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TW: ¡Acciones Homofóbicas!

Solitario, así se sentía estar en aquél apartamento que alguna vez fue de dos. La tristeza se aferraba a su espalda, en un intento de consolarlo por la pérdida de su amado, pero desgraciadamente solo lo hundía cada vez más.

Las paredes llenas de fotografías lo hacían ver cómo un museo, uno doloroso, uno de lo que fue y uno que se pudo haber convertido en algo más.

La frialdad invadía todo el lugar, no se sentía la calidez que una vez tuvo, no se sentía la alegría correr por el pasillo, tampoco el amor que abrazaba cada rincón de las habitaciones... Ya no quedaba nada, un simple departamento frío y vacío.

Dos semanas, ya habían dos semanas desde que Quackity perdió a su amado, dos semanas que el vacío se había acentuado en su corazón, arañando y rompiéndolo en miles de pedazos.

El anillo de compromiso en su dedo anular, quemaba su piel, recordando todo lo que perdió. Pero se negaba a quitárselo, aún con la esperanza y sueños de que todo sea mentira, que Luzu algún día atravesara la puerta principal con una cansada sonrisa en su trabajo, para después simplemente acurrucarse con él en el sofá.

“—¡Tú! —Un grito agudo y furioso se escuchó en toda la pequeña capilla, el sonido de los tacones pisando con fuerza el cuarzo del suelo resonaba por todo el lugar.

Quackity ni siquiera logró reaccionar debidamente cuándo una bofetada se instaló en su mejilla, haciéndolo tropezar y caer sentado en el suelo.

—¡Todo es tu culpa, mi precioso hijo está muerto por culpa tuya! —La madre de su amado gritó entre lágrimas llenas de odio hacia su persona. —¡Tú, asqueroso de mierda!

—Señora por favor, ya calmese. —Escuchó la voz de Roier intentando calmarla.

¡No me toques! —ella grita, totalmente histérica por la situación, para después ver a los demás que habían asistido al funeral de su pobre hijo. —¡Todos ustedes aquí tienen la culpa, mi hijo pasó tanto tiempo con enfermos cómo ustedes que él también se contagió y lo llevaron a su ruina!

Las lágrimas rodaban por las mejillas de Quackity, que no se había levantado de su lugar, mirando un punto fijo en suelo. Su cabeza no dejaba de reproducir el momento en que lo tuvo en brazos por última vez, cuándo dió su última respiración y él no se dió cuenta.

Sí tan solo hubiera hecho un poco más... ¿Luzu aún estaría a su lado? ¿Era su culpa por no haber podido hacer más?

Los gritos de la mujer seguían resonando en la capilla, culpando a cada uno de los presentes por arrebatarle a su hijo, pero sobre todo culpandolo más a él.

—Lo siento... —su voz temblorosa y rota se escuchó como una ligera brisa, su cuerpo temblaba mientras se sentaba sobre sus rodillas. Sus manos se aferraron con fuerza a su pantalón mientras que las lágrimas caían como pequeñas perlas de cristal. —Lo siento tanto... Es mi culpa, lo lamento.—
Ella lo observó en silencio por unos largos segundos para después mostrar una sonrisa incrédula, se acercó a pasos lentos hasta quedar frente al chico.

—¿Qué lo lamentas? —sus manos se formaron en puños, apretando con fuerza, para después inclinarse y murmurar a su oído. —Si tanto lo lamentas, entonces muere, maldito anormal.

El silencio nuevamente abrazó el lugar mientras miraban conmocionados tanto a la madre del difunto cómo al chico. Un nudo se instaló en su garganta al escucharla, sus manos se aferraron con más fuerza a sus piernas. Levantó la cabeza y se encontró con aquellos ojos color chocolate, casi idénticos a los de su amado, solo que estos no lo miraban con amor... Los sentimientos de aquellos ojos estaban lejos de ser cariñosos.

Transmigración de almas | LuckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora