre va a buscar a la Alfa en sus celos aunque su terquedad no la dejara irse. Siempre le encantará el aroma a café helado y dulce aunque no lo diga en voz alta. Siempre estará conectada a ella aunque no quiera y siempre sus lobos se querrán aunque ella no lo acepte.

Tzuyu lo aceptó en cuanto la vio. El aroma adictivo a dulce y chocolate combinados, los ojos profundos que le encantaron, todo su ser encantador. Todo aceptó, aceptó ser su Alfa aunque sea mal visto.

Para ella no es malo, la Diosa Luna lo eligió y así será.

La Diosa Luna no se equivoca, las personas sí lo hacen.

Cuando se dio cuenta de el miedo de su Alfa, saltó y sonrió con una idea buena que cruzó su mente.

Se comprometió a cortejarla hasta hacerla su pareja, hasta marcarla, hasta pasar los celos con ella y para después la vida con ella. Tzuyu tenía felizmente su vida hecha aunque no totalmente. Tzuyu quería ser Alfa de esa Alfa terca.

Aunque es un poco difícil pero no se rendirá. Esa Alfa será su Alfa y ella también le pertenecerá a la otra. Como la Diosa Luna y su corazón diga, no como la sociedad.

Todavía recuerda cuando se vieron por primera vez y conectaron aunque la japonesa lo disimuló con una mueca.

Ambas estuvieron viéndose como por media hora hasta que el timbre de las clases llamaron la atención de ambas y tuvieron que irse. Tzuyu le sonrió de lado y se fue dando saltos hacia sus clases. Sana la miró confundida y a la vez con miedo.

Ambas dos chicas jóvenes, con vidas normalmente comunes.

Tzuyu era la chica totalmente reservada. No hablaba con casi nadie. No mostraba nada de piel porque le encantaba su palidez. No era social solo porque no quería.

Sana, una Alfa de sociedad pero no mala. Era la alfa perfecta para cualquiera Omega o Beta y había capturado la atención de muchos. No por nada tenía una novia... que terminó cuando se dio cuenta de sus sentimientos inestables.

Sana claramente era perfecta y de buena imagen. Oh, ¿y qué es mal visto para la imagen social? Oh claro, ser pareja de una Alfa, siendo Alfa.

Fue demasiado lindo para ellas, cuando se vieron y sintieron de todo. Fue también raro, ambas sonriendo a la otra sin conocerse ni un poco.

Ahora las dos siguen viéndose cada día, menos en sus celos los cuales son extremadamente dolorosos por no tener la compañía mutua de la otra. Con la Taiwanesa poniéndola de los nervios y la Japonesa nerviosa mientras actuaba molesta por todo de ella cuando es evidente que le gusta.

¿𝑨𝒍𝒇𝒂?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora