Para toda la eternidad (+18)

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¡Hola!

Los personajes de la historia, Ruga y Leo, pertenecen a Alba (@kalisdice) de su novela: Cuando vimos la luz. Si quieres conocer más sobre ella visita su perfil que se encuentra al final de la página ^_^

En este caso los personajes se encuentran en un Universo Alternativo.

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     El sol estaba en lo alto, como una bola de fuego candente.

     La respiración le dolía y cada bocanada de aire era como tragar lava. Hasta sentía su piel caliente, ardiendo, aún con toda la ropa que llevaba encima. La capucha le ocultaba el rostro y no dejaba de bajársela más mientras aceleraba el paso, con los ojos como aquel cielo tan azul clavados en el suelo, apenas unos pasos por delante de donde iban sus pies.

     Por un momento sintió que se había pasado, que ya no había vuelta atrás, y todo lo que había podido avanzar se quedaría en la nada si al final era el sol lo que acababa con él. Así que cuando logró saltarse el control y bajar al Subterráneo sintió una oleada de frío y un tremendo alivio.

     Pero el cuerpo le dolía, tanto que hasta tenía miedo de quitarse la capucha aun cuando ya el sol no era ningún problema. Las calles estaban prácticamente vacías, por lo que pudo volver a casa, pasando rápido entre los callejones como una sombra. Aunque aquello, sin percatarse, le hacía más mal que bien, por lo que cuando llegó a la puerta del grandullón casi se dejó caer sobre esta, jadeando sin apenas poder respirar, agotado.

     Golpeó con el dorso de la mano un par de veces y acabó apoyando la frente sobre la puerta.

     —Ábreme —dijo en voz baja antes de toser un poco—. Leo, ábreme, hostias...

Sintió unas miradas a su espalda y sus ojos claros recorrieron toda la calle antes de volver a llamar con más fuerza, solo que al tercer golpe la puerta cedió y se encontró al rubio al otro lado mirándole sin entender.

     —Ru, ¿qué te ha...?

     —Necesito entrar.

     Ni siquiera le dejó terminar la frase para colarse en su casa, yendo al salón con la intención de ocultarse. Temblaba de forma inconsciente e incluso cuando se sentó en el sofá no dejaba de moverse. Escuchó cómo Leo cerraba la puerta suavemente y se acercaba a él, pero solo cuando alzó la vista y la clavó en sus ojos oscuros pudo ver su cara de preocupación.

     —¿Dónde has estado? —preguntó antes de colocarse frente a él—. Llevo horas preocupado.

     —Te he dicho mil veces que tienes que dormir cuando es de día.

     —Todavía no... no me acostumbro. —Tragó saliva y Ruga vio cómo suspiraba—. Aquí es difícil.

     —Pues tienes que seguir un horario, Leo. —Fue a frotarse las manos por puro nerviosismo, pero entonces recibió una punzada de dolor—. Joder...

     —¿Qué...? Ruga, tus manos.

     Estuvo a punto de esconderlas, pero Leo fue más rápido, aún a veces eso le asombraba, y tuvo que volver la cara a un lado para no ver la lástima con la que le miraba. Pero eso también evitó darse cuenta de que le quitaba la capucha de la sudadera y él pudo verle con mejor claridad. Tenías los nudillos ensangrentados, seguramente de alguna paliza, y algún corte en el labio que intentó ocultar relamiéndose. Su piel, hasta ahora siempre pálida, tenía un color rojizo y ardía.

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