El Sol se alza en el cielo dando los buenos días a todos los que nos encontramos bajo él. Llevo despierta desde las seis de la mañana cuando, algo habitual en mi desde esta semana, una parálisis del sueño se ha adueñado de mi cuerpo. Esta vez no he sentido, ni visto, ninguna sombra, cosa que agradezco a mi mente profundamente. Estuve leyendo sobre el tema hace un par de días en la biblioteca, y parece que es algo habitual en las parálisis. No debe preocuparme que una sombra me persiga cuando mi cerebro está bloqueando mis músculos, por mucho miedo que dé. Todavía no he encontrado una respuesta a mi moratón, pero probablemente haya sido por un simple golpe más, de las decenas que me doy al día. Si de algo estoy segura es que a patosa no me gana nadie.
Me acerco a la ventana, que está justo al lado de mi cama, y abro las puertas de madera antigua que mantienen la temperatura del edificio. Asomo la cabeza y apoyo mis brazos en el alféizar. Cierro los ojos y dejo que, tanto el aire como el Sol, penetren por mis poros. Unas voces a los lejos me hacen despertar de mi ensimismamiento. Miro abajo y me encuentro un grupo de personas de mediana edad cargando con muchos sacos, carretillas llenas de libros y bolsas repletas de objetos que no puedo ver. Sonrío; ya están aquí.
Repaso mentalmente el plan trazado por las tres mosqueteras; Lía, Marly y yo. Teóricamente un plan fácil, sencillo y sin fisuras, ya veremos la práctica. Se llevará a cabo al atardecer, cuando sabemos con exactitud, que ninguna monja se encontrará cerca.
Cada mes, durante este día, las hermanas avisan a los alumnos que durante un tiempo no se encontrarán disponibles. Nunca especifican el tiempo ni el momento del día, pero la mayoría de los adolescentes lo sabemos. Sobre todo para aquellos atrevidos que aprovechan el momento para hacer una pequeña fiesta de sábado. Sabemos con casi exactitud que las seguidoras de satán, digo de Dios, desde el atardecer hasta la hora de la cena, desaparecen. Y nuestro plan se pondrá en marcha en esos momentos. Mientras tanto, para mi desgracia, debo de pasar el día con mi queridísimo mejor amigo; Haim. Nótese la ironía.
Y como siempre, parece que me lea el pensamiento, ya que un sonido detrás de la puerta me advierte que el moreno viene a por mí. Me siento atrapada, un poco como la princesa en la torre, sin escapatoria y con un guardián. Abro la puerta en pijama, con un moño medio caído y mis zapatillas de pelo rosa.
Un Haim, a decir verdad muy guapo, se encuentra apoyado en uno de los lados de la puerta. Tiene el pelo desaliñado, pero no como si se acabara de despertar, más bien como un peinado hecho a propósito. Hoy ha optado por una camiseta de tirantes blanca que se le pega a la piel y le queda como un guante. Y encima lleva una chaqueta de cuero oscura igual que sus vaqueros. Suele vestir con este estilo entre casual, "malote", pero siempre preparado para la acción.
—¿Vas a ir así vestida a nuestra primera cita? —El moreno me mira de arriba abajo con una ceja enarcada y sonríe. Le cierro la puerta en las narices, por tercera vez en los pocos días que le conozco. Son las diez de la mañana ¿en serio? Vale que tenga que aguantarlo todo el día, pero ¿ni un respiro para poder desayunar tranquilamente sin sus comentarios?
Escucho como refunfuña detrás de la vieja madera que separa mi habitación del pasillo, lo ignoro y voy al armario. Después de unos minutos de indecisión, elijo una falda plisada gris oscuro con unas medias de rejilla. En la parte de arriba me pongo un top negro de tirantes y encima una camiseta modo crop top del mismo gris que la falda. Tiene botones y me encanta la combinación de las prendas elegidas. Unas botas de plataforma negras me calzan los pies. Me hago un rápido semi recogido con el moño de siempre y me dirijo a la puerta.
Me gustaría hacerle esperar un rato más pero me da pena. Hace unos minutos he dejado de escuchar sus "espabila" "¿qué estás haciendo tanto rato?" y un "por mucho que la mona se vista de seda mona se queda".
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PENUMBRA
FantasyLenna vive en un orfanato, todo parece ir bien, tiene una vida normal hasta que. Todas las historias empiezan con un hasta que. Hasta que un día se despierta y su vida no vuelve a ser lo mismo. Hasta que aparece un chico que odia. Hasta que empieza...