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¡!


Intentaba aguantar cualquier reacción que me dieran los besos de Blas.

Desde que nos besamos por primera vez agarró más confianza y ya no son besos disimulados, él dice que cuanto más notorios sean mejor, según palabras suyas marcar territorio es muy necesario.

– Para Blas.

Intentaba contener una risa gracias a qué Blas parecía estar enterrado en mi cuello, yo podía sentir sus besos húmedos en la zona, que me los daba como podía porque yo me achicaba por las cosquillas.

La noche en la que nos besamos fue preciosa, pero no hubo otro beso en los labios desde entonces, dormimos y a la mañana siguiente cumplimos con nuestro trabajo para después volver a mi departamento, dónde ahora nos encontrábamos, estábamos en el sillón sentados mientras yo escribía una canción.

– Blas que te dije.

– Uh bueno, perdón.

Con cierta decepción se alejó de mí, aunque no mucho gracias a qué me insistió en en que me sentara sobre él, estaba cómodo para ser sincero. Sentí como rodeó mi cintura con algo de posesión y apoyaba su barbilla en mi hombro para poder observar mi hoja.

– No sos el romántico del año, pero tus letras son todo lo contrario. —dijo en lo bajo.

Yo sonreí y asentí.

Es verdad eso, me podrá avergonzar mostrar afecto en público o demostrárselo a alguien más, pero mis letras en su gran mayoría eran lo contrario, estaban repletas de sentimientos, amor, cariño, aprecio.

Sentimientos que Blas llegó a poner en mí.

– Alégrate que te proyecto a vos en mis canciones.

Sus brazos me apretaron más contra él y sentí su enorme sonrisa.

– Te quiero... Y mucho.

– Y yo a vos Blasito.

Terminado de trabajar me levanté de Blas, lo escuché renegar por ello aunque lo ignoré, me encaminé hasta mi pieza y en el proceso sacándome la musculosa negra que llevaba.

Blas como siempre siguiéndome.

Me acerqué al mueble dónde dejé los papeles y el lápiz, iba a sacarme la cadenita que siempre usaba, pero las suaves manos de Blas sostuvieron la mía alejandolas, él sabía cómo luchaba para sacarme o ponerme el accesorio.

– Yo te la saco.

Díganme loco, pero yo sentía mucha tensión entre ambos siempre que estábamos solos en mi departamento, el contacto físico tan innecesario, besos, roces, muchas veces sentí de más a Blas mientras dormíamos abrazados y casualmente quería besarme.

Sentir su presencia me hacía sentir chico, era una persona muy alta y su sombra me tapaba por completo.

Sin demasiadas vueltas me sacó la cadenita y la dejó en el mismo mueble que las hojas de borrador que había utilizado antes, no me moví en lo absoluto, como esperando una orden que venga de él o algo así.

A veces ni yo me entendía.

Sentí sus manos acariciando mis hombros, yo apreté la remera que tenía en mis manos.

– ¿Sabés que amo de vos, aparte de tus ojos? —Habló bajo.

Yo negué, sin poder hablar gracias a mis nervios.

– Tus tatuajes...

Sentí sus labios besar el tatuaje de mariposa que tenía yo en la espalda, besó la zona por segunda vez, ahora posiblemente se formaría un hematoma que poco se vería gracias a la tinta del tatuaje. La piel se me puso de gallina ante el tacto tan delicado y atrevido de Blas, suspiré tenso.

Nada peculiar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora