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Baldwin a pesar de su enfermedad, sabía que debía mantener la fortaleza ante su pueblo y sus nobles. Con un gesto de su mano, indicó que se fueran todos los criados y solo se quedara tiberias.

—avisales para una audiencia para mañana en el castillo, quiero hablar con los dos por separado, -Ordenó con voz firme pero cansada- Debo verlos con mis propios ojos y juzgar si son dignos de confianza.

-Tiberias inclinó la cabeza, comprendiendo la importancia de la tarea.- Será como deseas, mi rey. Los traeré ante ti, para mañana por la mañana.

Con la ayuda de Tiberias, Baldwin se dirigió a sus aposentos privados. El camino era largo y cada paso era un recordatorio de su fragilidad. Pero su mente estaba clara y su voluntad, era inquebrantable. La lepra había tomado su cuerpo, pero no su espíritu. Al llegar, se sentó frente a un espejo y contempló su reflejo. La máscara de metal ocultaba las marcas de la enfermedad, pero no podía esconder el peso de la corona. Era el rey de Jerusalén y llevaría ese título con honor hasta su último aliento.

—Tus piernas se debilitan cada día más, si continúas así, pronto no podrás ni siquiera caminar. -comentó Tiberias al rey con preocupación-

Tiberias tenía razón, Baldwin lo sabia. El rey tocó sus piernas, casi no las notaba al tocarlas o pelliscarlas con sus dedos.

—Caminar es lo de menos. Lo importante es que mi mente y corazón sigan al servicio de Jerusalén. -Dijo Baldwin con convicción- Ahora ve, Tiberias y asegúrate de que todo esté listo para las audiencias de mañana.

Tiberias se retiró, dejando al rey solo en la penumbra de sus aposentos. Baldwin se levantó con esfuerzo y se aproximó a la ventana. Más allá, en la muralla sobre una colina pedregosa, se divisaba una joven. Ella al darse cuenta de su presencia, ella le saludo con la mano y tenía una amplia y calida sonrisa. La sonrisa de la joven brillaba intensamente, iluminando la oscuridad que envolvía al rey.

Baldwin aunque estaba debilitado, sintió un renovado vigor al verla. Su corazón encerrado en un cuerpo enfermo, latía con fuerza ante la presencia de la joven. Aunque Baldwin no lo notó en ese momento, ella sostenía un arco de hierro.

—¿Será esto una señal divina? -se preguntó Baldwin, contemplando a la joven-

La joven, armada con su arco de hierro y una sonrisa que desafiaba la oscuridad, era una visión que Baldwin no podía ignorar. Su presencia en la colina, tan cerca del castillo, no era una coincidencia; Ella era una mensajera de dios.

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─Hermano lo volví a ver en la ventana. -grito la hermana de Balián abrazandolo, mientra sostenía au arco de metal.-

Balián, sorprendido por la repentina exclamación de su hermana, la abrazó con fuerza, sintiendo la frialdad del arco de metal en sus manos.

—¿Lo viste de nuevo? ¿Estás segura de que era él? -preguntó Balián.-

La hermana de Balián asintió con entusiasmo, sus ojos brillando con una mezcla de emoción. Era la segunda vez que veía al serafín en el castillo, era tan bello ante la vista de ella.

—Sí, hermano, estaba allí, tan real como la última vez. Observaba desde la ventana, como si pudiera vernos a pesar de la distancia que nos separa. -explicó ella emocionada-

Balián miró hacia la ventana que su hermana señalaba, pero solo vio oscuridad en la ventana. Baldwin había apagado las velas de la ventana, para dormir al ver a la joven irse.

—Debemos entender qué significa esto, -dijo Balián, su voz baja pero firme.- Si el serafín se ha mostrado a ti, podría ser un presagio o una guía para nosotros.

La hermana de Balián asintió, su agarre en el arco de metal ara aún más fuerte.

—Mañana tenemos uan audencia en el castillo con el rey y podremos buscar respuestas. -declaró con determinación baliam.- Tal vez haya alguien allí que pueda explicar la presencia del serafín y lo que espera de nosotros.

Ella estuvo de acuerdo, sabiendo que la aparición no era una casualidad. Juntos, planearon su visita al castillo, con la esperanza de descubrir el propósito del serafin y cómo podrían influir en el destino de su pueblo. Mientras tanto, Baldwin, ajeno a los eventos fuera de sus muros, se sumergía en un sueño inquieto, presintiendo que el amanecer traería consigo cambios significativos.

"No fue obra del azar, sino el destino, el artífice que trazó el sendero que guió y unió a dos almas errantes en el cruce de del destino."

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Virago = baldwin ivDonde viven las historias. Descúbrelo ahora