Hyunjin, El mejor amigo de Félix. Eran mejores amigos desde pequeños, soñando con gobernar un reino juntos. Pero por decisión del destino, Félix es separado de Hyunjin debido a un suceso... Un acto? O unas palabras?
¿Que habrá sido de la vida de amb...
Jisung pasó por mí habitación para terminar de elegir mí traje. Faltaba poco para mí coronación y mí madre había decidido no dirigirme la palabra desde el día que peleamos.
No pude hacer más, sin alguna razón, aquel día en la noche. Algo ardió en mí pecho, pero no sé el qué.
Evermore; mí futuro pueblo. No sé que pensarían de mí. Hace semanas no paraba de sobrepensar sobre como reaccionarían las personas del pueblo a mí. ¿Seré lo suficiente bueno? ¿Lo suficiente maduro? ¿podré controlarme por mí cuenta?
Estoy por cumplir 17 años, y sigo durmiendo con aquél peluche de hurón que tengo desde niño.
Escuché unos pasos entrar, y alcé la mirada.
-Madre-. Me interrumpió.
-Félix. La princesa Shin Yu-na vendrá con sus padres a cenar, porqué quieren que ella se case contigo.- Me quedé sin palabras.
-¿Perdón? Mamá, yo no me casaré con ella, nos hemos visto una sola vez en mí vida a los 13 años. No me gusta ella, no siento nada hacia Yuna. -dije algo molesto.
-Felix, tiene un estatus social muy alto, esto alzará al pueblo más que nunca. Seremos de un estatus más ato que el de los demás. Debes hacerlo, entiéndelo. -dijo. En ese momento supe, que mí mamá, nunca fue mí mamá.
-¡Entiéndelo tú!, ¿No te basta con obligarme a tomar el trono a tan corta edad? Nunca tuve una infancia mamá, ¿Sabés? Olvídalo, tú nunca fuiste, ni serás mí mamá. ¡Odio ser un Lee por tu culpa! - Mis ojos ardían de nuevo, y mis manos temblaban ¿Porqué tuve que ser tan débil?
Salí de la habitación. Y tomé a mí yegua, la cuál amaba desde pequeño, Nevada.
-Largemonos de aquí, Nevada.- la miré y sonreí, me monte en ella y me dejé llevar por ella hasta que llegamos a la mitad del bosque y nevada se detuvo y comenzó a caminar en círculos.
-Hey, ¿Que pasa? Hacía adelante.- dije preocupado. Nevada bufaba y comenzó a pegar saltos.
-¡Nevada, basta! ¡Hey!- dije preocupado y algo molesto ya que causaba golpes hacía mí abdomen, Nevada hizo un salto tan brusco, que causó que yo cayera hacia atrás hasta golpearme con un árbol.
Sobé mí cabeza y alcé la mirada al escuchar a Nevada chillar. Nevada no estaba sola, había un caballo negro a su lado. Una voz me interrumpió antes de hablar.
-Éste no es un lugar para un paseo solitario de una plebeya y su yegua.-Dijo aquella voz algo profunda. Lo miré.
-No soy una chica, mucho menos un plebeyo. Aleja a tu caballo de mí yegua, le molesta.- Dije llamando a Nevada mientras me levantaba. El Caballo negro de aquel desconocido me bufó en defensa apunto de atacarme.
-¡Noir!- dijo el de voz profunda y lo analicé. Cabello corto, de un tono morado, su piel tersa y blanca. Labios bastante lindos y abultados. Fuí interrumpido por éste mismo.
-¿No eres un plebeyo? ¿Quién eres entonces?- dijo subiendo en aquel caballo de supuesto nombre Noir. Me monté en nevada también y Noir y Nevada comenzaron a caminar amistosamente en círculos.
-¿Quién eres tú? Debería preguntarte yo a ti. -dije acariciando a nevada.
-Un gustó, príncipe Lee min-ho. Para sevirte. -dijo y no pude evitar reír. El hizo una mueca de confusión.
-¿Príncipe? Si claro, estamos a horas del pueblo vecino. -reí.
-No, no lo estamos, estás en el pueblo de Ethelis.-dijo y mí sonrisa se borró de inmediato.
¿Qué? ¿Ethel que? ¿Cuánto corrió Nevada? Oh, no.
-Disculpa, ¿Que hora tienes? - dije algo angustiado.
-Son las 6:30, rubio. -dijo usando aquél apodo. Pero no le presté atención. ¡¿Nevada camino casi 3 horas?! Juré que fueron minutos. Estaba por decir algo pero escuché qué una gran caballada estaba por llegar al lugar.
-Debo irme, no pertenezco aquí. -dije algo temeroso y comenzando a dirigir a Nevada de vuelta por el bosque.
-¡Espera, dime tu nombre al menos! -gritó al yo comenzar a alejarme.
-¡Un gusto conocerte Min-ho!- me retiré rápidamente cuando Nevada comenzó a correr de vuelta de dónde vinimos.
Debería de analizar lo que acaba de pasar, ésto era muy loco. Lee min-ho, era lindo, fue algo raro conocerlo. Su caballo era precioso y su montura era de oro, la cuál destacaba mucho. Definitivamente era un príncipe.
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Me encontraba en aquella casa del árbol que de pequeño tanto amaba, habían pasado unas horas desde que me fuí de el lugar dónde conocí a aquél pelimorado.
Me asomé por la pequeña ventana que tenía a mí lado derecho. Nevada descansaba recostada en el árbol, Una pequeña brisa acarició mís mejillas, suspiré y una lágrima cayó por mí mejilla.
No quiero volver a casa, quiero estar sólo. No entendía a qué se debían las acciones de mí madre hacía mí. Siempre fue tan pesada conmigo, sin ningún rastro de cariño, nunca escuché un te amo de su parte. Mucho menos un abrazo.
Cada inseguridad, cada sentimiento, cada nudo en la garganta, era su culpa, culpa de ésa mujer que se hace llamar mí madre, pero nunca hizo nada más que arruinar mí vida, alejandome de cosas que amaba, personas que amaba, y haciéndome olvidar todos los recuerdos a fuerza de mí padre, y mí infancia.
Recordé la imagen de mí madre gritando y lanzando cosas a mí padre, nunca supe el porqué ni cómo, pero desde ésa noche, no volví a ver a mí padre. Mí padre era alguien tan amoroso conmigo, alguien que si valía la pena.
Me limité a llorar en silencio, miré mis brazos, mis hombros, y mis piernas, llenas de cicatrices. Cicatrices que algún día sangraron por culpa de mí madre.
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Disculpen si hay errores ortográficos, trato de mantener una buena ortografía para que sea entendible.
Recuerden bien algunos datos de éste capítulo para el futuro. Guiño guiño* JAJAJAJA.
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