Prologo

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La asfixiante rutina de cierto individuo lo ha convertido en una persona de mirada apagada, sonrisa forzada y entusiasmo fingido. A sus 22 años, Quackity se ha convertido en alguien que no espera nada de nadie y desconfía incluso de aquellos que le rodean. Desde temprana edad, tuvo que aprender sobre la crueldad del mundo y sobrevivir con lo poco que la vida le ofrecía. Aunque el pronóstico de su destino era negativo, él nunca se rindió. Después de tanto esfuerzo, sudor y lágrimas, consiguió una beca que le permitía estudiar en una buena escuela y le daba un futuro lleno de esperanza y fortuna, al menos así era cuando comenzó. Malas influencias, decisiones erróneas y el hecho de ser utilizado por otros debido a su nula experiencia recibiendo amor lo llevaron por un mal camino que terminó por sentenciar su patética existencia. Con tan solo 18 años, tuvo que abandonar sus estudios, junto con sus esfuerzos y metas. ¿La razón? Un hijo. Un amor de adolescencia y descuidos posteriores le puso en brazos a un bebé que necesitaba de él, un pequeño ser que se aferraba a su pecho con todas sus fuerzas en búsqueda de su calor. La persona en la que creía, su gran amor, y a la cual le depositó toda su confianza, le dejó una criatura en sus manos y se marchó para nunca volver, dejándolo a su suerte sin saber qué hacer. Miles de pensamientos atormentaron su cabeza, pensamientos que lo orillaban a dejar a ese niño en un centro de adopción y olvidar todo lo que había sucedido. ¿Era igual de cruel que los demás? Ese niño no tenía la culpa de sus malas decisiones. Al final y pese al dolor en su corazón, aceptó cuidar del niño. Después de todo, esa criatura no tenía a nadie más y él no lo iba a abandonar como lo hicieron con él.

Desde entonces, su vida ha girado alrededor de su hijo, priorizando hacerlo feliz y brindarle todo lo que necesitara aunque fuera imposible. El niño nació con diferentes padecimientos que se creían hereditarios y congénitos: miopía, astigmatismo, dislexia, lento desarrollo, entre otros. Tener a un niño que requería tanta atención y gastos económicos no era sencillo, cosa que Quackity entendió, aceptando la responsabilidad que recaía sobre sus hombros, obligándose a sí mismo a dar el 200% con tal de mantener sano a su hijo y darle una vida "normal". Pese a sus intenciones positivas y su deseo de darle todo aquello que nunca tuvo a su hijo, la vida no es tan sencilla y después de un tiempo el cansancio termina por consumirte y apagar la poca alegría que te queda. Una sonrisa falsa para hacer feliz a tu hijo eventualmente te cobra factura.

Con una visión difusa el futuro Quackity estaba cerca de tocar fondo, y su hijo lo noto. Pepito, el sobrenombre del pequeño, veía como su padre dejaba de irradiar esa luz que tanto amaba de él, a la par de como su sonrisa se desvanecia y sus ojos se apagaban en una aterradora oscuridad. Pepito intentaba hacer feliz a su papá de todas las formas que tenía a su alcance; intento cocinar, hacer las tareas del hogar, limpiar y ordenar la casa con la esperanza de que su papá se sintiera mejor, cosa que no funcionó y acabó con regaños y castigos por ser tan irresponsable y descuidado; había roto algunas cosas por error. Quackity había estado perdiendo la paciencia demasiado rápido y a veces descargaba su estrés contra su hijo, cosa que noto y acabo sintiéndose peor. Su estado era realmente crítico.

Pese a todo aquello y al cambio de actitud en su padre, Pepito no se rindió en ver a su papá sonreir. En su inocencia y esperanza aquel niño se arrodilló frente a su ventana y pidió un deseo a las estrellas. Cuando era un bebé su papá le leía cuentos sobre las estrellas y como podías pedirles un deseo con todo tu corazón. Al principio Quackity le seguia el juego y pedía deseos con él, pero después de un tiempo perdió esa ilusión. «Los deseos no existen Pepito.» Y aunque aquellas palabras hicieron sentir mal al niño, él nunca dejó de creer en que si lo deseaba con toda su alma se cumpliría.

Una de esas tantas noches mientras su papá dormía a su lado, Pepito miro el cielo nocturno, junto sus manos y pidió con todo su corazón:

(Pepito): ¡Deseo que papá sea muy feliz!

Y después se fue a dormir. Durante su descanso una estrella empezó a parpadear y a emitir una luz intensa; su deseo fue escuchado.

En un campo despejado donde el silencio de la noche y el canto de los insectos acompañaba el ambiente una persona rodeada de luz despertó. Aquella entidad se levantó con cuidado, apagando esa cegadora luz con lentitud. Unos cabellos castaños se ondeaban con el viento y una piel tan pálida se plasmaba en su cuerpo; era una estrella en todo su esplendor. Los ojos de esa criatura se abrieron de par en par, dejando ver dos orbes dorados qué brillaban con emoción y vida, ojos llenos de esperanza e ilusión. Aquél con el aspecto de una muñeca de porcelana terminó por levantarse, y sonriendo con entusiasmo habló.

(?): Esperame un poco más, voy en camino, Pepito.

Un suceso inexplicable fue ocasionado por un niño de 4 años, definitivamente era algo sacado de un cuento de hadas. ¿Qué es lo que sucederá a futuro?



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