Capítulo 1: Un nuevo día.

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-No... no...-gritó el hombre, escapando de algo.
Él sabía que no estaba solo, su aliento salía desesperadamente mientras corría por los pasillos. Entre las paredes se escuchan unos rasguños y al fondo el grito de una persona: -Tomáááásss ¡ayúdame! -Desenfrenado y entre crujidos. El hombre no sabía para dónde iba, solo quería escapar de ahí. Su linterna parpadeaba, significando que se estaba agotando la batería. -Joder... Vamos... Vamos... No me hagas esto, no ahora -dijo completamente atemorizado. La luz simplemente se apagó, dejando a aquel hombre en completa oscuridad. Su alrededor lo tenía inquieto, ansioso, sus manos y piernas temblaban. Los sonidos de gritos, golpes, murmullos y rasguños no cesaban.
El hombre solo se sentó y se puso a pedir clemencia. -Oh, Dios mío, por favor, ayúdame, tengo una esposa, tengo una vida por delante, permíteme escapar, por favor. Permíteme salir de esto, te lo suplico -exclamómientras tomaba sus manos. El sudor no dejaba de correr en su rostro, y sus ojos no dejaban de mirar a todos lados.
Un gruñido se escuchó entre la oscuridad. Esto dejaría perplejo al pobre hombre mientras ve cómo de la oscuridad una sombra gigantesca emerge entre respiraciones. El hombre solo implora, para sí oír, un grito estruendoso...

Hace años en las afueras de París, la Morgue Prince estuvo abierta al público otorgando ayuda a miles de forenses y estudios de criminología, destacando los mayores aportes posibles a esta rama de estudio e investigación.
El lugar era reconocido y visto para el público como una zona vacía donde el silencio y penumbra habitaban, hasta que por medio de algunos trabajadores se decía que cosas con los cuerpos ocurrían y los espacios eran sombríos; esto hacía que los mismos empleados dudaran acerca de laborar en dicho lugar. El Estado quiso pedir informes sobre estos rumores, llevando la negativa respuesta del mismo director de la Morgue. Al final, el lugar cerró y, poco a poco, el musgo y la naturaleza lo consumieron, quedando abandonado y desolado.
El explorador Tomás Robinson, junto a su equipo, sería el primer hombre en investigar el lugar, sin embargo, al volver a casa, su esposa mencionó que él llegó traumado y fuera de sí; al escribir su reflexión de la investigación, este moriría a los pocos días, dejando incertidumbre por el lugar y de sus colaboradores. Años más tarde, la gente que pasaba por la carretera, veía que en el sitio se observaban sombras y manos marcadas en los cristales, a la par que en las noches se oían los rugidos feroces de un animal, que pensaban que podría estar dentro del recinto. El lugar poco a poco adquirió alta fama, sombría y muy terrorífica, que con el tiempo se convertiría en una leyenda. Al pasar los años, el sitio se mantuvo de pie y se reconoce como una de las leyendas con más misterio de todo París...

4 de junio de 2019...

En el centro de París, una joven con cabello plateado, corto hasta sus hombros y ojos azules que muestran entusiasmo, serenidad, piel albina y un aspecto alineado. Veía el paisaje de su natal ciudad desde el balcón de su departamento, admirando la belleza de la ciudad con las personas pasando, parejas sonriendo de amor y niños divirtiéndose entre las banquetas y árboles, en una cálida noche en París. La joven, de nombre Kaetty Liberns, se diría así misma:
-París, mi natal hogar, única y luminosa como siempre, golpeándome tu brisa y el oír del mundo, ¡amo este lugar! -exclamó y derramando unas cuantas gotas de su bebida. Se gira a ver la televisión, donde casualmente en el canal New Reports pasaban un reportaje de una de sus investigaciones: el caso de un cuerpo encontrado en los callejones de Rue Rivoli, donde destacaban su buena información e investigación, además de su equipo de trabajo.
Ella se miraría así misma, destacando su investigación en el espejo. -Soy la mejor y eso no cabe duda, ja, ja, la verdad fue un caso difícil, sobre todo por el pobre cadáver de la chica y qué manera de morir, solo espero que al maldito hijo de perra que hizo eso lo atrapen y le den su castigo-. Exaltada, aclaró.
La joven se dedica a investigar casos de cierta índole, junto con su equipo que aporta el sonido y video de las mismas, siendo Kaetty la protagonista de cada investigación. sus camaradas de equipo son Oliver, un joven amante de la diversión y el bullicio, él se encarga del sonido; Eithan, es el camarógrafo, es un joven serio y muy cuerdo consigo mismo.
Kaetty, va de regreso al balcón y de la bolsa del pantalón sacaría un cigarro. A punto de encender sonaría el teléfono, por lo que la joven se dirigió a contestar.
Kaetty -Diga, ¿quién habla?-dijo relajada.

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