PENUMBRA

Monos en la cara

Suena la alarma pero yo hace mucho que estoy despierta. Desde la parálisis no he podido pegar ojo y he aprovechado la madrugada para pegarme una buena ducha y lavarme el pelo. He escrito en mi cuaderno, he ordenado mi armario e incluso he barrido y fregado el suelo. Todo para estar mínimamente distraída, pensaba que nunca diría esto pero estaba deseando que sonara la maldita alarma.

Ya estoy vestida. Hoy he elegido unos vaqueros de tiro alto, un top negro de manga larga y mis bambas negras de siempre, básicas como yo. Curiosamente en este sitio no llevamos uniforme, es raro pero tenemos un mínimo de libre albedrío cosa que se agradece. Así al menos parece que controlamos nuestras vidas, aunque sea en algo tan simple.

Por primera en bastante tiempo soy la primera en llegar a cocina. Me pongo el delantal y el gorrito de rejilla que me hace una forma de cabeza horrible. Mis compañeros de turno van llegando. Stephanie es la pequeña de trece años, tiene unos grandes ojos verdes, piel morena de la cual, resaltan unas pecas por lo alto de la nariz y un precioso pelo negro. A su lado está Marc, es un curso mayor que yo, es alto y tiene una nariz aguileña que, la verdad, le sienta genial. Y por último Claudia, una rubia de metro ochenta con orejas puntiagudas.

Empiezo a hacer bocadillos mientras Claudia y Marc limpian la barra, comienzan a meter la comida en sus respectivas bandejas. El turno comienza con normalidad yo estoy dentro, en cocina, junto a las dos chicas pero cuando pasa apenas media hora, Marc me pide que le cambie de sitio, y eso hago.

Me coloco detrás de la barra y espero a que los alumnos me vayan pidiendo lo que sea que quieran para desayunar. Lía y Marly hace un rato están en unas de las mesas libres cerca de cocina. Las miro un momento y veo que me están mirando. Les lanzo una mirada que dice "¿qué pasa?" y ellas señalan con la barbilla a la cola que hay para coger el desayuno. Ya entiendo.

—Buenos días Lenna. —Me saluda Kalah con una sonrisa. Vuelvo a mirar a mis amigas y están con una sonrisa observándome como si estuvieran viendo una película. Marly gesticula algo con los labios pero no puedo entender qué.

—Buenos días Kalah. —Le devuelvo el saludo y una sonrisa tonta se posiciona en mi cara. La verdad es que soy demasiado expresiva para que no se me note lo tonta que me pone esta chica. —¿Qué vas a querer hoy para desayunar? —Pregunto fijándome en el modelito que lleva hoy. Hoy ha elegido unos pantalones tipo cargo de color verde militar y una camisa beige desabrochada, debajo lleva una camiseta de tirantes pegada al cuerpo. Simplemente me flipa. Kalah tiene una melena que le llega hasta la mandíbula y unos ojos un poco rasgados de color miel. Hace un movimiento para ponerse el pelo detrás de las orejas y veo unos aros colgados de éstas. Lleva piercings, cosa que me extraña estando en el sitio que estamos, pero para nada me quejo. Es como si toda ella fuera el más perfecto prototipo que mi bisexualidad me hace desear.

—Pues... —Aparta la mirada de la barra y la posiciona en mí. —¿Qué me propones tú? —Enarca un ceja y siento que esa pregunta va con segundas. Aunque probablemente solo será porque me encantaría que así fuera.

—La verdad es que no hay muchas opciones. —Le devuelvo la mirada mientras cojo una naranja y un bocadillo de jamón. —Supongo que tendrás que apañártelas con esto. —Le tiendo su desayuno y pienso en lo ridícula que me estaré viendo con el delantal enorme manchado de tomate y el gorro de rejilla que hace que mis orejas se vean más grandes de lo que son. Que vergüenza.

—Supongo que sí. —Responde con su perfecta sonrisa. —¿Ya has desayunado? —Pregunta mientras cambia el peso de un pie a otro.

—La verdad es que... —Comienzo a hablar pero uno de los alumnos detrás de Kalah me interrumpe:

—Venga Kalah mueve el culo. —Ésta se gira y le fulmina con la mirada, pero ambas sabemos que tiene razón. Debe moverse si no queremos crear una enorme cola y cabrear a las monjas de buena mañana. Suspiro y hablo: