Justo lo que una chica necesita

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Cierro la puerta tras de mí y caigo de culo al frío suelo de baldosas blancas que hay en la entrada del instituto. Algunos alumnos que pasean por la estancia me observan sorprendidos, algunos me lanzan miradas de desaprobación y otros se acercan preocupados. Repiten mi nombre una y otra vez y cuando intentan tocarme, los aparto, hundo mi cabeza entre las piernas mientras me abrazo a mi misma. Ellos no han experimentado el sabor de la muerte tan cerca como yo, no han visto pasar la vida delante de sus ojos, no han olido el asqueroso olor a muerte que procedía de las mandíbulas de esa espantosa bestia aterradora.

Me da la sensación que la persecución ha durado horas pero creo que apenas han sido unos minutos, ya que, por las escaleras de madera vieja, veo bajar corriendo a una morena de ojos miel. Ahora mismo no puedo pensar en las pintas que llevo, ni en como su corta melena se mueve a lo que parece cámara lenta mientras se aproxima a mi con cara de susto.

—¡Lenna! —Grita mi nombre mientras se sienta a mi lado y me mira con los ojos como platos. —¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? ¿Qué has visto? ¿Te ha hecho daño? —Suelta un mar de preguntas que ahora mismo no estoy preparada para responder. Creo que, ese último grito me ha dejado muda, tal vez me he roto las cuerdas vocales, porque, por mucho que abra la boca e intente hablar, las palabras no salen; están estancadas. Me siento congelada. —¡Responde Lenna! ¿Qué ha pasado? ¿qué has visto? —Insiste ansiosa Kalah. Me mira de arriba abajo, buscando algo que no entiendo qué es. —¿Te ha hecho algo? —Palpa mi sudadera hasta que un pequeño gemido de dolor nace de mis labios; para esto si tengo cuerdas vocales se ve. Me aparto de ella por el ardor que siento en mi espalda y mi costado derecho, e intento hablar.

—No... —Carraspeo para alzar un poco la voz. Me cuesta mucho hablar, ahora soy yo la que parece paralizada. —Yo no... No lo sé. —Digo negando con la cabeza mientras un par de lágrimas salen sin permiso por lo aterrada que estoy. Y es la verdad, no tengo ni idea de qué acaba de pasar. No sé qué he visto, ni como sigo viva y mucho menos puedo explicarlo. En otra ocasión me avergonzaría el comportamiento que estoy teniendo y por lo vulnerable que me estoy mostrando frente a Kalah, pero ahora mismo solo pienso en la oscuridad que reflejaban las canicas que tenía como ojos esa cosa.

—¿Dónde te duele? —Pregunta la morena intentando levantarme la sudadera con sumo cuidado. —Déjame ver. —Su voz suena como una súplica y le dejo hacer, mientras observo como un grupo de personas está en circulo alrededor mío. Tendría que estar roja de vergüenza por ser el centro de atención pero no me importa lo mas mínimo, ahora no. Las caras de sorpresa pasan a preocupación al ver las marcas de garras que tengo en mi piel cuando Kalah levanta mi ropa.

—¿Qué coño has hecho? —Grita una voz conocida desde la otra punta de la sala. Levanto la cabeza y miro por el hueco de las piernas de las personas que me rodean. El moreno que bien conozco, se acerca rápidamente a nosotras, y veo como los alumnos le hacen un camino para que llegue lo antes posible. Hasta en esta situación parece que sea el rey del lugar. —¿Qué coño has hecho? —Repite cuando está a dos pasos de mí. Me fijo en su pelo húmedo y desaliñado, sus ojos son mucho más azules de lo normal y su mirada grita "se avecina tormenta" pero no está puesta en mí. Cierra los puños que están a sus costados y me mira durante un segundo. 

