Sobre la ciudad

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- ¡Tardamos más de lo que imaginé! ¡De seguro Satoru ya se arrepintió! Debí aceptar cuando dijo que cambiáramos la fecha de la cita ¡Pero no! ¡Me quise dar las de romántico con los fuegos artificiales y ahora voy a arruinar todo!

- Cálmate, Yuuji, ya verás que debe estar esperándote - le dice la castaña corriendo tras su amigo.

- Deja de sugestionarte - le dice el peli negro - Si realmente está interesado en ti no le importará esperar unos minutos.

Los tres jóvenes iban corriendo a toda velocidad. Si bien, Yuuji era el de la cita, sus compañeros no estaban dispuestos a dejarlo solo, sobre todo si ese tonto albino se atrevía a hacerle algún desplante.

Cuando llegaron a la entrada preparatoria, no encontraron a nadie en la entrada, por lo que, tanto Nobara con su martillo y clavos, como Megumi preparándose para invocar a alguno de sus shikigamis, estaban listos para darle la paliza de su vida a su senpai en caso de haberse arrepentido.

Fue entonces cuando notaron que, tras ellos, los dos jóvenes senpais venían a toda prisa.

Satoru se detuvo de golpe al ver a Yuuji, agitado por haber corrido desde quién sabe dónde. Tenía las mejillas rojas con un tomate y el rostro brillando por el sudor.

Por alguna razón obvia le recordó la noche que pasaron juntos, cuando se le ocurrió pedirle que se vistiera de colegiala.

Sacudió su cabeza tratando de borrar esa pecaminosa idea. Hoy sería su primera cita y no debía ser imprudente.

- Hola, Yuuji - dijo el albino - Lamento llegar tarde.

- ¡Pero qué dices! - dijo rascándose la cabeza - Yo también acabo de llegar. Creo que tenías razón, debimos cambiar la fecha de la cita. Debes de estar cansado...

- ¡Claro que no! - e inflando el pecho dijo - Soy el más fuerte, jamás me canso. Aunque si tú estás agotado...

- ¡Para nada! - se apresuró a decir el pelirrosa -  Estoy perfectamente bien.

- Entonces... ¿Nos vamos?

- Pero ¿Así, con nuestros uniformes?

- ¡Sí! - el albino le dió una sonrisa y extendiendo su mano, dijo - No hay tiempo que perder.

Yuuji titubeó un poco, pensando que una vez que tomara su mano lo arrastraría a toda velocidad, típica ocurrencia de su senpai. Sin embargo, Satoru lo acercó a él hasta abrazarlo, y de la nada, desaparecieron.

- ¡¿Qué?! - exclamó confundida la castaña - ¡¿Pero qué pasó?!

- Usó la teletransportación - respondió Suguru aclarando su duda.

- ¿Ves? - le dijo Megumi a Nobara - Les dije que el tiempo no sería problema.

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- ¡Ahhhhhh! - gritaba Yuuji aferrándose al albino - ¡Estamos en el aire!

Satoru y Yuuji se encontraban sobre la ciudad. Ya estaba oscureciendo, por lo que las luces de los edificios y calles ya estaban encendidas e iluminando todo. El albino miró a su alrededor, y al localizar el lugar de la feria, los dirigió hacia allá.

- ¡Ahhh, senpai! ¡No sabía que podías volar!

- ¿En serio jamás me habías visto?

- ¡Nooo! - gritaba el pelirrosa escondiendo su rostro en el cuello del mayor.

- Tranquilo, Yuuji - dijo el albino acariciando su cabello rosa - Estás con el más fuerte, no dejaré que te pase nada. Más bien disfruta la vista, te la estás perdiendo.

Yuuji abrió con desconfianza los ojos, y observó la inmensidad de Tokio. Luego alzó su vista al cielo, el estar tan lejos de la superficie y fuera de los focos de la ciudad le permitió apreciar la infinita cantidad de estrellas en el firmamento.

Era una vista fantástica.

Con un poco más de confianza, soltó un poco el agarre a su senpai para poder rodear su cuello con sus brazos. Satoru sonrío ante el gesto, el cual le indicaba que todo estaba marchando bien.

Observó a Yuuji, y pudo ver como sus ojos color miel reflejaban las estrellas, haciéndolos brillar de una forma incomparable. Su dulce sonrisa, el  leve sonrojo en sus mejillas y esa tierna expresión de felicidad, le otorgaban una belleza inefable.

De pronto sus miradas se encontraron. Ahora Yuuji lo observaba a él.

El pelirrosa estaba fascinado. Satoru siempre le había parecido guapo, pero esta vez era distinto. Podía jurar que sus ojos azul celeste destellaban de emoción, y que la blanquecina piel de su rostro tenía un pequeño atisbo rosa provocado por el rubor. Y la sonrisa en sus labios que, normalmente suele ser juguetona o pícara, esta vez se curva de una manera tan tierna, como la de un niño.

- Yuuji - pregunta el albino - ¿Puedo besarte?

La pregunta toma por sorpresa al pelirrosa, pero segundos después, no duda en responderle.

- Sí, Satoru. Puedes hacerlo.

Ambos se acercan hasta quedar pegados nariz con nariz, para luego unir sus labios en un corto pero dulce beso.

Al separarse, Yuuji pudo notar que el sonrojo del albino estaba más encendido, mientras que Satoru observaba con deleite en la carita toda roja del pelirrosa.

- ¡Oh! ¡Ahí está la feria! - exclamó Yuuji con alegría al ver las luces y los juegos mecánicos.

- ¿Lo ves? No nos perdimos los fuegos artificiales, y tendremos tiempo para jugar y divertirnos.

- ¡Sí! ¡Vamos ya, vamos ya!

- Bien, entonces sujétate - dijo el albino con picardía - Vamos a caer en picada.

- ¡Sí!... Espera ¿Qué?...

De pronto, Yuuji sintió como su cuerpo reaccionaba ante la gravedad, comenzando a caer en caída libre junto con Satoru.

- ¡Ahhhhh! - exclamó, cerrando los ojos.

- ¡Tranquilo, Yuuji! ¡Confía en mí! ¡Solo déjate llevar!

Relajó su cuerpo y pudo sentir la adrenalina correr por sus venas. La verdad sí se sentía muy bien, tanto que comenzó a reír por la emoción.

Pronto, ya no sintió miedo, e incluso cuando ya estaban cerca al suelo, abrazó fuerte a Satoru, teniendo la certeza de que no le pasaría nada.

Metros antes de llegar, su caída frenó y nuevamente estaban flotando. Bajaron lentamente hasta que los pies de ambos tocaron el suelo.

- Eso fue... ¡Increíble! - exclamó el pelirrosa emocionado.

- Sabía que te gustaría - dijo el albino, satisfecho - Aunque Suguru me dijo que era una pésima ide-...

Un beso le calló la boca.

Poniéndose de puntitas y aferrándose al cuello del albino, Yuuji se lanzó a besarlo con intensidad sin previo aviso. Luego, tomó su mano y lo arrastró hasta la feria.

- ¡Vamos! ¡No perdamos más tiempo, Toru!

"Toru..."

Cualquiera que los hubiera visto podría haber notado la cara de tonto enamorado de Satoru mientras era arrastrado por esa adorable papa rosa.

Esta cita será memorable.

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