—¿Por qué lo haces en el instituto?
Me preocupaba. Si me veían con él, ambos estaríamos en detención o, peor aún, en la cárcel. Sin embargo, me tranquilicé al tener en cuenta que todos estaban en clases y casi nadie venía por este rumbo. Los campos eran un infierno para muchos.
—Porque quiero y puedo —contestó de forma grosera.
—Eso es desagradable —farfullé arrugando mi nariz.
—Al igual que tú —siseó y lamió con la punta de su lengua el arito. Decidí no tomarlo tan personal, pues no lo conocía y no dejaría que una simple frase me afectara.
—¿Qué es eso? —Apuntó con su dedo índice hacia mi camisa entrecerrando los ojos.
Mi mirada viajó a la dirección donde apuntaba y sentí mis mejillas arder.
—Pasta de dientes.
El chico me miró con una pizca de diversión durante unos segundos para luego empezar a carcajear; su risa fue un poco contagiosa, me uniría si yo no fuera la causante. Por esa misma razón, puse mi cara en alto y apreté mi mandíbula.
—Te levantas con los ojos cerrados, ¿no es así? —murmuró entre risas.
—¡No soy bueno despertándome! —confesé en un chillido, dándole un golpe a la grada de metal con mi pie.
—Lo he notado —admitió mirando el rollo entre sus dedos.
Hizo una mueca de dolor y su expresión cambió a una seria; dejó el joint en una grada y lo apagó para luego cogerlo. Pasó su mochila por encima de su hombro y de zancadas de dos en dos bajó completamente las gradas. ¿A dónde iba?
—¿Qué haces? —pregunté, tratando de seguirlo. Él se dio la vuelta para encararme.
—Me voy. ¿No es obvio?
—¿Por qué? —pregunté casi en un grito.
—Las clases siguen, park—pronunció solemnemente, se giró y siguió caminando.
Me había llamado por mi apellido, ¿cómo es que lo sabía? «Está contigo en una clase», gritó mi subconsciente. Me di cuenta de que no me había mencionado nada de él, ni siquiera se presentó, así que volví a hablar:
—¡No me has dicho cómo te llamas! —grité poniendo ambas manos alrededor de mi boca, creando un megáfono con estas.
Él se giró, pero no se detuvo, siguió caminando de espaldas y solamente alzó los pulgares para luego volver a girarse. Su forma de caminar era diferente. Caminaba como si nada le preocupara, su espalda relajada y sus piernas entalladas a esos pantalones negros levemente ajustados.
Me dejé caer en una de las gradas y mi vista se perdió por el campo verdoso, repitiéndome de nuevo cuánto odiaba al profesor Hyujin
La hora de receso llegó. No me gustaba comer en la cafetería, desde pequeño no toleraba el olor a comida y el cuchicheo de varias personas al mismo tiempo. Solo lo hacía por Namjoon, me agradaba acompañarlo y ser parte de su espacio durante el desayuno.
Empujé con la punta de mi tenis la puerta de la cafetería y caminé directo hacia la máquina de jugos, rebusqué unas cuantas monedas para depositarlas y después coger mi jugo de uva por el orificio de abajo. Mi cuerpo se tensó al sentir unos brazos atraparme por la espalda haciendo presión, aunque me relajé al instante cuando escuché la familiar risa ruidosa de Namjoon, ocasionándome cosquillas en el lóbulo de la oreja. Me removí de entre sus brazos y una vez que me soltó, me giré hacia él con una sonrisa.
—¡Hey! —saludé revolviendo su cabello.
—No hagas eso —gruñó divertido con un mohín causando que la ternura se presentara ante él.
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BOULEVARD
FanfictionEstá historia es solo una adaptación El verdadero libro es Flor M. Salvador