Nunca es pronto para decir "Te amo"

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- ¡Mira cuántos juegos hay!

Yuuji estaba fascinado con toda la algarabía de la feria. Había un sin número de puestos de comida y juegos, además de una pista de baile y una magnífica rueda de la fortuna.

- ¿A dónde quieres ir primero? - preguntó Satoru.

- Uhm... No sé... ¡Es que todo se ve muy divertido!

- Pues yo ya vi un juego que me gusta - tomó la mano del pelirrosa y dijo - Vamos, ganaré un premio para ti.

Yuuji se dejó llevar hasta un puesto de tiro al blanco con dardos, en el cual el premio mayor era un gran oso de peluche.

Obviamente, Satoru no tardó en ganar, dejando boquiabiertos a las demás personas que esperaban su turno. Al pobre vendedor no le quedó de otra que entregarle el premio, mientras Yuuji desbordaba de felicidad abrazando al oso.

- ¡Se parece a Panda! - dijo con una sonrisa encantadora.

- ¡Eso mismo iba a decir! - y el albino soltó una carcajada.

Irrumpieron en todos los juegos habidos y por haber, ganando cada uno de ellos. Los dueños de los puestos miraban con enojo al talentoso albino que se llevaba todos los premios junto al sonriente pelirrosa que cargaba al gran oso de peluche.

- Creo que deberíamos parar un momento los juegos - dijo Yuuji mientras comía su algodón de azúcar - Siento que ya empezamos a caerle mal a los dueños.

- Tienes razón, creo que exageré - miró los premios a su alrededor y preguntó - ¿Qué haremos con todo esto?

Mientras pensaban, el pelirrosa pudo notar a un grupo de niños que los estaba mirando, impresionado por la cantidad de juguetes que tenían. Entonces se le ocurrió una idea.

Llamó a los pequeños y les repartió a cada uno un premio. Emocionados, los niños se abalanzaron a abrazar a Yuuji, quien irradiaba dulzura.

Satoru contemplaba aquella tierna imagen, totalmente enamorado.

- Toru... ¿A dónde quieres ir ahora?

El albino colocó una mano en su boca y giró el rostro para disimular una risita.

- ¿Qué pasa? - preguntó el pelirrosa - ¿Por qué te ríes? ¿Dije algo gracioso?

- No, no es eso - se apresuró a decir el albino - Solo que... Suena muy lindo que me llames "Toru".

El rostro de Yuuji se tornó totalmente rojo, pues no se había dado cuenta de la forma en que estaba llamando a su senpai. No lo hizo a propósito, al contrario, le había nacido llamarle "Toru" de una manera tan natural, como si lo conociera de toda la vida.

- Entonces... ¿No te molesta que te siga llamando así?

- ¡Para nada! De hecho, me encanta.

Se acercó lentamente, hasta quedar nariz con nariz, y depositó un tierno beso en los labios del kohai.

- Sigue llamándome así, ¿quieres?

- Está bien, Toru...

Y esta vez, fue Yuuji quien lo besó. Sus manos subieron lentamente desde los hombros hasta el cuello del albino. En cuanto a Satoru, envolvió la cintura del pelirrosa con sus brazos, pegándolo por completo a él.

Los labios de Yuuji sabían dulces debido al algodón de azúcar y, fascinado, Satoru no se cansaba de saborearlos.

Sentía flotar, pero no de la misma manera que lo hacía con su técnica. Era una sensación distinta, profunda, fantástica, etérea.

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