—Yo no he... —Empiezo a decir con una voz entrecortada. Ahora mismo no siento odio, ni rabia, ni siquiera me importa que él esté aquí, incluso siendo mi peor momento y siendo la última persona que me gustaría que me viera en estas condiciones. Ahora mismo no sé hacerme la dura, no es que no sepa; es que no puedo. Así que agacho la cabeza y cierro los ojos, viendo en mi mente la cara de esa criatura que será la protagonista de mis pesadillas, por lo menos el resto de mi vida. 

—No te estoy hablando a ti. —Dice Haim con una voz más calmada. Entonces levanto la mirada y me encuentro con la suya, casi veo un ápice de preocupación, pero rápidamente desliza su mirada hacia los ojos de Kalah. De repente, sin previo aviso y contra todo lo que pudiera haber imaginado que fuera a pasar en estos momentos, coge la camiseta de tirantes de la chica y la hace levantar del suelo. Y vuelve a gritar, marcando cada sílaba con firmeza, esta vez a dos centímetros de su cara. —¿Qué coño has hecho?

Me pongo en pie de un salto y un gemido sale de mi boca sin permiso, los dos chicos a mi lado me miran un instante pero enseguida vuelven a su lucha de miradas, o lo que sea que estén haciendo. El dolor no es algo que pueda evitar, pero más violencia sí. Me pongo recta y intento ignorar el ardor de mi espalda que se está extendiendo más arriba, y hablo lo más fuerte que puedo.

—¡Suéltala! —Grito acercándome a Haim. —¿Qué coño haces? —La rabia que siento hacia este chico vuelve a mi como un boomerang, y casi me hace olvidar la piel ardiendo que siento detrás de mí. —¡Suéltala! —Repito, esta vez cogiéndolo del brazo y tirando hacia atrás, intentando desesperadamente apartarlo de ella. Obviamente sin resultado, ya que tiene mucha más fuerza que yo, a su lado solo soy una mosca cojonera. 

—¡Cállate! —Espeta Haim sin apartar la mirada de Kalah. —No entiendes nada Lenna. —Su voz es más grave y en sus ojos veo una furia que, si yo fuera la morena que está agarrando, me asustaría y mucho. En cambio, ésta parece tranquila, no está para nada preocupada por el hecho de que, un tío casi dos veces más grande y fuerte que ella, tenga una mirada de odio tan grande que en cualquier momento va a acabar en paliza. 

—Estoy igual que tú, Haim. —Responde tranquilamente Kalah. Menciona su nombre con tono burlesco, otra cosa más para añadir a mi lista de cosas que no entiendo. Entonces desliza sus ojos del chico a mí, y su mirada cambia a tierna. —Lenna, tienes que ir a la enfermería. —Sigue hablando mientras está pegada a la pared con Haim agarrándole de la camiseta. En serio ¿en eso está pensando ahora mismo? ¿no tiene ni una pizca de miedo por el moreno y por la manera en que la sigue agarrando? —Y tú. —Prosigue con un tono cortante. —Suéltame ya si no quieres que la cosa se ponga fea de verdad. —Vuelve a hablar con tranquilidad pero, con un tono de advertencia que hace que se me pongan los pelos de punta. Dirige la mirada al moreno, y éste, después de sostenerla unos segundos más, la suelta y se gira a mí con todavía las pupilas dilatas y unos ojos que podrían quemar a cualquiera que le lleve la contraria. 

—Vamos. —Dice mientras me agarra del brazo con delicadeza y empieza a guiarme para la escalera. Me deshago de su agarre y me giro para gritarle, no me he olvidado de lo que acaba de hacer, pero entonces un dolor punzante me atraviesa el costado y mis brazos intuitivamente abrazan mi vientre. Siento como si la quemadura se estuviera extendiendo. Me quedo callada y asiento. —Vamos, rápido. —Esta vez su voz suena mucho más compasiva. No me vuelve a tocar en todo el camino hacia la enfermería, pero si que veo como pone su brazo en forma de L con la intención de dejarme saber que, si necesito ayuda, me puedo apoyar en él. Cosa que no va a pasar, ni aunque estuviera coja y sin una pierna, me apoyaría en él. Nunca.

PENUMBRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora